sábado, 8 de octubre de 2011

LA UNIDAD, FRUTO DE LA EUCARISTÍA

Jesús en la última Cena, pide al Padre que sus seguidores se mantengan en la unidad.
Deberíamos progresar en la unidad: en nuestro ambiente doméstico, en la comunidad eclesial local, y también en nuestra comprensión y acercamiento a las otras confesiones cristianas, como ya nos encarga el Concilio Vaticano II. Si no buscamos nuestro propio interés o victoria, sino que sabemos centrarnos en Cristo y su Espíritu, no deberían ser obstáculo las diferencias de sensibilidad o doctrina entre las varias iglesias o personas.
En la Eucaristía invocamos dos veces al Espíritu. La primera, sobre los dones del pan y del vino, para que Él los convierta para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
La segunda invocación es sobre la comunidad: “los que vamos a participar del Cuerpo y Sangre de Cristo”. Y lo que se pide que el Espíritu realice sobre la comunidad es: “que congreguen en la unidad a cuanto participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo”, que “formemos un solo cuerpo y un solo espíritu”...
El fruto de la Eucaristía es la unidad. Como lo debe ser de la Pascua que celebramos cada año. Para ser fieles al testamento entrañable del Señor: “que sean uno”. (Ignacio Marqués)

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