jueves, 13 de octubre de 2011

HUMANIZAR LA PASTORAL, ACERCAR LA LITURGIA

El momento que vivimos en la Iglesia y, de manera particular, en las comunidades parroquiales, pide un esfuerzo de sintonía con la sociedad a la que somos enviados. La sal tiene que salar, la luz tiene que iluminar, la levadura tiene que hacer su función de fermento. Pero también, el momento que vive nuestra sociedad es muy especial, y cada vez más sorprendente por lo que se refiere a su percepción y vivencia del hecho religioso, y, en relación con él, también abunda la ignorancia, la indiferencia y, en ciertos aspectos, el rechazo social.
Por otra parte, para que la acción pastoral de la Iglesia en general, y de las comunidades en particular, llegue a quien debe llegar, vemos que no compensa lo suficiente el esfuerzo que supone haber de sintonizar con realidades nuevas, con planteamientos desconocidos, con reacciones y tomas de postura a las que no estamos acostumbrados. La vivencia sacramental, y cualquiera expresión eclesial, chocan con frecuencia con una realidad que desconcierta a quien no se ha atrevido a acercársele. Lo vemos en muchas celebraciones: las personas están, pero la comunicación es difícil, y la experiencia espiritual que se ofrece, a menudo no es entendida ni aceptada como desearíamos. Sin embargo, en mi esfuerzo de sintonía y comunicación, prefiero preguntarme no tanto si me han entendido, sino si realmente me he dado a entender.
Pero hay algo muy evidente: el mensaje es entendido y aceptado cuando el vehículo lo ha favorecido. Cuando se trata del Evangelio, que tiene un lenguaje tan sencillo y directo, la apreciación de los que nos observan tiene que ver más con la vida del que comunica y el ardor que pone en la comunicación, y no tanto con la coherencia del discurso. Quiero recordar aquellas tres sencillas preguntas sobre la homilía que monseñor Ricardo Blázquez planteó en el Sínodo sobre la Palabra de Dios: 1) Desde la escucha de la Palabra ¿qué dicen las lecturas que han de ser proclamadas? 2) ¿Qué me dicen a mí personalmente? 3) En la predicación y en nombre de Dios, ¿qué creo que he de decir a la comunidad en la situación en que se encuentra?
Ésta es una opción de acercamiento a la Palabra de Dios y a la comunidad que celebra, un signo de coherencia y de fidelidad, un esfuerzo pastoral para que cualquier actividad y la vida misma queden llenas de la Palabra y de la acción de Dios. Más aún, me parece particularmente importante que sea toda la pastoral la que reciba una fuerte dosis de humanización, lo que significa tener muy en cuenta a Jesús, con las prioridades que lo definían, que eran exponente de su gran humanidad: el acercamiento a los pobres, a los enfermos, a los pecadores, a los excluidos, a los más débiles... y una palabra para todo el mundo. Su acercamiento era fruto de su amor de entrega sin límite, tal como él vivía el amor del Padre.

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