De un tiempo a esta parte se van incorporando en las celebraciones litúrgicas las nuevas tecnologías. De las diapositivas con el texto de los cantos hemos pasado a Power Points con dibujos y textos explicativos de la celebración y hasta vídeos o retransmisiones en directo de la celebración en pantallas, para posibilitar que todos los fieles vean. Incluso en algunas parroquias, las pantallas que se utilizan para estas proyecciones forman parte del espacio celebrativo como si de un elemento más del presbiterio se tratara, situado al nivel del altar, del ambón o de la sede, pasando de ser un complemento de la celebración a convertirse en el centro de atención de la asamblea.
Es cierto que no debemos tener miedo a las nuevas tecnologías, pero no cabe duda de que debemos utilizarlas adecuadamente con el fin de que ayuden a la participación de los fieles en la celebración. Están al servicio de ésta y no al revés.
Muchas veces son fines pedagógicos los que motivan el uso de estos medios creyendo que por comprender todo lo que está sucediendo en la liturgia, por saber la estructura y las diferentes partes de cada celebración, se va a conseguir la plena, consciente y activa participación que pedía el Concilio Vaticano II. Explicar y comprender todo no es sinónimo de participar, ya que la liturgia pretende introducirnos en el misterio no a nivel intelectual sino espiritual. Todos hemos asistido alguna vez a un concierto o a un acto que nos ha invadido o “transportado” a otra dimensión, sin necesidad de ser un especialista en música o conocer minuciosamente el desarrollo de lo que acontecía. Seamos conscientes de que nadie se emborracha por conocer las propiedades del vino, sus tipos, lo que produce en el organismo al beberlo, etc.
Para utilizar correctamente los medios audiovisuales debemos recordar, en primer lugar, que la liturgia es una acción sagrada que acontece en un lugar sagrado. No es una representación teatral o una puesta en escena. Todo lo contrario: es la celebración de la fe, algo que toca las mismas entrañas del ser humano. Y, por ello, se desarrolla en un espacio sagrado cargado de símbolos, cuyo fin es trascendernos de nuestro ámbito cotidiano.
Y, en segundo lugar, conviene tener claro que en la liturgia hay unos momentos esenciales (la proclamación de las lecturas y la plegaria eucarística) que no deben ser obscurecidos o suplantados por ningún tipo de medio audiovisual. Si la asamblea fija su atención en la proyección de la pantalla y no en la escucha de la Palabra o se distrae durante la plegaria eucarística por contemplar las imágenes que en ese momento se ofrecen, no estaremos haciendo uso correcto de la tecnología, resultando perjudicial para la liturgia.
En la mesa de la palabra lo importante es oír, no ver, ya que en este momento Dios habla a su pueblo. Es necesario, por tanto, que se desarrolle favoreciendo la meditación y el recogimiento, evitando cualquier tipo de distracción. Podría ser conveniente proyectar el texto o la partitura del salmo responsorial para que la asamblea pueda unirse al canto. O, cuando en una celebración participan creyentes de distinta lengua, se puede ofrecer en las pantallas el texto bíblico proclamado en otros idiomas. También, tal y como se sugiere, se pueden hacer uso de imágenes en la misa de niños, durante la homilía, para resaltar las ideas principales, o después de ésta, en un momento de silencio, como recapitulación de la liturgia de la Palabra.
La importancia de la plegaria eucarística exige su escucha en silencio sin ningún tipo de distracción, como moniciones, oraciones, cantos, música de órganos u otros instrumentos, etc. La proyección de imágenes durante este momento central de la celebración, aunque la finalidad sea resaltar los gestos y las palabras que el sacerdote está haciendo y pronunciando en el altar, iría en contra del espíritu de la liturgia corriendo el riesgo, además, de que adquieran mayor relevancia que la misma acción litúrgica. (José Antonio Goñi)
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