Jesús, ésta es hoy mi oración:
Gracias por mi parroquia.
¡Estoy recibiendo tanto de ella!
¡Tengo tanto que agradecerle!
En ella te estoy descubriendo,
en ella estoy aprendiendo a amarte y a seguirte.
Desde ella escucho tu Buena Noticia,
desde ella recibo el pan necesario para el camino.
Cuando me canso, me deja su palabra de ánimo,
cuando me caigo, me entrega tu perdón.
Cuando me siento débil, ella me fortalece,
cuando me duermo, ella me despierta.
Gracias, Jesús, por mi parroquia,
Gracias por los niños y los jóvenes,
por los mayores y los ancianos.
Todos, formamos tu Comunidad, tu Iglesia.
También hoy quiero pedirte
por ella, Señor,
por sus grupos y actividades,
por su gente.
¡Cuánto me ayudan!
Que seamos un rincón cálido,
un lugar donde nos queramos y respetemos,
un espacio donde vivamos como hermanos,
donde, unidos, nos esforcemos por tu Reino.
Y te ruego algo más,
con la fuerza de que soy capaz.
Que mi parroquia no luche por sí y por su causa.
Se empeñe, más bien, en Ti y en tu causa.
Que no destaquemos por hacer muchas cosas,
por ser muchos e importantes.
Que nos conozcan, Señor, por vibrar y soñar
con lo que tú vibraste y soñaste.
lunes, 14 de noviembre de 2011
domingo, 13 de noviembre de 2011
Domingo XXXIII Tiempo Ordinario
“Tener talento” es, entre nosotros, una frecuente expresión popular, en la que el término “talento” llega a equipararse con la propia inteligencia. De hecho, en otros países de habla española, una persona inteligente o brillante suele ser designada como una persona “talentosa”.
Un talento equivalía a 6000 denarios, una cantidad muy importante, si tenemos en cuenta que un denario correspondía al jornal de un día de trabajo. Las cifras de que habla la parábola son, en cualquier caso, considerables. Y ello nos aporta ya una primera clave, que conviene no olvidar.
El don es abundante. El dador –como había puesto de relieve la parábola del sembrador- se caracteriza por el exceso y el derroche.
Frente a ese exceso de don, resulta todavía más mezquina la actitud del tercer empleado que, llevado por el miedo, esconde lo recibido.
Pero, antes de adentrarnos en el contenido de la parábola, me parece necesario advertir que se trata de un texto susceptible de alimentar justamente la actitud opuesta a la que Jesús preconizaba.
Leído en clave “religiosa” –y, en general, del yo-, pareciera que la narración es una apología de la idea del mérito y de la recompensa. Así hemos funcionado, con frecuencia, en la vida religiosa, también en la Iglesia.
El esquema básico se apoyaba en tres pilares: DON – EXIGENCIAS – RECOMPENSA. Este modo de plantear la relación entre Dios y el ser humano se derivaba de los pactos que los reyes solían hacer con sus vasallos. (No es extraño que la propia parábola se haya leído de esta forma: el rey da los talentos – les exige que los hagan fructificar – y recompensa a quien lo logra, mientras que castiga a quien fracasa).
Se aprecia fácilmente que ese esquema establece una relación mercantil. Y hoy también somos más conscientes de que una religiosidad establecida en clave de rivalidad –“do ut des”: “te doy para que me des”- no puede generar sino culpabilidad, rebeldía o resentimiento…
Por otro lado, esa manera de vivir la religión ha conducido a desviaciones graves como la autojustificación beata o la angustia culpabilizadora, donde el sujeto religioso llegaba a tener la sensación de haber sido encerrado por Dios mismo en un chantaje afectivo de imposible salida.
Personalmente, estoy convencido de que el mensaje y la propia práctica de Jesús constituyen un poderoso desactivador de tales posibles desviaciones, porque echan por tierra el esquema mismo.
No es el mérito, sino la gratuidad, lo que constituye el núcleo del mensaje de Jesús. Todo es don, Dios mismo es Gracia que rompe nuestras supuestas barreras de méritos y de “dignidad”.
¿Cómo leer entonces esta parábola? ¿No está insistiendo explícitamente en la obligatoriedad de “hacer producir” el don recibido para eludir la condena final?
Me parece que, para evitar, en lo posible, errores de lectura, es importante reconocer, de entrada, la limitación de los conceptos y de las palabras, así como su dependencia del contexto inmediato en el que se dicen.
Junto a ello, al acercarnos a un texto evangélico, no podemos olvidar nunca los elementos nucleares y característicos del propio evangelio. De otro modo corremos el riesgo de interpretar una perícopa determinada en contradicción con el evangelio en su conjunto.
En lo que se refiere a nuestro caso, lo que la parábola pretenda transmitir no puede ir nunca en contra de algo que para Jesús era prioritario: la gratuidad misericordiosa de Dios.
Un Dios “que ama a los ingratos y a los malos” (Lucas 6,35), que abraza al “hijo pródigo” y organiza una fiesta para él, sin ningún tipo de condición (Lucas 15,20-24), que es “amigo de publicanos y de pecadores” (Mateo 11,19)…, no puede luego “pasar cuentas” para admitir con él únicamente a quien ha “cumplido” y hecho suficientes méritos. Así pensaban los fariseos, no Jesús.
¿Qué significa esto? Que la “parábola de los talentos” no tiene por finalidad decirnos cómo es Dios –a diferencia, por ejemplo, de aquella otra del “hijo pródigo”-, sino que su objetivo es animarnos a despertar de la modorra y a superar el miedo que nos mantiene paralizados. Y en este sentido, se trata realmente de una narración sabia y estimulante.
Los talentos –sean cinco, dos o uno; en cualquier caso, una riqueza fabulosa- representan la riqueza que somos, de la que generalmente apenas conocemos una mínima parte.
La parábola viene a decirnos: tienes una riqueza, eres un tesoro…, ¡no tengas miedo ni te “entierres” en la mediocridad o superficialidad! Atrévete a vivir todo lo que eres.
Nos negamos a vivir cada vez que nos reducimos al pequeño mundo de nuestro ego, encerrándonos en él y en sus mezquinos intereses, ignorando la verdad de quienes somos. Esta ignorancia hace que olvidemos la riqueza que somos y compartimos.
Sin embargo, en la medida en que nos vamos abriendo a nuestra verdad, experimentamos el “gozo de nuestro señor”, no como un “premio” o recompensa a los méritos del yo –esto sería fariseísmo-, sino porque nuestra verdad coincide con ese mismo gozo: uno y otra son la Plenitud anhelada.
Por el contrario, cuando nos encerramos en el ego, lo que ahí aparece es “llanto y rechinar de dientes”, es decir, sufrimiento inútil y desazón constante, que no son un “castigo” proveniente de un Dios airado o molesto con nuestro comportamiento, sino consecuencia directa de ignorar la verdad de quienes somos. No olvidemos que ego es sinónimo de ignorancia, confusión y sufrimiento.
El “llanto y el rechinar de dientes” son imágenes apocalípticas, usadas para expresar un malestar agudo: la desesperación de los “impíos”, cuando se ven excluidos de la salvación. Es una pena que, durante tanto tiempo, se hayan leído de un modo literalista, hasta el punto de crear, a partir de ellas, un “infierno” para después de la muerte, como lugar de los condenados por Dios.
El infierno lo provoca nuestra ignorancia. Pero lo que somos –como don- es gozo y plenitud.
www.enriquemartinezlozano.com
Un talento equivalía a 6000 denarios, una cantidad muy importante, si tenemos en cuenta que un denario correspondía al jornal de un día de trabajo. Las cifras de que habla la parábola son, en cualquier caso, considerables. Y ello nos aporta ya una primera clave, que conviene no olvidar.
El don es abundante. El dador –como había puesto de relieve la parábola del sembrador- se caracteriza por el exceso y el derroche.
Frente a ese exceso de don, resulta todavía más mezquina la actitud del tercer empleado que, llevado por el miedo, esconde lo recibido.
Pero, antes de adentrarnos en el contenido de la parábola, me parece necesario advertir que se trata de un texto susceptible de alimentar justamente la actitud opuesta a la que Jesús preconizaba.
Leído en clave “religiosa” –y, en general, del yo-, pareciera que la narración es una apología de la idea del mérito y de la recompensa. Así hemos funcionado, con frecuencia, en la vida religiosa, también en la Iglesia.
El esquema básico se apoyaba en tres pilares: DON – EXIGENCIAS – RECOMPENSA. Este modo de plantear la relación entre Dios y el ser humano se derivaba de los pactos que los reyes solían hacer con sus vasallos. (No es extraño que la propia parábola se haya leído de esta forma: el rey da los talentos – les exige que los hagan fructificar – y recompensa a quien lo logra, mientras que castiga a quien fracasa).
Se aprecia fácilmente que ese esquema establece una relación mercantil. Y hoy también somos más conscientes de que una religiosidad establecida en clave de rivalidad –“do ut des”: “te doy para que me des”- no puede generar sino culpabilidad, rebeldía o resentimiento…
Por otro lado, esa manera de vivir la religión ha conducido a desviaciones graves como la autojustificación beata o la angustia culpabilizadora, donde el sujeto religioso llegaba a tener la sensación de haber sido encerrado por Dios mismo en un chantaje afectivo de imposible salida.
Personalmente, estoy convencido de que el mensaje y la propia práctica de Jesús constituyen un poderoso desactivador de tales posibles desviaciones, porque echan por tierra el esquema mismo.
No es el mérito, sino la gratuidad, lo que constituye el núcleo del mensaje de Jesús. Todo es don, Dios mismo es Gracia que rompe nuestras supuestas barreras de méritos y de “dignidad”.
¿Cómo leer entonces esta parábola? ¿No está insistiendo explícitamente en la obligatoriedad de “hacer producir” el don recibido para eludir la condena final?
Me parece que, para evitar, en lo posible, errores de lectura, es importante reconocer, de entrada, la limitación de los conceptos y de las palabras, así como su dependencia del contexto inmediato en el que se dicen.
Junto a ello, al acercarnos a un texto evangélico, no podemos olvidar nunca los elementos nucleares y característicos del propio evangelio. De otro modo corremos el riesgo de interpretar una perícopa determinada en contradicción con el evangelio en su conjunto.
En lo que se refiere a nuestro caso, lo que la parábola pretenda transmitir no puede ir nunca en contra de algo que para Jesús era prioritario: la gratuidad misericordiosa de Dios.
Un Dios “que ama a los ingratos y a los malos” (Lucas 6,35), que abraza al “hijo pródigo” y organiza una fiesta para él, sin ningún tipo de condición (Lucas 15,20-24), que es “amigo de publicanos y de pecadores” (Mateo 11,19)…, no puede luego “pasar cuentas” para admitir con él únicamente a quien ha “cumplido” y hecho suficientes méritos. Así pensaban los fariseos, no Jesús.
¿Qué significa esto? Que la “parábola de los talentos” no tiene por finalidad decirnos cómo es Dios –a diferencia, por ejemplo, de aquella otra del “hijo pródigo”-, sino que su objetivo es animarnos a despertar de la modorra y a superar el miedo que nos mantiene paralizados. Y en este sentido, se trata realmente de una narración sabia y estimulante.
Los talentos –sean cinco, dos o uno; en cualquier caso, una riqueza fabulosa- representan la riqueza que somos, de la que generalmente apenas conocemos una mínima parte.
La parábola viene a decirnos: tienes una riqueza, eres un tesoro…, ¡no tengas miedo ni te “entierres” en la mediocridad o superficialidad! Atrévete a vivir todo lo que eres.
Nos negamos a vivir cada vez que nos reducimos al pequeño mundo de nuestro ego, encerrándonos en él y en sus mezquinos intereses, ignorando la verdad de quienes somos. Esta ignorancia hace que olvidemos la riqueza que somos y compartimos.
Sin embargo, en la medida en que nos vamos abriendo a nuestra verdad, experimentamos el “gozo de nuestro señor”, no como un “premio” o recompensa a los méritos del yo –esto sería fariseísmo-, sino porque nuestra verdad coincide con ese mismo gozo: uno y otra son la Plenitud anhelada.
Por el contrario, cuando nos encerramos en el ego, lo que ahí aparece es “llanto y rechinar de dientes”, es decir, sufrimiento inútil y desazón constante, que no son un “castigo” proveniente de un Dios airado o molesto con nuestro comportamiento, sino consecuencia directa de ignorar la verdad de quienes somos. No olvidemos que ego es sinónimo de ignorancia, confusión y sufrimiento.
El “llanto y el rechinar de dientes” son imágenes apocalípticas, usadas para expresar un malestar agudo: la desesperación de los “impíos”, cuando se ven excluidos de la salvación. Es una pena que, durante tanto tiempo, se hayan leído de un modo literalista, hasta el punto de crear, a partir de ellas, un “infierno” para después de la muerte, como lugar de los condenados por Dios.
El infierno lo provoca nuestra ignorancia. Pero lo que somos –como don- es gozo y plenitud.
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viernes, 11 de noviembre de 2011
DESPIÉRTANOS, SEÑOR
Despierta, Señor, nuestros corazones,
Que se han dormido en cosas triviales
Y ya no tiene fuerza para amar con pasión.
Despierta, Señor, nuestra ilusión,
Que se ha apagado con pobres ilusiones
Y ya no tiene razones para esperar.
Despierta, Señor, nuestra sed de ti,
Porque bebemos aguas de sabor amargo
Que no sacian nuestros anhelos diarios.
Despierta, Señor, nuestra hambre de ti,
Porque comemos manjares que nos dejan hambrientos
Y sin fuerzas para seguir caminando.
Despierta, Señor, nuestras ansias de felicidad,
Porque nos perdemos en diversiones fatuas
Y nos abrimos los secretos escondidos de tus promesas.
Despierta, Señor, nuestro silencio hueco,
Porque necesitamos palabras de vida para vivir
Y sólo escuchamos reclamos de moda
y el consumo.
Despierta, Señor, nuestro anhelo de verte,
Pues tantas preocupaciones nos rinden
Y preferimos descansar a estar vigilantes.
Despierta, Señor, esa amistad gratuita,
Pues nos hemos instalado en los laureles
Y sólo apreciamos las cosas que cuestan.
Despierta, Señor, nuestra fe dormida,
Para que deje de tener pesadillas
Y podamos vivir todos los días como fiesta.
Despierta, Señor, tu palabra nueva,
Que nos libre de tantos anuncios y promesas
Y nos traiga tu claridad evangélica.
Despierta, Señor, nuestro espíritu,
Porque hay caminos que sólo se hacen
Con los ojos abiertos para reconocerte.
Despierta, Señor, tu fuego vivo.
Acrisolado por fuera y por dentro,
Y enséñanos a vivir despiertos y
Darnos cuenta que siempre caminas
Con nosotros.
Que se han dormido en cosas triviales
Y ya no tiene fuerza para amar con pasión.
Despierta, Señor, nuestra ilusión,
Que se ha apagado con pobres ilusiones
Y ya no tiene razones para esperar.
Despierta, Señor, nuestra sed de ti,
Porque bebemos aguas de sabor amargo
Que no sacian nuestros anhelos diarios.
Despierta, Señor, nuestra hambre de ti,
Porque comemos manjares que nos dejan hambrientos
Y sin fuerzas para seguir caminando.
Despierta, Señor, nuestras ansias de felicidad,
Porque nos perdemos en diversiones fatuas
Y nos abrimos los secretos escondidos de tus promesas.
Despierta, Señor, nuestro silencio hueco,
Porque necesitamos palabras de vida para vivir
Y sólo escuchamos reclamos de moda
y el consumo.
Despierta, Señor, nuestro anhelo de verte,
Pues tantas preocupaciones nos rinden
Y preferimos descansar a estar vigilantes.
Despierta, Señor, esa amistad gratuita,
Pues nos hemos instalado en los laureles
Y sólo apreciamos las cosas que cuestan.
Despierta, Señor, nuestra fe dormida,
Para que deje de tener pesadillas
Y podamos vivir todos los días como fiesta.
Despierta, Señor, tu palabra nueva,
Que nos libre de tantos anuncios y promesas
Y nos traiga tu claridad evangélica.
Despierta, Señor, nuestro espíritu,
Porque hay caminos que sólo se hacen
Con los ojos abiertos para reconocerte.
Despierta, Señor, tu fuego vivo.
Acrisolado por fuera y por dentro,
Y enséñanos a vivir despiertos y
Darnos cuenta que siempre caminas
Con nosotros.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
FELICIDAD
Son desesperados los esfuerzos que el hombre realiza para conseguir la felicidad; ¿por qué no llega nunca a alcanzarla de un modo pleno?
Es que un ser no será feliz hasta que no posea aquello para lo que fue creada su naturaleza.
El corazón humano ha sido creado solamente para Dios y, en consecuencia, en tanto será feliz en cuanto se acerque a Dios,, en cuando se haga poseer por Dios, en cuanto viva para Dios.
Los pulmones no viven sin oxígeno, los ojos sin luz, la flor sin la caricia del sol, el pájaro sin los dilatados espacios... y el hombre no puede vivir sin Dios.
Dios para él es el oxígeno, la luz, el sol, el espacio, la vida; Dios es la apetencia más urgente de todo su ser.
“Señor, eres justo en todo lo que nos has hecho, todas tus obras son verdad, rectos todos tus caminos, verdad todos tus juicios” (Dan 3,27). Siempre está bien lo que Dios hace; siempre busca Él nuestro bien personal, pro más que en determinadas ocasiones nosotros, no alcancemos a comprender cómo todo eso contribuye o a la gloria del Señor o a nuestro bien personal. Se impone un acto de fe, impulsado por el amor.
Es que un ser no será feliz hasta que no posea aquello para lo que fue creada su naturaleza.
El corazón humano ha sido creado solamente para Dios y, en consecuencia, en tanto será feliz en cuanto se acerque a Dios,, en cuando se haga poseer por Dios, en cuanto viva para Dios.
Los pulmones no viven sin oxígeno, los ojos sin luz, la flor sin la caricia del sol, el pájaro sin los dilatados espacios... y el hombre no puede vivir sin Dios.
Dios para él es el oxígeno, la luz, el sol, el espacio, la vida; Dios es la apetencia más urgente de todo su ser.
“Señor, eres justo en todo lo que nos has hecho, todas tus obras son verdad, rectos todos tus caminos, verdad todos tus juicios” (Dan 3,27). Siempre está bien lo que Dios hace; siempre busca Él nuestro bien personal, pro más que en determinadas ocasiones nosotros, no alcancemos a comprender cómo todo eso contribuye o a la gloria del Señor o a nuestro bien personal. Se impone un acto de fe, impulsado por el amor.
PRESENCIA:
Tómate un momento para comprobar
si estás Aquí realmente.
Con anterioridad a lo correcto y lo equivocado,
estamos Aquí sin más.
Con anterioridad al bien o al mal,
a lo digno o a lo indigno,
al pecador o al santo,
estamos Aquí, sin más.
Quédate Aquí,
en el lugar del Silencio,
donde el silencio interior danza;
justo aquí,
antes de saber algo, o de no saber nada.
Quédate Aquí,
donde todos los puntos de vista
se funden en un solo punto,
y ese único punto desaparece.
Intenta encontrar el Ahora,
donde rozas lo eterno,
y siente el eterno vivir y morir de cada momento,
para encontrarte aquí,
nada más,
antes de convertirte en experto,
antes de convertirte siquiera en principiante.
Quédate Aquí,
nada más,
donde eres lo que siempre será,
donde nunca le añadirás nada,
ni le quitarás nada a eso.
Quédate Aquí,
donde no quieres nada,
y donde no eres nada.
En el Aquí,
que es indescriptible,
donde encontramos el Misterio sólo desde el misterio,
o nos dejamos de encontrar.
Quédate Aquí
donde te descubres al no encontrarte,
en este lugar donde la tranquilidad es ensordecedora,
y la quietud se mueve
demasiado rápido como para atraparla.
Quédate Aquí,
donde eres lo que deseas
y deseas lo que eres,
y desaparece todo
en un radiante Vacío.
(Adyashanti)
si estás Aquí realmente.
Con anterioridad a lo correcto y lo equivocado,
estamos Aquí sin más.
Con anterioridad al bien o al mal,
a lo digno o a lo indigno,
al pecador o al santo,
estamos Aquí, sin más.
Quédate Aquí,
en el lugar del Silencio,
donde el silencio interior danza;
justo aquí,
antes de saber algo, o de no saber nada.
Quédate Aquí,
donde todos los puntos de vista
se funden en un solo punto,
y ese único punto desaparece.
Intenta encontrar el Ahora,
donde rozas lo eterno,
y siente el eterno vivir y morir de cada momento,
para encontrarte aquí,
nada más,
antes de convertirte en experto,
antes de convertirte siquiera en principiante.
Quédate Aquí,
nada más,
donde eres lo que siempre será,
donde nunca le añadirás nada,
ni le quitarás nada a eso.
Quédate Aquí,
donde no quieres nada,
y donde no eres nada.
En el Aquí,
que es indescriptible,
donde encontramos el Misterio sólo desde el misterio,
o nos dejamos de encontrar.
Quédate Aquí
donde te descubres al no encontrarte,
en este lugar donde la tranquilidad es ensordecedora,
y la quietud se mueve
demasiado rápido como para atraparla.
Quédate Aquí,
donde eres lo que deseas
y deseas lo que eres,
y desaparece todo
en un radiante Vacío.
(Adyashanti)
martes, 8 de noviembre de 2011
PEDID, BUSCAD, LLAMAD
El que reza “ha de aprender que no puede pedir cosas superficiales y banales que desea en ese momento, la pequeña esperanza equivocada que lo aleja de Dios. Ha de purificar sus deseos y sus esperanzas. Debe liberarse de las mentiras ocultas con que se engaña a sí mismo: Dios las escrita, y la confrontación con Dios obliga al ser humano a recocerlas también...” (Spe Salvi)
COMPLEJOS
Modernamente se está hablando mucho de complejos que alteran la vida del hombre.
Unos tienen complejos de inferioridad, que los anulan.
Otros, complejos de timidez, que los inhiben.
No faltan quienes experimentan el complejo de superioridad o de dominio, que los lanza a empresas desorbitadas que ineludiblemente terminan en fracasos desalentadores.
Dicen los psicólogos que, quien más quien menos, todos estamos en el ámbito de algún complejo.
¿Por qué entonces extrañarnos de tener el complejo de Dios?
Sí, al fin y al cabo, es el único complejo verdaderamente liberador, el único que no aplasta, sino que alienta, el único que no corta las alas sino que las extiende y aumenta su potencialidad.
Ver en todo a Dios no destruye la propia personalidad, sino que la reafirma, la orienta, la fundamenta y la robustece.
“Exaltándose a sí mismo el hombre como regla absoluta, o hundiéndose hasta la desesperación, la duda y la ansiedad se siguen en consecuencia... La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, con capacidad para conocer y amar a su Creador y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible, para gobernarla y usarla, glorificando a Dios” (GS 12)
Unos tienen complejos de inferioridad, que los anulan.
Otros, complejos de timidez, que los inhiben.
No faltan quienes experimentan el complejo de superioridad o de dominio, que los lanza a empresas desorbitadas que ineludiblemente terminan en fracasos desalentadores.
Dicen los psicólogos que, quien más quien menos, todos estamos en el ámbito de algún complejo.
¿Por qué entonces extrañarnos de tener el complejo de Dios?
Sí, al fin y al cabo, es el único complejo verdaderamente liberador, el único que no aplasta, sino que alienta, el único que no corta las alas sino que las extiende y aumenta su potencialidad.
Ver en todo a Dios no destruye la propia personalidad, sino que la reafirma, la orienta, la fundamenta y la robustece.
“Exaltándose a sí mismo el hombre como regla absoluta, o hundiéndose hasta la desesperación, la duda y la ansiedad se siguen en consecuencia... La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, con capacidad para conocer y amar a su Creador y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible, para gobernarla y usarla, glorificando a Dios” (GS 12)
lunes, 7 de noviembre de 2011
EL MEJOR CUADRO
Érase una vez un rey que ofreció una gran recompensa al artista que hiciera el mejor cuadro sobre la paz. De entre los presentados, el rey eligió uno que dibujaba montañas puntiagudas y desnudas sobre las que el cielo iracundo lanzaba rayos y una pertinaz lluvia. Cuando se le preguntó la razón de su elección señaló una hendidura de la roca. Sobre ella un pájaro había construido su nido y descansaba esperando que se abrieran los huevos. Y es que la paz, explicó el monarca, no significa estar en un lugar donde no haya ruidos ni problemas ni duros trabajos. Paz es vivir en medio de todas esas turbulencias y sin embargo tener tranquilo el corazón.
TODO CON LOS DEMÁS
Compadecer es padecer con otro; pero no se puede padecer con otro si antes no se ha padecido solo.
Comprender es aprender con otro; pero eso requiere que antes hayamos aprendido nosotros solos.
Por eso, no debes juzgar que está perdiendo el tiempo ni los esfuerzos cuando estás sufriendo solo; te estás capacitando para sufrir con los demás.
Quien sabe sufrir, sabe hacer sufrir menos; quien sabe llorar, sabe comprender mejor a los que lloran.
A veces se sufre más de lo que Dios quiere, o porque se sufre como Dios no quiere, o porque no se sufre con los demás.
No se puede llegar a comprender lo que significa una lágrima si antes no se ha gustado su sabor salado rodando por las propias mejillas y llegando a los propios labios.
¡Qué cosa llamativa! Las lágrimas propias saber a salado; las lágrimas de los demás saben a dulce cuando se mezclan con las propias.
“Escucha mi súplica, oh Señor, presta oído a mi grito, no te hagas sordo a mis lágrimas, pues soy un forastero junto a ti, un huésped como todos mis padres” (Salmo 39). Dios siempre escucha nuestras súplicas, si es que éstas se hallan presentadas con la debida humildad y confianza en su bondad infinita.
Comprender es aprender con otro; pero eso requiere que antes hayamos aprendido nosotros solos.
Por eso, no debes juzgar que está perdiendo el tiempo ni los esfuerzos cuando estás sufriendo solo; te estás capacitando para sufrir con los demás.
Quien sabe sufrir, sabe hacer sufrir menos; quien sabe llorar, sabe comprender mejor a los que lloran.
A veces se sufre más de lo que Dios quiere, o porque se sufre como Dios no quiere, o porque no se sufre con los demás.
No se puede llegar a comprender lo que significa una lágrima si antes no se ha gustado su sabor salado rodando por las propias mejillas y llegando a los propios labios.
¡Qué cosa llamativa! Las lágrimas propias saber a salado; las lágrimas de los demás saben a dulce cuando se mezclan con las propias.
“Escucha mi súplica, oh Señor, presta oído a mi grito, no te hagas sordo a mis lágrimas, pues soy un forastero junto a ti, un huésped como todos mis padres” (Salmo 39). Dios siempre escucha nuestras súplicas, si es que éstas se hallan presentadas con la debida humildad y confianza en su bondad infinita.
domingo, 6 de noviembre de 2011
PREVISORES
Señor Jesús:
“Aparta de nosotros todos los males,
Para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu,
Podamos libremente cumplir tu voluntad”.
Estar bien dispuesto supone “tomar las lámparas
Y salir a esperar al esposo”.
La actitud de “velar” exige de nuestra parte:
Fe dinámica.
Esperanza segura y activa.
Amor real y concreto...
Muchas veces “nos entra sueño y nos dormimos”,
Pero lo importante es tener el “aceite” preparado....
Para el momento oportuno.
Señor Jesús:
Tú sabes que ese “aceite” se consigue poco a poco,
Con una vida de piedad constante,
Y un comportamiento creyente y coherente...
Ese “aceite” no se puede improvisar,
Ni tampoco recibir de otros,
Porque hay que conseguirlo día a día y cada uno...
No basta con decir:
“Señor, Señor, ábrenos”,
Sino que hay que tener “aceite” en reserva,
Sabiendo que “lo encuentran los que lo buscan”
Y que transforma y fortalece “nuestro corazón”.
“Aparta de nosotros todos los males,
Para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu,
Podamos libremente cumplir tu voluntad”.
Estar bien dispuesto supone “tomar las lámparas
Y salir a esperar al esposo”.
La actitud de “velar” exige de nuestra parte:
Fe dinámica.
Esperanza segura y activa.
Amor real y concreto...
Muchas veces “nos entra sueño y nos dormimos”,
Pero lo importante es tener el “aceite” preparado....
Para el momento oportuno.
Señor Jesús:
Tú sabes que ese “aceite” se consigue poco a poco,
Con una vida de piedad constante,
Y un comportamiento creyente y coherente...
Ese “aceite” no se puede improvisar,
Ni tampoco recibir de otros,
Porque hay que conseguirlo día a día y cada uno...
No basta con decir:
“Señor, Señor, ábrenos”,
Sino que hay que tener “aceite” en reserva,
Sabiendo que “lo encuentran los que lo buscan”
Y que transforma y fortalece “nuestro corazón”.
IMAGEN Y SEMAJANZA
Dice la Biblia que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza; esta afirmación está henchida de significado.
Esa imagen y semejanza de Dios deberá existir en todas y cada una de nuestras acciones exteriores e interiores.
De tal forma que dios pueda reflejarse y contemplarse a Sí mismo cuando se asome a la ventana de nuestro espíritu.
Cada acción del día de mañana deberá ser, pues, una semejanza de Dios.
En cada una de ellas deberemos poder hallar un parecido de Dios por el que cuantos nos rodean puedan llegar a descubrirlo en nosotros.
Cada uno de nuestros actos deberá llevar un poco de la belleza de Dios, de la bondad de Dios, del amor de Dios.
Así, más que vivir nosotros en el día de mañana, será Dios el que viva en nosotros.
“Ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos dejes caer en la confusión, trátanos conforme a tu bondad y según la abundancia de tu misericordia” (Dan 3,4). Más nos conviene fiarnos de la bondad de Dios que en la de las criaturas.
Esa imagen y semejanza de Dios deberá existir en todas y cada una de nuestras acciones exteriores e interiores.
De tal forma que dios pueda reflejarse y contemplarse a Sí mismo cuando se asome a la ventana de nuestro espíritu.
Cada acción del día de mañana deberá ser, pues, una semejanza de Dios.
En cada una de ellas deberemos poder hallar un parecido de Dios por el que cuantos nos rodean puedan llegar a descubrirlo en nosotros.
Cada uno de nuestros actos deberá llevar un poco de la belleza de Dios, de la bondad de Dios, del amor de Dios.
Así, más que vivir nosotros en el día de mañana, será Dios el que viva en nosotros.
“Ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos dejes caer en la confusión, trátanos conforme a tu bondad y según la abundancia de tu misericordia” (Dan 3,4). Más nos conviene fiarnos de la bondad de Dios que en la de las criaturas.
viernes, 4 de noviembre de 2011
UNA MIRADA TRANSPERSONAL
Cuando la enésima crisis económica,
que castiga siempre a los más pobres,
nos dice que el capitalismo resulta definitivamente inviable;
cuando la recurrente crisis ecológica
nos hace conscientes del peligro
que se cierne sobre nuestro planeta;
cuando la injusticia social
ahonda la brecha entre personas y pueblos;
cuando las relaciones interpersonales se deterioran
y es difícil mantener el respeto y el amor a los otros;
cuando las religiones son incapaces de dar respuestas
o, peor aún, se convierten en amenaza para la convivencia…,
algo nos está diciendo
que necesitamos cambiar nuestra mirada.
Porque los cambios transformadores no llegarán de fuera,
ni de políticas sociales
-por más que sean imprescindibles-,
ni de compromisos voluntaristas
-aunque el compromiso vendrá-,
sino de una transformación de la conciencia,
de un nuevo modo de percibirnos y de percibir,
de descubrir quienes somos,
en la gran Red de lo que Es…,
cuando podamos cambiar nuestra mirada.
La mirada es un reflejo de la Conciencia,
del “lugar” donde estamos situados
y de la mayor o menor capacidad y amplitud
para permitir que aquélla nos ilumine.
A más ego,
a mayor identificación con la mente,
más bloqueo de la luz;
a más pensamiento, menos Conciencia
y más reductora y pobre nuestra mirada.
Hijos de nuestra historia
y del propio proceso evolutivo,
venimos de una identificación completa con el “yo”;
hasta el punto de definirnos como “animales racionales”,
haciendo de la mente nuestra identidad más elevada.
Sin embargo, la mente no puede sino separar,
fracturar, dividir, aislar,
a partir de su propia naturaleza dualista.
Emergida como un inmenso logro de la evolución,
quedó atrapada en su orgullo
-la “diosa Razón”-,
se erigió en juez y árbitro supremo,
conduciéndonos a callejones sin salida,
para acabar distorsionando nuestra mirada.
La del yo –la de la mente-
es una mirada dual
que se pierde en sus análisis
y se revela incapaz de captar
el núcleo último de lo Real.
Por eso mismo,
nos entretiene y despista,
nos empequeñece y reduce,
nos oprime y nos aísla.
El yo sólo sabe de apego,
víctima de un deseo insaciable,
origen de todo sufrimiento
y, en último término,
causa de la ignorancia
que vela nuestra mirada.
Lo que propugnamos, sin embargo,
no es un retorno ingenuo a lo pre-mental,
un regreso retrorromántico a lo prerracional
-como ocurre en ciertas corrientes de la Nueva Era-,
en un viaje ilusorio a ninguna parte.
Asumimos nuestro pasado,
arcaico, mágico, mítico y racional,
lo valoramos y agradecemos,
pero no echamos de menos su mirada.
Nos hallamos en un punto de inflexión,
en el que, agotado el modelo mental
-y el yo, sustentado sobre él
y por él posibilitado-,
ha emergido en nosotros la capacidad inédita
de observar la propia mente:
así, al poder desidentificarnos de ella,
empezamos a verla como un “objeto”
-un “objeto mental” es también el propio “yo”-
y empezamos a percibirnos capaces de trascenderla:
indudablemente, está naciendo una nueva mirada.
Es cierto:
todavía habremos de seguir integrando el yo,
necesitado de un trabajo psicológico
que, sobre las bases de la lucidez y de la humildad,
y gracias a una mirada amorosa,
favorezca su unificación y armonía.
La misma evolución nos dice
que no se dan saltos en el vacío,
por lo que, aun reconocido el carácter ilusorio del yo,
es necesario integrarlo para trascenderlo,
si no queremos seguir siendo esclavos de su miope mirada.
Aceptado, agradecido e integrado;
acallada la mente
en un silenciamiento que la trasciende,
fruto de ser sencillamente observada,
emerge, serena y silenciosa,
gozosa y ecuánime,
la Identidad que observa:
Porque no somos nunca lo observado,
sino el Testigo
de donde nace una nueva mirada.
Al observar la mente,
desde la distancia,
“salimos” de ella.
Y, al salir,
liberándonos de la tiranía del pensamiento,
percibimos que se ha creado un “Espacio”
en torno a ella.
Espacio que, siendo libertad y descanso,
es, en último término,
nuestra más profunda Identidad.
Espacio que es pura Presencia consciente,
Presencia que compartimos todos los seres,
lo Mismo que somos,
aunque no seamos “iguales”.
Espacio y Presencia
donde se genera una nueva mirada.
Ese Espacio es Conciencia,
donde está la mente,
siendo mucho más que mente;
es Presencia,
donde el yo ha perdido su carácter
de identidad última y definitiva;
es Océano,
en el que las olas surgen,
porque es el Agua
sustancia común de uno y otras.
Y del mismo modo que el Agua
no ve la realidad como la ven las olas,
de la Presencia que somos,
de la Conciencia-sin-pensamientos
brota una nueva mirada.
A esa mirada,
que no divide, juzga ni separa,
a falta de otro término mejor,
la llamamos “transpersonal”;
sencillamente, porque trasciende el yo,
desvelándonos la Identidad compartida,
en la que “todo está bien”,
porque todo es un fluir y desplegarse,
manifestarse y expresarse,
del Misterio último que Es y Somos,
Misterio que nos regala su propia mirada.
Se está operando así en nosotros
la ampliación o transformación de la conciencia,
desde la que,
modificándose nuestra propia capacidad de percibir,
todo es visto de un modo nuevo:
nuestra identidad,
la realidad de los otros,
el valor de las cosas,
el objeto y sentido de nuestra existencia,
las relaciones interpersonales, sociales y políticas,
la economía, la ecología, la cultura, la política y la religión…
Sobre todo ello cae una nueva mirada.
La misma Realidad
que las religiones, desde el nivel mental,
han llamado “Dios”,
así como los textos sagrados:
mapas maravillosos que leen nuestra búsqueda
y apuntan –aun sin saberlo conscientemente-
a nuestra última Identidad.
“Dios” mismo,
llamado “Tú”, “Él” o “Yo”
-no importan tanto nuestra etiquetas mentales-,
se hace presente en toda su Belleza y Amor,
no como un “individuo” separado,
intervencionista y arbitrario,
sino como lo Real mismo,
en la Presencia Una que compartimos:
la Suya es nuestra mirada.
Favorecemos así que esta nueva Conciencia nos “ocupe”,
“habituándonos” a ella,
y que se expanda, más y más,
generando en el universo entero
un nuevo modo de ver,
del que surja un nuevo modo de obrar,
nacido, no de la mera voluntad,
sino de la Comprensión de lo que somos.
Un modo nuevo,
una nueva mirada,
que se plasme
en la economía y en la política,
en la ecología y en la sociedad,
en la cultura y en la religión.
Favorecer la transformación de la conciencia
es, por eso, un inmenso acto de amor.
Meditar se convierte en una forma de vivir,
una forma de ser
-venir al presente, atender a lo que acontece, acallar la mente-,
vivida como amor, bondad y compasión,
que franquea la puerta hacia la Plenitud,
otorgándonos la mirada transpersonal,
la mirada más ajustada.
En este reto estamos,
éste es nuestro desafío
y lo más característico de la “nueva conciencia”:
la capacidad de trascender el pensamiento,
descubriendo en nosotros un “espacio”
anterior al pensamiento
e infinitamente más vasto que él:
no soy el yo que piensa,
sino la conciencia que está detrás
y es consciente de ellos:
la Conciencia es el sujeto de la mirada transpersonal.
La mirada transpersonal
no nace de la mente,
sino de la Conciencia;
no surge del pensamiento,
sino de la Presencia;
no brota del ego,
sino de la Identidad compartida
en la que nos descubrimos que,
sin ser iguales,
somos lo mismo:
el Ser del que todo está “hecho”.
La mirada transpersonal
es desapropiada,
porque no hay un ego que persiga la apropiación;
y, por ello mismo, des-interesada,
porque no hay un ego que busque su interés;
es, en una palabra,
desegocentrada, es decir,
espaciosa, abierta y admirada,
inocente, gozosa y esperanzada,
ecuánime y no-juzgadora,
serena y creadora de espacios de libertad.
La mirada transpersonal
es transmental:
requiere haber tomado distancia de la mente,
de sus pre-juicios y etiquetas,
de su afán controlador
y de sus pretensiones de tener razón.
Es una mirada
únicamente posible en el silenciamiento mental,
en la insondable profundidad del “aquí y ahora”,
en la Belleza inigualable del momento Presente
cuando, acallada la mente,
emerge y se desvela la Plenitud que siempre Es.
La mirada transpersonal
es no-dual,
como el propio Presente integrador:
no puede ver algo, sin ver Todo;
ni aprecia la diferencia, sin percibir la Unidad
que en toda ella late.
Sin negar la omnipresente polaridad,
sabe ver, más allá de ella,
el Misterio que todo lo abraza,
en el que descansa
y desde el que vive.
Por eso mismo,
porque en todo ve el Todo,
la mirada transpersonal
es siempre una mirada compasiva:
en una Compasión genuina,
que no nace de la voluntad,
sino de la Comprensión.
La mirada transpersonal
“es paciente y bondadosa;
no tiene envidia,
ni orgullo, ni jactancia.
No es grosera ni egoísta;
no se irrita ni lleva cuentas del mal;
no se alegra de la injusticia,
sino que encuentra su alegría en la verdad.
Todo lo excusa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo aguanta”,
igual que el Amor
(Primera Carta a los Corintios 13,4-7).
Indudablemente,
la mirada transpersonal es…
la mirada de Dios.
Y, gracias a ella,
descubrimos también que,
aun en medio de todas las dificultades,
problemas, conflictos y oscuridades,
todo el Universo,
el Misterio último de lo Real,
Dios mismo
-si os gusta ese nombre-
está inspirando y conspirando
a nuestro favor para que,
como el gusano de seda
que cree morir en la oscuridad de su caparazón,
podamos ser transformados
en la mariposa libre y luminosa
que, de fondo, somos.
La mirada transpersonal
sabe y nos capacita
para que, muriendo al “gusano” del ego,
gracias a la Comprensión,
pueda nacer y expresarse
la “mariposa” que somos,
en la Plenitud del Presente,
en el que se nos revela
nuestra identidad más profunda,
la Identidad compartida,
en la Unidad-sin-costuras de lo Real.
La mirada transpersonal
sabe ver las crisis como oportunidad,
el dolor como maestro,
el fracaso como “lugar” de desapropiación.
Porque no olvida que
“cuando el corazón (ego) llora por lo que ha perdido,
el espíritu ríe por lo que ha encontrado”.
Conoce la riqueza que encierra el Silencio,
matriz fecunda
donde se fragua, pacientemente, la transformación.
Y acoge todo lo que llega,
dándole la bienvenida,
como al huésped más esperado,
aunque su llegada descoloque al yo.
El cambio duele y nos resistimos a él
porque, como le pasa al gusano,
no sabemos que nos vamos a transformar
en un nuevo ser.
Por eso seguimos aferrados a las viejas estructuras egoicas
que, aunque caducas y estériles,
parecen aportarnos seguridad.
Desde la mirada del yo
-de la mente dual-
no lograremos trascenderlas.
Sólo el silenciamiento mental,
al venir al presente,
nos da la mirada adecuada,
que nos permite
sospechar…, intuir…, vislumbrar…
y empezar a saborear
-no se sabe hasta que no se saborea,
no se conoce hasta que no se es-
el Misterio inefable
que a la mente se le escapa
y que se nos hace patente…
en la mirada transpersonal.
Enrique Martínez Lozano,
Sabiduría para despertar.
Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos,
Desclée de Brouwer, Bilbao 2011, pp. 387-399.
que castiga siempre a los más pobres,
nos dice que el capitalismo resulta definitivamente inviable;
cuando la recurrente crisis ecológica
nos hace conscientes del peligro
que se cierne sobre nuestro planeta;
cuando la injusticia social
ahonda la brecha entre personas y pueblos;
cuando las relaciones interpersonales se deterioran
y es difícil mantener el respeto y el amor a los otros;
cuando las religiones son incapaces de dar respuestas
o, peor aún, se convierten en amenaza para la convivencia…,
algo nos está diciendo
que necesitamos cambiar nuestra mirada.
Porque los cambios transformadores no llegarán de fuera,
ni de políticas sociales
-por más que sean imprescindibles-,
ni de compromisos voluntaristas
-aunque el compromiso vendrá-,
sino de una transformación de la conciencia,
de un nuevo modo de percibirnos y de percibir,
de descubrir quienes somos,
en la gran Red de lo que Es…,
cuando podamos cambiar nuestra mirada.
La mirada es un reflejo de la Conciencia,
del “lugar” donde estamos situados
y de la mayor o menor capacidad y amplitud
para permitir que aquélla nos ilumine.
A más ego,
a mayor identificación con la mente,
más bloqueo de la luz;
a más pensamiento, menos Conciencia
y más reductora y pobre nuestra mirada.
Hijos de nuestra historia
y del propio proceso evolutivo,
venimos de una identificación completa con el “yo”;
hasta el punto de definirnos como “animales racionales”,
haciendo de la mente nuestra identidad más elevada.
Sin embargo, la mente no puede sino separar,
fracturar, dividir, aislar,
a partir de su propia naturaleza dualista.
Emergida como un inmenso logro de la evolución,
quedó atrapada en su orgullo
-la “diosa Razón”-,
se erigió en juez y árbitro supremo,
conduciéndonos a callejones sin salida,
para acabar distorsionando nuestra mirada.
La del yo –la de la mente-
es una mirada dual
que se pierde en sus análisis
y se revela incapaz de captar
el núcleo último de lo Real.
Por eso mismo,
nos entretiene y despista,
nos empequeñece y reduce,
nos oprime y nos aísla.
El yo sólo sabe de apego,
víctima de un deseo insaciable,
origen de todo sufrimiento
y, en último término,
causa de la ignorancia
que vela nuestra mirada.
Lo que propugnamos, sin embargo,
no es un retorno ingenuo a lo pre-mental,
un regreso retrorromántico a lo prerracional
-como ocurre en ciertas corrientes de la Nueva Era-,
en un viaje ilusorio a ninguna parte.
Asumimos nuestro pasado,
arcaico, mágico, mítico y racional,
lo valoramos y agradecemos,
pero no echamos de menos su mirada.
Nos hallamos en un punto de inflexión,
en el que, agotado el modelo mental
-y el yo, sustentado sobre él
y por él posibilitado-,
ha emergido en nosotros la capacidad inédita
de observar la propia mente:
así, al poder desidentificarnos de ella,
empezamos a verla como un “objeto”
-un “objeto mental” es también el propio “yo”-
y empezamos a percibirnos capaces de trascenderla:
indudablemente, está naciendo una nueva mirada.
Es cierto:
todavía habremos de seguir integrando el yo,
necesitado de un trabajo psicológico
que, sobre las bases de la lucidez y de la humildad,
y gracias a una mirada amorosa,
favorezca su unificación y armonía.
La misma evolución nos dice
que no se dan saltos en el vacío,
por lo que, aun reconocido el carácter ilusorio del yo,
es necesario integrarlo para trascenderlo,
si no queremos seguir siendo esclavos de su miope mirada.
Aceptado, agradecido e integrado;
acallada la mente
en un silenciamiento que la trasciende,
fruto de ser sencillamente observada,
emerge, serena y silenciosa,
gozosa y ecuánime,
la Identidad que observa:
Porque no somos nunca lo observado,
sino el Testigo
de donde nace una nueva mirada.
Al observar la mente,
desde la distancia,
“salimos” de ella.
Y, al salir,
liberándonos de la tiranía del pensamiento,
percibimos que se ha creado un “Espacio”
en torno a ella.
Espacio que, siendo libertad y descanso,
es, en último término,
nuestra más profunda Identidad.
Espacio que es pura Presencia consciente,
Presencia que compartimos todos los seres,
lo Mismo que somos,
aunque no seamos “iguales”.
Espacio y Presencia
donde se genera una nueva mirada.
Ese Espacio es Conciencia,
donde está la mente,
siendo mucho más que mente;
es Presencia,
donde el yo ha perdido su carácter
de identidad última y definitiva;
es Océano,
en el que las olas surgen,
porque es el Agua
sustancia común de uno y otras.
Y del mismo modo que el Agua
no ve la realidad como la ven las olas,
de la Presencia que somos,
de la Conciencia-sin-pensamientos
brota una nueva mirada.
A esa mirada,
que no divide, juzga ni separa,
a falta de otro término mejor,
la llamamos “transpersonal”;
sencillamente, porque trasciende el yo,
desvelándonos la Identidad compartida,
en la que “todo está bien”,
porque todo es un fluir y desplegarse,
manifestarse y expresarse,
del Misterio último que Es y Somos,
Misterio que nos regala su propia mirada.
Se está operando así en nosotros
la ampliación o transformación de la conciencia,
desde la que,
modificándose nuestra propia capacidad de percibir,
todo es visto de un modo nuevo:
nuestra identidad,
la realidad de los otros,
el valor de las cosas,
el objeto y sentido de nuestra existencia,
las relaciones interpersonales, sociales y políticas,
la economía, la ecología, la cultura, la política y la religión…
Sobre todo ello cae una nueva mirada.
La misma Realidad
que las religiones, desde el nivel mental,
han llamado “Dios”,
así como los textos sagrados:
mapas maravillosos que leen nuestra búsqueda
y apuntan –aun sin saberlo conscientemente-
a nuestra última Identidad.
“Dios” mismo,
llamado “Tú”, “Él” o “Yo”
-no importan tanto nuestra etiquetas mentales-,
se hace presente en toda su Belleza y Amor,
no como un “individuo” separado,
intervencionista y arbitrario,
sino como lo Real mismo,
en la Presencia Una que compartimos:
la Suya es nuestra mirada.
Favorecemos así que esta nueva Conciencia nos “ocupe”,
“habituándonos” a ella,
y que se expanda, más y más,
generando en el universo entero
un nuevo modo de ver,
del que surja un nuevo modo de obrar,
nacido, no de la mera voluntad,
sino de la Comprensión de lo que somos.
Un modo nuevo,
una nueva mirada,
que se plasme
en la economía y en la política,
en la ecología y en la sociedad,
en la cultura y en la religión.
Favorecer la transformación de la conciencia
es, por eso, un inmenso acto de amor.
Meditar se convierte en una forma de vivir,
una forma de ser
-venir al presente, atender a lo que acontece, acallar la mente-,
vivida como amor, bondad y compasión,
que franquea la puerta hacia la Plenitud,
otorgándonos la mirada transpersonal,
la mirada más ajustada.
En este reto estamos,
éste es nuestro desafío
y lo más característico de la “nueva conciencia”:
la capacidad de trascender el pensamiento,
descubriendo en nosotros un “espacio”
anterior al pensamiento
e infinitamente más vasto que él:
no soy el yo que piensa,
sino la conciencia que está detrás
y es consciente de ellos:
la Conciencia es el sujeto de la mirada transpersonal.
La mirada transpersonal
no nace de la mente,
sino de la Conciencia;
no surge del pensamiento,
sino de la Presencia;
no brota del ego,
sino de la Identidad compartida
en la que nos descubrimos que,
sin ser iguales,
somos lo mismo:
el Ser del que todo está “hecho”.
La mirada transpersonal
es desapropiada,
porque no hay un ego que persiga la apropiación;
y, por ello mismo, des-interesada,
porque no hay un ego que busque su interés;
es, en una palabra,
desegocentrada, es decir,
espaciosa, abierta y admirada,
inocente, gozosa y esperanzada,
ecuánime y no-juzgadora,
serena y creadora de espacios de libertad.
La mirada transpersonal
es transmental:
requiere haber tomado distancia de la mente,
de sus pre-juicios y etiquetas,
de su afán controlador
y de sus pretensiones de tener razón.
Es una mirada
únicamente posible en el silenciamiento mental,
en la insondable profundidad del “aquí y ahora”,
en la Belleza inigualable del momento Presente
cuando, acallada la mente,
emerge y se desvela la Plenitud que siempre Es.
La mirada transpersonal
es no-dual,
como el propio Presente integrador:
no puede ver algo, sin ver Todo;
ni aprecia la diferencia, sin percibir la Unidad
que en toda ella late.
Sin negar la omnipresente polaridad,
sabe ver, más allá de ella,
el Misterio que todo lo abraza,
en el que descansa
y desde el que vive.
Por eso mismo,
porque en todo ve el Todo,
la mirada transpersonal
es siempre una mirada compasiva:
en una Compasión genuina,
que no nace de la voluntad,
sino de la Comprensión.
La mirada transpersonal
“es paciente y bondadosa;
no tiene envidia,
ni orgullo, ni jactancia.
No es grosera ni egoísta;
no se irrita ni lleva cuentas del mal;
no se alegra de la injusticia,
sino que encuentra su alegría en la verdad.
Todo lo excusa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo aguanta”,
igual que el Amor
(Primera Carta a los Corintios 13,4-7).
Indudablemente,
la mirada transpersonal es…
la mirada de Dios.
Y, gracias a ella,
descubrimos también que,
aun en medio de todas las dificultades,
problemas, conflictos y oscuridades,
todo el Universo,
el Misterio último de lo Real,
Dios mismo
-si os gusta ese nombre-
está inspirando y conspirando
a nuestro favor para que,
como el gusano de seda
que cree morir en la oscuridad de su caparazón,
podamos ser transformados
en la mariposa libre y luminosa
que, de fondo, somos.
La mirada transpersonal
sabe y nos capacita
para que, muriendo al “gusano” del ego,
gracias a la Comprensión,
pueda nacer y expresarse
la “mariposa” que somos,
en la Plenitud del Presente,
en el que se nos revela
nuestra identidad más profunda,
la Identidad compartida,
en la Unidad-sin-costuras de lo Real.
La mirada transpersonal
sabe ver las crisis como oportunidad,
el dolor como maestro,
el fracaso como “lugar” de desapropiación.
Porque no olvida que
“cuando el corazón (ego) llora por lo que ha perdido,
el espíritu ríe por lo que ha encontrado”.
Conoce la riqueza que encierra el Silencio,
matriz fecunda
donde se fragua, pacientemente, la transformación.
Y acoge todo lo que llega,
dándole la bienvenida,
como al huésped más esperado,
aunque su llegada descoloque al yo.
El cambio duele y nos resistimos a él
porque, como le pasa al gusano,
no sabemos que nos vamos a transformar
en un nuevo ser.
Por eso seguimos aferrados a las viejas estructuras egoicas
que, aunque caducas y estériles,
parecen aportarnos seguridad.
Desde la mirada del yo
-de la mente dual-
no lograremos trascenderlas.
Sólo el silenciamiento mental,
al venir al presente,
nos da la mirada adecuada,
que nos permite
sospechar…, intuir…, vislumbrar…
y empezar a saborear
-no se sabe hasta que no se saborea,
no se conoce hasta que no se es-
el Misterio inefable
que a la mente se le escapa
y que se nos hace patente…
en la mirada transpersonal.
Enrique Martínez Lozano,
Sabiduría para despertar.
Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos,
Desclée de Brouwer, Bilbao 2011, pp. 387-399.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Maestra, ¿qué es el amor?
Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:
• Maestra… ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
• Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.
El primer alumno respondió:
• Yo traje esta flor… ¿no es bonita?
A continuación, otro alumno dijo:
- Yo traje este pichón de pajarito que encontré en un nido… ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando a los demás lo que habían recogido en el patio.
Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Se sentía avergonzada por no tener nada que enseñar.
La maestra se dirigió a ella:
• Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?
La criatura, tímidamente, respondió:
- Lo siento, seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves, llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también al pichoncito en su nido, pero…, al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí…
Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo enseñaros lo que he traído?
La maestra le dio las gracias a la alumna y emocionada le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón.
El amor es algo que se siente.
Hay que tener sensibilidad para vivirlo.
Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:
• Maestra… ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
• Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.
El primer alumno respondió:
• Yo traje esta flor… ¿no es bonita?
A continuación, otro alumno dijo:
- Yo traje este pichón de pajarito que encontré en un nido… ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando a los demás lo que habían recogido en el patio.
Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Se sentía avergonzada por no tener nada que enseñar.
La maestra se dirigió a ella:
• Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?
La criatura, tímidamente, respondió:
- Lo siento, seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves, llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también al pichoncito en su nido, pero…, al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí…
Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo enseñaros lo que he traído?
La maestra le dio las gracias a la alumna y emocionada le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón.
El amor es algo que se siente.
Hay que tener sensibilidad para vivirlo.
CONTRA LA POBREZA
La pobreza se concibe como la situación que afecta a las personas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas. Implica no tener la oportunidad de vivir una vida larga, sana, creativa...
Sudáfrica se destaca como ejemplo de país donde se ha producido la interacción entre el pueblo, el mercado y el Estado para erradicar la pobreza. El ímpetu político de la lucha contra el apartheid impulsa ahora la lucha contra la pobreza humana. Este proceso cuenta con el compromiso político, con estrategias basadas en las asociaciones entre el sector público y el privado, y con un proceso de desarrollo impulsado por el pueblo.
Sudáfrica se destaca como ejemplo de país donde se ha producido la interacción entre el pueblo, el mercado y el Estado para erradicar la pobreza. El ímpetu político de la lucha contra el apartheid impulsa ahora la lucha contra la pobreza humana. Este proceso cuenta con el compromiso político, con estrategias basadas en las asociaciones entre el sector público y el privado, y con un proceso de desarrollo impulsado por el pueblo.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
PEDID, BUSCAD, LLAMAD
El que reza “ha de aprender que no puede pedir cosas superficiales y banales que desea en ese momento, la pequeña esperanza equivocada que lo aleja de Dios. Ha de purificar sus deseos y sus esperanzas. Debe liberarse de las mentiras ocultas con que se engaña a sí mismo: Dios las escrita, y la confrontación con Dios obliga al ser humano a recocerlas también...” (Spe Salvi)
DIOS DE VIVOS
Señor Jesús:
Tú eres nuestra esperanza, cuando nos dices:
“Yo soy la resurrección y la vida;
El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;
Y el que esté vivo y cree en mí no morirá para siempre”.
Tú devolviste la vida a :
- Lázaro, tu amigo,
- La hija de Jairo,
- El hijo de la viuda de Naín...
Más aún, recuperaste la vida en el “misterio pascual”.
De esa VIDA, nos hablan los evangelios,
Que la Iglesia nos ofrece en este día:
- La alegría de seguir el camino de las Bienaventuranzas.
- El descanso de abandonarnos en tu “corazón”.
- La vigilancia de tener las “lámparas encendidas”.
- El amor a los demás del examen futuro.
- La fe de proclamarte y descubrirte Resucitado.
- La conciencia limpia del “criado” servicial.
- El perdón del que se arrepiente.
- La seguridad de que nos acompañas siempre.
- La fuerza de la Eucaristía como “viático”...
No es éste un día triste ni pesimista,
Sino de súplica e intercesión,
Para que “otorgues a los que han muerto
El lugar de luz y de la paz”,
Y de afianzar en todos “los creyentes
La esperanza de resucitar”. Amén.
Tú eres nuestra esperanza, cuando nos dices:
“Yo soy la resurrección y la vida;
El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;
Y el que esté vivo y cree en mí no morirá para siempre”.
Tú devolviste la vida a :
- Lázaro, tu amigo,
- La hija de Jairo,
- El hijo de la viuda de Naín...
Más aún, recuperaste la vida en el “misterio pascual”.
De esa VIDA, nos hablan los evangelios,
Que la Iglesia nos ofrece en este día:
- La alegría de seguir el camino de las Bienaventuranzas.
- El descanso de abandonarnos en tu “corazón”.
- La vigilancia de tener las “lámparas encendidas”.
- El amor a los demás del examen futuro.
- La fe de proclamarte y descubrirte Resucitado.
- La conciencia limpia del “criado” servicial.
- El perdón del que se arrepiente.
- La seguridad de que nos acompañas siempre.
- La fuerza de la Eucaristía como “viático”...
No es éste un día triste ni pesimista,
Sino de súplica e intercesión,
Para que “otorgues a los que han muerto
El lugar de luz y de la paz”,
Y de afianzar en todos “los creyentes
La esperanza de resucitar”. Amén.
martes, 1 de noviembre de 2011
CRISTO ES TODO
Cristo es todo para nosotros. Si quieres curar una herida, él es el médico; si estás ardiendo de fiebre, es fuente; si estás oprimido por la iniquidad, es justicia; si tienes necesidad de ayuda, es fuerza; si tienes miedo de la muerte, es vida; si deseas el cielo, es camino; si huyes de las tinieblas, es luz; si buscas comida, es alimento (San Ambrosio de Milán)
SIGNOS FELICES
Señor Jesús:
“Nos encaminamos alegres, guiados por la fe
Y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia”
Hacia la “ciudad santa, la Jerusalén celeste”,
Y nos presentas a Todos los Santos,
Porque “en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”.
También nosotros somos de los “que te buscan”
Y queremos tener “manos inocentes y puro corazón”
Deseamos vivir las Bienaventuranzas cada día
Y hacer realidad en nosotros:
- La humildad y sencillez para adelantar el Reino,
- La firmeza y paciencia, para transformar la tierra,
- La constancia y fortaleza, para encontrar consuelo en ti,
- La fortaleza y solidaridad, para compartirlo todo con los demás,
- La comprensión y la tolerancia, para participar de su misericordia,
- La trasparencia y sinceridad, para verte y sentirte cerca,
- La concordia y la reconciliación, para ser en verdad “los hijos de Dios”,
- El testimonio y la alegría, para demostrar tu ayuda, aún en las dificultades...
Ayúdanos, Señor Jesús, a imitar a los Santos
“realizando nuestra santidad
Por la participación en la plenitud de tu amor”. Amén.
“Nos encaminamos alegres, guiados por la fe
Y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia”
Hacia la “ciudad santa, la Jerusalén celeste”,
Y nos presentas a Todos los Santos,
Porque “en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”.
También nosotros somos de los “que te buscan”
Y queremos tener “manos inocentes y puro corazón”
Deseamos vivir las Bienaventuranzas cada día
Y hacer realidad en nosotros:
- La humildad y sencillez para adelantar el Reino,
- La firmeza y paciencia, para transformar la tierra,
- La constancia y fortaleza, para encontrar consuelo en ti,
- La fortaleza y solidaridad, para compartirlo todo con los demás,
- La comprensión y la tolerancia, para participar de su misericordia,
- La trasparencia y sinceridad, para verte y sentirte cerca,
- La concordia y la reconciliación, para ser en verdad “los hijos de Dios”,
- El testimonio y la alegría, para demostrar tu ayuda, aún en las dificultades...
Ayúdanos, Señor Jesús, a imitar a los Santos
“realizando nuestra santidad
Por la participación en la plenitud de tu amor”. Amén.
TODOS LOS SANTOS
El origen de la fiesta de Todos los Santos es antiquísima. Según algunos, fue el papa Bonifacio VIII, alrededor del año 610, quien consagró el “Panteón de Agripa” al culto de la “Virgen y los mártires”. Posteriormente el papa Gregorio III situó la fecha el 1 de noviembre, porque coincidía con una de las cuatro grandes fiestas de los pueblos germanos. De este modo, los pueblos de tradición pagana que se estaban convirtiendo al cristianismo podrían mantener sus fiestas sin que supusieran desechar su cultura e identidad.
lunes, 31 de octubre de 2011
HALLOWEEN?
Està molt bé conéixer tradicions d'altres cultures, ja que això ens permet acostar-nos més i millor a altres persones que en altres temps vivien lluny de nosaltres, però ara, en este món globalitzat tenim al costat. Però d'ací a convertir esta festa (per anomenar-la quelcom), en una celebració quasi més important que les nostres... els xiquets no ixen en Nadal a cantar nadales, però sí que van porta per porta (esta nit mateix han cridat a la meua) en grup dient: "truc o tracte", que la veritat no sé que vol dir... normalment no solc obrir la porta a ningú, però hui menys... respecte, conec i en certa manera aprecie estos xiquets i a les seues famílies... però no pense que perdre tradicions nostres a favor d'altres, que damunt els que les celebren no saben d'on vénen... si algú em convenç i si no, el que s'ha dit, conéixer-les, respectar-les però que no ens dominen estes tradicions que ens fiquen més si és possible dins de les gola imperialistes de certs països... i per això escric estes línies en valencià... no siga que com està passant ara mateix en el "coetodromo" de Paterna, difuminem una tradició tan d'ací com els coets tradicionals en disfresses que com dic no entenc (tal vegada siga per això)...
Somos 7000 mil millones de habitantes
El mundo cuenta con 7.000 millones de humanos y varios países reivindicaron este lunes el nacimiento que ilustra simbólicamente los retos del crecimiento demográfico. Este lunes, Filipinas celebró el nacimiento de Danica, la beba que simboliza la cifra mencionada.
Según las Naciones Unidas, China es el país más poblado, con 1.350 millones de habitantes, seguido de la India, con 1.240 millones. A un ritmo de dos nacimientos por segundo, se predice que la población seguirá aumentando para llegar a 9.300 millones en 2050 y superar los 10.000 millones de aquí a final de siglo. “Hoy, siete mil millones de personas necesitan alimentos. Energía. Ofertas interesantes en materia de empleos y educación. Derechos y libertad. Libertad de expresión. Libertad de poder educar a sus hijos en paz y seguridad”, recordó Ban Ki-moon, secretario general de la ONU.
Según las Naciones Unidas, China es el país más poblado, con 1.350 millones de habitantes, seguido de la India, con 1.240 millones. A un ritmo de dos nacimientos por segundo, se predice que la población seguirá aumentando para llegar a 9.300 millones en 2050 y superar los 10.000 millones de aquí a final de siglo. “Hoy, siete mil millones de personas necesitan alimentos. Energía. Ofertas interesantes en materia de empleos y educación. Derechos y libertad. Libertad de expresión. Libertad de poder educar a sus hijos en paz y seguridad”, recordó Ban Ki-moon, secretario general de la ONU.
UNA FIESTA DE VIVOS
Celebramos mañana la fiesta de los vivos, de los que han acogido a Dios como Señor. Festejamos a todos los hombres y mujeres que por su fe y sus obras son dignos de reconocimiento, pero que viven o han vivido en el anonimato. Todos ellos forman parte de la inmensa muchedumbre de que habla la lectura del Apocalipsis y nos invitan a tomar parte en esa esperanza de salvación. Todos ellos nos recuerdan que hay numerosas situaciones cotidianas en las que se pueden vivir las Bienaventuranzas. Ellos nos animan a ser, más que hombres y mujeres pintados o tallados en madera, testigos vivientes de un Dios Padre-Madre que nunca abandona a sus hijos.
TÚ ERES MEJOR QUE ESO
Desde nuestra infancia hasta la hora de nuestra muerte, las personas que nos quieren nos hacen notar cuándo nos hemos desviado de nuestro mejor yo. Reprender al pecador es una obra de misericordia: “Animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis” (1Tes 5,11)
SUEÑOS DE SEMILLA
En el silencio de mi reflexión
percibo todo mi mundo interno
como si fuera una semilla,
de alguna manera pequeña e insignificante
pero también pletórica de potencialidades.
...Y veo en sus entrañas
el germen de un árbol magnífico,
el árbol de mi propia vida
en proceso de desarrollo.
En su pequeñez, cada semilla contiene
el espíritu del árbol que será después.
Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol,
Cayendo en tierra fértil,
absorbiendo los jugos que la alimentan,
expandiendo las ramas y el follaje,
llenándose de flores y de frutos,
para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe
cómo llegar a ser árbol.
Y tantas son las semillas
como son los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños
esperan el tiempo de germinar,
echar raíces y darse a luz,
morir como semillas...
para convertirse en árboles.
Árboles magníficos y orgullosos
que a su vez nos digan, en su solidez,
que oigamos nuestra voz interior,
que escuchemos
la sabiduría de nuestros sueños semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino
con símbolos y señales de toda clase,
en cada hecho, en cada momento,
entre las cosas y entre las personas,
en los dolores y en los placeres,
en los triunfos y en los fracasos.
Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos,
a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos
o en relámpagos de lucidez enceguecedora.
Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos...
Y un día, mientras transitamos
este eterno presente que llamamos vida,
las semillas de nuestros sueños
se transformarán en árboles,
y desplegarán sus ramas que,
como alas gigantescas,
cruzarán el cielo,
uniendo en un solo trazo
nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay que temer,
...una sabiduría interior las acompaña...
porque cada semilla sabe....
cómo llegar a ser árbol... (Jorge Bucay)
percibo todo mi mundo interno
como si fuera una semilla,
de alguna manera pequeña e insignificante
pero también pletórica de potencialidades.
...Y veo en sus entrañas
el germen de un árbol magnífico,
el árbol de mi propia vida
en proceso de desarrollo.
En su pequeñez, cada semilla contiene
el espíritu del árbol que será después.
Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol,
Cayendo en tierra fértil,
absorbiendo los jugos que la alimentan,
expandiendo las ramas y el follaje,
llenándose de flores y de frutos,
para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe
cómo llegar a ser árbol.
Y tantas son las semillas
como son los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños
esperan el tiempo de germinar,
echar raíces y darse a luz,
morir como semillas...
para convertirse en árboles.
Árboles magníficos y orgullosos
que a su vez nos digan, en su solidez,
que oigamos nuestra voz interior,
que escuchemos
la sabiduría de nuestros sueños semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino
con símbolos y señales de toda clase,
en cada hecho, en cada momento,
entre las cosas y entre las personas,
en los dolores y en los placeres,
en los triunfos y en los fracasos.
Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos,
a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos
o en relámpagos de lucidez enceguecedora.
Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos...
Y un día, mientras transitamos
este eterno presente que llamamos vida,
las semillas de nuestros sueños
se transformarán en árboles,
y desplegarán sus ramas que,
como alas gigantescas,
cruzarán el cielo,
uniendo en un solo trazo
nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay que temer,
...una sabiduría interior las acompaña...
porque cada semilla sabe....
cómo llegar a ser árbol... (Jorge Bucay)
UNA COMUNIDAD
Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús.
Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones.
Cuando se gloría de Jesús y no de sus méritos
Cuando se reúne en torno a Jesús
y no en torno de sus problemas.
Cuando se apoya en Jesús y no en su propia fuerza.
Cuando vive de Jesús y no vive de sí misma...
Una comunidad se pierde cuando ha perdido a Jesús.
una comunidad es fuerte cuando Jesús
dentro de ella es fuerte.
Una comunidad pesa cuando Jesús
dentro de ella tiene peso.
Una comunidad marcha unida cuando Jesús
está en medio.
Una comunidad se extiendo cuando extiende a Jesús.
Una comunidad vive cuando vive a Jesús.
Una comunidad convence y llena
cuando es la comunidad de Jesús.
Patxi Loidi
Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones.
Cuando se gloría de Jesús y no de sus méritos
Cuando se reúne en torno a Jesús
y no en torno de sus problemas.
Cuando se apoya en Jesús y no en su propia fuerza.
Cuando vive de Jesús y no vive de sí misma...
Una comunidad se pierde cuando ha perdido a Jesús.
una comunidad es fuerte cuando Jesús
dentro de ella es fuerte.
Una comunidad pesa cuando Jesús
dentro de ella tiene peso.
Una comunidad marcha unida cuando Jesús
está en medio.
Una comunidad se extiendo cuando extiende a Jesús.
Una comunidad vive cuando vive a Jesús.
Una comunidad convence y llena
cuando es la comunidad de Jesús.
Patxi Loidi
ACTOS SIMPLES
Un globo aerostático enorme flota en el cielo sobre el lago del monasterio. Los ciervos pacen no lejos de mí. Muchas cosas buenas han sido hechas o dichas hoy: mamá me ha escrito una carta; un viejo monje ha ido hasta la tumba de uno de nuestros hermanos, que murió la semana pasada, para asegurarse de que la cruz sigue en su sitio.
Dios se nos revela en esos actos simples. ¿Estamos atentos para verle?
Dios se nos revela en esos actos simples. ¿Estamos atentos para verle?
DECIR Y HACER
Señor, Jesús:
“Concédenos caminar sin tropiezos
Hacia los bienes que nos prometes”.
Uno de los “tropiezos”, que puede ser un obstáculo grande,
Es “no hacer lo que decimos”,
Esto es, habar y programar a los demás,
Ser exigentes y duros hacia los otros,
Y, sin embargo, nosotros ir a la nuestra...
Tu programa y actitud es clara:
“El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado,
Y el que se humilla será enaltecido”.
Resulta fácil engañarnos y tranquilizarnos
Mediante palabras y justificaciones y no descubrir tu ejemplo:
- Servicio siempre, en todo y en todos,
- Humildad y sencillez, entrega y generosidad,
- Comprensión y tolerancia, respeto y ayuda...
Vivimos esclavos del qué dirán
Y hacemos cosas “para que la gente nos vea”,
Porque nos preocupa mucho la imagen que damos.
Ayúdanos, Señor Jesús, “a caminar sin tropiezos”,
A ser trasparente y no fanfarronear ni pavonearnos,
Sino decir y realizar con el Salmista:
“Mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
No pretendo grandezas que superan mi capacidad...
Sino que acallo y modero mis deseos”.
Amén.
“Concédenos caminar sin tropiezos
Hacia los bienes que nos prometes”.
Uno de los “tropiezos”, que puede ser un obstáculo grande,
Es “no hacer lo que decimos”,
Esto es, habar y programar a los demás,
Ser exigentes y duros hacia los otros,
Y, sin embargo, nosotros ir a la nuestra...
Tu programa y actitud es clara:
“El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado,
Y el que se humilla será enaltecido”.
Resulta fácil engañarnos y tranquilizarnos
Mediante palabras y justificaciones y no descubrir tu ejemplo:
- Servicio siempre, en todo y en todos,
- Humildad y sencillez, entrega y generosidad,
- Comprensión y tolerancia, respeto y ayuda...
Vivimos esclavos del qué dirán
Y hacemos cosas “para que la gente nos vea”,
Porque nos preocupa mucho la imagen que damos.
Ayúdanos, Señor Jesús, “a caminar sin tropiezos”,
A ser trasparente y no fanfarronear ni pavonearnos,
Sino decir y realizar con el Salmista:
“Mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
No pretendo grandezas que superan mi capacidad...
Sino que acallo y modero mis deseos”.
Amén.
sábado, 29 de octubre de 2011
GRACIAS SEÑOR
Gracias Señor,
Por todo lo que has hecho con nosotros,
Estimulándonos, guiándonos,
Para encontrar tus huellas,
Para inventar el fuego,
Para labrar la tierra,
Para sembrar el trigo,
Para cocer el pan,
Para tejer, hilar, modelar, fundir y fabricar
Tantos y tan maravillosos instrumentos
Que alegran nuestra vida,
Que la hacen llevadera,
Que nos ayudan a ser
Un poco más humanos,
A mejorar el mundo
Cumpliendo tus mandatos.
Por todo lo que has hecho con nosotros,
Estimulándonos, guiándonos,
Para encontrar tus huellas,
Para inventar el fuego,
Para labrar la tierra,
Para sembrar el trigo,
Para cocer el pan,
Para tejer, hilar, modelar, fundir y fabricar
Tantos y tan maravillosos instrumentos
Que alegran nuestra vida,
Que la hacen llevadera,
Que nos ayudan a ser
Un poco más humanos,
A mejorar el mundo
Cumpliendo tus mandatos.
VIDA ENTREGADA
El trigo va granando en la espiga; pero solamente se llegará a convertir en hostia de elevación cuando sea puesto sobre la patena, para llegar a ser Eucaristía.
Cada uno de los actos de tu día podrá llegar a ser transformado en vida, en acción, en fecundidad, en Dios.
Pero antes deberás ponerlo en la patena de tu ofrecimiento, a fin de que se eleve sobre la materialidad de la vida y se llegue a convertir en espíritu.
Y así toda tu vida será una verdadera misa que transforme y cambie tu existir, que te acerque a dios y te haga comunión y sacrificio.
Un sacrificio redentor y transformador; desaparecerás tú y, en cambio, en lugar tuyo aparecerá Dios.
Y cuando Dios aparece, todo se ve de otra forma y de otro color, a todo se le da otro significado y otra dimensión; en todo se descubre una proyección más dilatada y prometedora.
“La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles sino en las invisibles; pues la cosas visibles son pasajeras, mas la invisibles son eternas” (2Cor 4,17-18). Todo pasa y pasamos nosotros con todo; solamente permanece Dios y lo que es de Dios.
Cada uno de los actos de tu día podrá llegar a ser transformado en vida, en acción, en fecundidad, en Dios.
Pero antes deberás ponerlo en la patena de tu ofrecimiento, a fin de que se eleve sobre la materialidad de la vida y se llegue a convertir en espíritu.
Y así toda tu vida será una verdadera misa que transforme y cambie tu existir, que te acerque a dios y te haga comunión y sacrificio.
Un sacrificio redentor y transformador; desaparecerás tú y, en cambio, en lugar tuyo aparecerá Dios.
Y cuando Dios aparece, todo se ve de otra forma y de otro color, a todo se le da otro significado y otra dimensión; en todo se descubre una proyección más dilatada y prometedora.
“La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles sino en las invisibles; pues la cosas visibles son pasajeras, mas la invisibles son eternas” (2Cor 4,17-18). Todo pasa y pasamos nosotros con todo; solamente permanece Dios y lo que es de Dios.
viernes, 28 de octubre de 2011
SEMILLAS
En el silencio de mi reflexión
percibo todo mi mundo interno
como si fuera una semilla,
de alguna manera pequeña e insignificante
pero también pletórica de potencialidades.
...Y veo en sus entrañas
el germen de un árbol magnífico,
el árbol de mi propia vida
en proceso de desarrollo.
En su pequeñez, cada semilla contiene
el espíritu del árbol que será después.
Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol,
Cayendo en tierra fértil,
absorbiendo los jugos que la alimentan,
expandiendo las ramas y el follaje,
llenándose de flores y de frutos,
para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe
cómo llegar a ser árbol.
Y tantas son las semillas
como son los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños
esperan el tiempo de germinar,
echar raíces y darse a luz,
morir como semillas...
para convertirse en árboles.
Árboles magníficos y orgullosos
que a su vez nos digan, en su solidez,
que oigamos nuestra voz interior,
que escuchemos
la sabiduría de nuestros sueños semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino
con símbolos y señales de toda clase,
en cada hecho, en cada momento,
entre las cosas y entre las personas,
en los dolores y en los placeres,
en los triunfos y en los fracasos.
Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos,
a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos
o en relámpagos de lucidez enceguecedora.
Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos...
Y un día, mientras transitamos
este eterno presente que llamamos vida,
las semillas de nuestros sueños
se transformarán en árboles,
y desplegarán sus ramas que,
como alas gigantescas,
cruzarán el cielo,
uniendo en un solo trazo
nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay que temer,
...una sabiduría interior las acompaña...
porque cada semilla sabe....
cómo llegar a ser árbol... (Jorge Bucay)
percibo todo mi mundo interno
como si fuera una semilla,
de alguna manera pequeña e insignificante
pero también pletórica de potencialidades.
...Y veo en sus entrañas
el germen de un árbol magnífico,
el árbol de mi propia vida
en proceso de desarrollo.
En su pequeñez, cada semilla contiene
el espíritu del árbol que será después.
Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol,
Cayendo en tierra fértil,
absorbiendo los jugos que la alimentan,
expandiendo las ramas y el follaje,
llenándose de flores y de frutos,
para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe
cómo llegar a ser árbol.
Y tantas son las semillas
como son los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños
esperan el tiempo de germinar,
echar raíces y darse a luz,
morir como semillas...
para convertirse en árboles.
Árboles magníficos y orgullosos
que a su vez nos digan, en su solidez,
que oigamos nuestra voz interior,
que escuchemos
la sabiduría de nuestros sueños semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino
con símbolos y señales de toda clase,
en cada hecho, en cada momento,
entre las cosas y entre las personas,
en los dolores y en los placeres,
en los triunfos y en los fracasos.
Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos,
a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos
o en relámpagos de lucidez enceguecedora.
Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos...
Y un día, mientras transitamos
este eterno presente que llamamos vida,
las semillas de nuestros sueños
se transformarán en árboles,
y desplegarán sus ramas que,
como alas gigantescas,
cruzarán el cielo,
uniendo en un solo trazo
nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay que temer,
...una sabiduría interior las acompaña...
porque cada semilla sabe....
cómo llegar a ser árbol... (Jorge Bucay)
VIDA DIARIA
Cuando el grano de uva es deshecho por la prensa que lo tritura, se convierte en jugo dulce y vitalizador.
Cuando la aceituna para por el molino, se hace aceite suave y acariciante.
Únicamente el dolor nos hará comprender a los demás y ser bálsamo sobre los desgarros y heridas de todos.
Es bello vivir una vida difícil, pero con la sencillez del ambiente diario; a cada acto difícil, a cada momento arduo, ponle el beso de la sencillez.
Las horas más difíciles de nuestra vida son las que mejor nos moldean; las dificultades tallan la verdadera personalidad de cada uno de nosotros.
Así, no te acostumbres a quejarte de las cosas que a diario te suceden; más bien acostúmbrate a ir subiendo la cuesta del cumplimiento de tu deber, repechando sus empinadas laderas y entonando al mismo tiempo un canto a la luz.
“Esta es la alianza que pactaré con ellos, después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones y en su mente las gravaré y de sus pecados e iniquidades no me acordaré ya” (Hb 10,16-17)
Cuando la aceituna para por el molino, se hace aceite suave y acariciante.
Únicamente el dolor nos hará comprender a los demás y ser bálsamo sobre los desgarros y heridas de todos.
Es bello vivir una vida difícil, pero con la sencillez del ambiente diario; a cada acto difícil, a cada momento arduo, ponle el beso de la sencillez.
Las horas más difíciles de nuestra vida son las que mejor nos moldean; las dificultades tallan la verdadera personalidad de cada uno de nosotros.
Así, no te acostumbres a quejarte de las cosas que a diario te suceden; más bien acostúmbrate a ir subiendo la cuesta del cumplimiento de tu deber, repechando sus empinadas laderas y entonando al mismo tiempo un canto a la luz.
“Esta es la alianza que pactaré con ellos, después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones y en su mente las gravaré y de sus pecados e iniquidades no me acordaré ya” (Hb 10,16-17)
jueves, 27 de octubre de 2011
DAME, SEÑOR
Señor, dame una buena digestión y naturalmente alguna cosa que digerir. Dame la salud del cuerpo con el buen humor necesario para mantenerla. Dame un alma sana, Señor, que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro, de manera que frente al pecado no me escandalice, sino que sepa encontrar la forma de ponerle remedio. Dame un alma que no conozca el aburrimiento, los refunfuños, los suspiros y los lamentos, y no permitas que me tome demasiado en serio esta cosa tan invasora que se llama “yo”. Dame sentido del humor, dame el don de saber reír con un chiste, a fin de que sepa traer un poco de alegría a la vida y hacer participes a los otros. Amén.
SUEÑO Y DOLOR
Más de una vez te habrá pasado que has estado sufriendo una pesadilla en tu sueño pesado. Te sentías angustiado... Pero de repente despertaste y la angustia se disipó y la pesadilla desapareció y tu espíritu se sintió aliviado.
Esto es lo que puede sucederte con relativa frecuencia en tu vida; el dolor puede serte de no poca utilidad, aunque te resulte amargo, como amarga es la medicina, sin dejar de ser en extremo beneficiosa.
El dolor puede serte un despertador excelente, con el que Dios te haga despertar de tus sueños irreales o de tus letargos infecundos.
El dolor puede acercarte a Dios, si es que lo sabes sufrir, pues de lo contrario quizá te sirva para alejarte más de Dios.
Todo depende del modo como te decidas a llevar tu dolor.
Todo depende de que hagas tú del dolor tu despertador, o lo conviertas por el contrario, en aplanadora que te aplaste y destruya.
“Este es el gran misterio del hombre, que la Revelación cristiana esclarece a los hombres. Por Cristo y en Cristo ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad” (GS 22). Un misionero claretiano exclamó: “Nunca me he sentido tan apóstol, como ahora que sufro”.
Esto es lo que puede sucederte con relativa frecuencia en tu vida; el dolor puede serte de no poca utilidad, aunque te resulte amargo, como amarga es la medicina, sin dejar de ser en extremo beneficiosa.
El dolor puede serte un despertador excelente, con el que Dios te haga despertar de tus sueños irreales o de tus letargos infecundos.
El dolor puede acercarte a Dios, si es que lo sabes sufrir, pues de lo contrario quizá te sirva para alejarte más de Dios.
Todo depende del modo como te decidas a llevar tu dolor.
Todo depende de que hagas tú del dolor tu despertador, o lo conviertas por el contrario, en aplanadora que te aplaste y destruya.
“Este es el gran misterio del hombre, que la Revelación cristiana esclarece a los hombres. Por Cristo y en Cristo ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad” (GS 22). Un misionero claretiano exclamó: “Nunca me he sentido tan apóstol, como ahora que sufro”.
miércoles, 26 de octubre de 2011
VICTORIA
No es difícil ser valiente, sentirse valiente, cuando todo va saliendo bien; y aun tampoco es difícil sentirse valiente mientras se está en la lucha.
Es que la lucha templa los aceros del espíritu. Pero sentirse valiente en la derrota, eso ya no es tan fácil.
Sentirse con ánimo de seguir adelante cuando todo se derrumbó, cuando todo salió mal, eso es propio solamente de los verdaderos valientes.
Sentirse con fuerzas y ánimos aun en la propia derrota, está reservado a los hombres auténticos, que han puesto su confianza en Dios, que de la derrota más humillante con capaces de hacer surgir la más espléndida victoria.
No te olvides de que las grandes victorias pueden estar muy cercanas a las grandes derrotas; está en ti y en Dios el que la derrota se convierta en victoria.
“No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa. Necesitáis paciencia en el sufrimiento, para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido” (Heb 10,35). Hay que tener también paciencia en nuestros mismos fracasos, en las mismas derrotas y caídas; Dios permite todo eso en nuestra vida porque quiere que nos mantengamos en la humildad.
Es que la lucha templa los aceros del espíritu. Pero sentirse valiente en la derrota, eso ya no es tan fácil.
Sentirse con ánimo de seguir adelante cuando todo se derrumbó, cuando todo salió mal, eso es propio solamente de los verdaderos valientes.
Sentirse con fuerzas y ánimos aun en la propia derrota, está reservado a los hombres auténticos, que han puesto su confianza en Dios, que de la derrota más humillante con capaces de hacer surgir la más espléndida victoria.
No te olvides de que las grandes victorias pueden estar muy cercanas a las grandes derrotas; está en ti y en Dios el que la derrota se convierta en victoria.
“No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa. Necesitáis paciencia en el sufrimiento, para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido” (Heb 10,35). Hay que tener también paciencia en nuestros mismos fracasos, en las mismas derrotas y caídas; Dios permite todo eso en nuestra vida porque quiere que nos mantengamos en la humildad.
VEN, ESPÍRITU SANTO
Sin el Espíritu, Dios está lejos, Cristo pertenece al pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es una simple organización, la autoridad es dominio, la misión es propaganda... Pero, en el Espíritu, el cosmos bulle y gime con los dolores del Reino, se hace presente Cristo resucitado. El evangelio es fuerza de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es servicio liberador, la misión es Pentecostés.
martes, 25 de octubre de 2011
NO DIGAS: NO PUEDO MÁS
No digas nunca: “Ya no puedo más”.
No sabes cuánta es la fuerza que descubre en sí el que se mira por dentro, el que se decide a seguir poniendo esfuerzos, cada vez más redoblados.
No digas que no puedes más, cuando se trata de corregir tus defectos; siempre puedes poner un esfuerzo más.
No digas que no puedes más, cuando se trata de sufrir; lo que tú has sufrido, ciertamente que no ha llegado a lo que otros están sufriendo a tu lado; si ellos pueden más, ¿por qué tú no podrás?
No digas que no puedes más, cuando se trata de ayudar a los otros; es tanto lo que tú tienes para darle, que nunca darás lo suficiente y nunca te darás del todo.
Sé más optimista contigo mismo, tente más confianza, cobra más valor, dilata tus horizontes, descubre nuevos campos de acción. Sea éste tu lema: “¡Siempre más y siempre mejor!”.
“Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece” (Flp 2,13). Si de Dios procede nuestro querer y nuestro obrar, a Dios debemos recurrir, siempre que sintamos que nuestras fuerzas y nuestro entusiasmo van disminuyendo o apagándose.
No sabes cuánta es la fuerza que descubre en sí el que se mira por dentro, el que se decide a seguir poniendo esfuerzos, cada vez más redoblados.
No digas que no puedes más, cuando se trata de corregir tus defectos; siempre puedes poner un esfuerzo más.
No digas que no puedes más, cuando se trata de sufrir; lo que tú has sufrido, ciertamente que no ha llegado a lo que otros están sufriendo a tu lado; si ellos pueden más, ¿por qué tú no podrás?
No digas que no puedes más, cuando se trata de ayudar a los otros; es tanto lo que tú tienes para darle, que nunca darás lo suficiente y nunca te darás del todo.
Sé más optimista contigo mismo, tente más confianza, cobra más valor, dilata tus horizontes, descubre nuevos campos de acción. Sea éste tu lema: “¡Siempre más y siempre mejor!”.
“Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece” (Flp 2,13). Si de Dios procede nuestro querer y nuestro obrar, a Dios debemos recurrir, siempre que sintamos que nuestras fuerzas y nuestro entusiasmo van disminuyendo o apagándose.
lunes, 24 de octubre de 2011
HAZLO TODO EN MÍ
¡Hazlo tú todo en mí!
Que yo me preste
A la acción interior
Pura y calada.
Hazlo tú todo en mí,
Que aunque me cueste
Me dejaré labrar sin decir nada.
¡Hazlo tú todo en mí!
Que yo te siente
En mi dirección y disciplina.
Hazlo tú todo en mí
Que estoy sediento
De ser carnal de tu voz divina.
(C. de Arteaga)
Que yo me preste
A la acción interior
Pura y calada.
Hazlo tú todo en mí,
Que aunque me cueste
Me dejaré labrar sin decir nada.
¡Hazlo tú todo en mí!
Que yo te siente
En mi dirección y disciplina.
Hazlo tú todo en mí
Que estoy sediento
De ser carnal de tu voz divina.
(C. de Arteaga)
SOLEDAD
Te quejas de que te sientes solo y es que no has llegado a descubrir los secretos de la soledad.
Soledad no es la de los picos nevados de nuestros montes; ni la de la pampa dilatada e infinita; ni la del arenal del desierto; ni la de las grandes cascadas de aguas, que rompen el silencio con el trueno siempre tenso del quebrar de sus aguas.
La soledad es más bien el silencio pacífico, el atardecer sereno, el retiro del bullicio; y todo eso puede serte ocasión de que te acerques más a Dios.
Porque donde hay mucho ruido, no es fácil reconocer la voz de Dios; ya que la voz de Dios es muy suave; es preciso hacer silencio a nuestro alrededor, para poder captarla.
La soledad podrá hacerte conocer a ti mismo, desde el momento que penetrarás en ti, en tu interior, en tu propia conciencia y verás tu propia vida.
Soledad no es peso; es alivio. No es tortura, es paz.
“Una voz exclama: En el desierto abrid el camino a Yahvé, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios” (Is 40,3). “Por eso yo la voy a seducir, la llevaré al desierto y hablaré a su corazón” (Oseas 2,16). Muchas veces la voz de Dios solamente se la puede escuchar en el silencio y en la oración.
Soledad no es la de los picos nevados de nuestros montes; ni la de la pampa dilatada e infinita; ni la del arenal del desierto; ni la de las grandes cascadas de aguas, que rompen el silencio con el trueno siempre tenso del quebrar de sus aguas.
La soledad es más bien el silencio pacífico, el atardecer sereno, el retiro del bullicio; y todo eso puede serte ocasión de que te acerques más a Dios.
Porque donde hay mucho ruido, no es fácil reconocer la voz de Dios; ya que la voz de Dios es muy suave; es preciso hacer silencio a nuestro alrededor, para poder captarla.
La soledad podrá hacerte conocer a ti mismo, desde el momento que penetrarás en ti, en tu interior, en tu propia conciencia y verás tu propia vida.
Soledad no es peso; es alivio. No es tortura, es paz.
“Una voz exclama: En el desierto abrid el camino a Yahvé, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios” (Is 40,3). “Por eso yo la voy a seducir, la llevaré al desierto y hablaré a su corazón” (Oseas 2,16). Muchas veces la voz de Dios solamente se la puede escuchar en el silencio y en la oración.
Señor, tu Evangelio de hoy va al fondo,
a lo decisivo: a la pregunta
Maestro,
¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Respondes: Amarás al Señor tu Dios...
Y al prójimo.
Amar es vivir "en-amor", tener afecto,
ternura y cariño.
actuar con respeto y mimo,
poner en ascuas el corazón
al compartir la vida.
Toda la interioridad personal
entra en juego:
hay que ponerla en Dios,
en nosotr@ s y en nuestro prójimo.
Amar es la única manera de ser creyente.
Jesús, ayúdanos a vivir
"en-amor, en-amorad@ s".
a lo decisivo: a la pregunta
Maestro,
¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Respondes: Amarás al Señor tu Dios...
Y al prójimo.
Amar es vivir "en-amor", tener afecto,
ternura y cariño.
actuar con respeto y mimo,
poner en ascuas el corazón
al compartir la vida.
Toda la interioridad personal
entra en juego:
hay que ponerla en Dios,
en nosotr@ s y en nuestro prójimo.
Amar es la única manera de ser creyente.
Jesús, ayúdanos a vivir
"en-amor, en-amorad@ s".
domingo, 23 de octubre de 2011
ORACIÓN MISIONERA
Señor, que nos llamas a seguirte como discípulos,
Haz que respondamos con generosidad a tu llamada.
Haz que nuestras comunidades cristianas
Vivan el misterio de tu amor,
Irradien la luz de tu perdón y misericordia.
Danos fortaleza para superar las dificultades
Que como cristianos y misiones encontramos.
Sabemos que Tú estás siempre con nosotros,
Enséñanos a permanecer en ti,
Envíanos incesantemente tu Espíritu Santo.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre tuya y Madre nuestra.
Con ella te seguimos como discípulos y
Con ella caminamos
Hacia todos los pueblos
Como misioneros de tu Palabra.
(Benedicto XVI)
Haz que respondamos con generosidad a tu llamada.
Haz que nuestras comunidades cristianas
Vivan el misterio de tu amor,
Irradien la luz de tu perdón y misericordia.
Danos fortaleza para superar las dificultades
Que como cristianos y misiones encontramos.
Sabemos que Tú estás siempre con nosotros,
Enséñanos a permanecer en ti,
Envíanos incesantemente tu Espíritu Santo.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre tuya y Madre nuestra.
Con ella te seguimos como discípulos y
Con ella caminamos
Hacia todos los pueblos
Como misioneros de tu Palabra.
(Benedicto XVI)
APUNTES PARA INTENTAR APRENDER A AMAR
Señor, tu ley es el amor,
Por encima de cualquier teoría social, política y económica,
Por encima de todos los criterios de organización humana,
Por encima de las virtudes y los defectos que todos tenemos.
Queremos aprender a amar.
Con frecuencia nos preguntamos: ¿Es posibles saber amar?
¿Es posible vivir íntegramente la ley del amor?
Que la sencillez y la integridad de tu mensaje, Padre bueno,
Penetre en cada uno de nosotros, en nuestro interior,
En nuestra existencia, en nuestro corazón,
En nuestras manifestaciones externas.
¡Ayúdanos a amarte, Señor!
¡Guíanos por los caminos del amor a los demás,
Empezando por nuestro entorno más próximo!
Ante las situaciones de la vida,
¡Pon en nuestro corazón
Aquella respuesta o actitud más inspirada en el amor!
¡Danos comprensión, ternura y capacidad de perdón
Si alguien se equivoca y nos hace un daño, grande o pequeño!
¡Danos paz cuando vivimos momentos en los que
Podemos dejarnos llevar por el grito, la ofensa o el desprecio!
¡Danos fortaleza cuando la soledad de los momentos tristes
Nos deja desorientados y alejados de tu amor, Señor!
¡Gracias, buen Dios, por el amor que nos has mostrado
A través del bien que hacen tantos hijos e hijas tuyos en todo el mundo!
¡Gracias por el testimonio de quienes nos aman,
Empezando por la persona con quien más compartimos la vida!
¡Envíanos tu Espíritu, la fuente del amor sin límites!
¡Danos libertad para amar! Amén.
Por encima de cualquier teoría social, política y económica,
Por encima de todos los criterios de organización humana,
Por encima de las virtudes y los defectos que todos tenemos.
Queremos aprender a amar.
Con frecuencia nos preguntamos: ¿Es posibles saber amar?
¿Es posible vivir íntegramente la ley del amor?
Que la sencillez y la integridad de tu mensaje, Padre bueno,
Penetre en cada uno de nosotros, en nuestro interior,
En nuestra existencia, en nuestro corazón,
En nuestras manifestaciones externas.
¡Ayúdanos a amarte, Señor!
¡Guíanos por los caminos del amor a los demás,
Empezando por nuestro entorno más próximo!
Ante las situaciones de la vida,
¡Pon en nuestro corazón
Aquella respuesta o actitud más inspirada en el amor!
¡Danos comprensión, ternura y capacidad de perdón
Si alguien se equivoca y nos hace un daño, grande o pequeño!
¡Danos paz cuando vivimos momentos en los que
Podemos dejarnos llevar por el grito, la ofensa o el desprecio!
¡Danos fortaleza cuando la soledad de los momentos tristes
Nos deja desorientados y alejados de tu amor, Señor!
¡Gracias, buen Dios, por el amor que nos has mostrado
A través del bien que hacen tantos hijos e hijas tuyos en todo el mundo!
¡Gracias por el testimonio de quienes nos aman,
Empezando por la persona con quien más compartimos la vida!
¡Envíanos tu Espíritu, la fuente del amor sin límites!
¡Danos libertad para amar! Amén.
AMAR A TODOS
Señor Jesús:
“Aumenta nuestra fe, esperanza y caridad;
Y para conseguir tus promesas,
Concédenos amar tus preceptos”.
De nuevo nos invitas a amar
Pero a hacerlo de verdad y con todas las consecuencias.
Esto es, un amor “con todo el corazón”,
Que nace de la experiencia de ser amados por ti,
Y sentirnos responsables, de que los demás,
A través nuestro, conozcan y saboreen tu amor.
Nos da miedo emplear la palabra amor,
Porque la hemos tergiversado en la práctica,
Y vemos que la desfiguramos, cuando llamamos amor a:
- Relación entre personas, que solo busca el placer,
- Limosna a los otros, que se da de lo que nos sobra,
- Actitud religiosa, que no compromete ni transforma,
- Entrega a otros que no supone sacrificio o renuncia...
Necesitamos imitarte a ti, que eres la “fuente del amor”:
- Mirando a todos por igual y sin acepciones,
- Compartes lo que eres y lo que tienes,
- Ofreces un culto “en espíritu y en verdad”,
- Amas desde la “cruz” y el servicio...
Ayúdanos, Señor Jesús, a amar con sinceridad,
Y a ser testigos de tu Reino,
Pero no olvides que es en ti, donde encontramos luz,
Por eso te decimos:
“Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza”. Amén.
“Aumenta nuestra fe, esperanza y caridad;
Y para conseguir tus promesas,
Concédenos amar tus preceptos”.
De nuevo nos invitas a amar
Pero a hacerlo de verdad y con todas las consecuencias.
Esto es, un amor “con todo el corazón”,
Que nace de la experiencia de ser amados por ti,
Y sentirnos responsables, de que los demás,
A través nuestro, conozcan y saboreen tu amor.
Nos da miedo emplear la palabra amor,
Porque la hemos tergiversado en la práctica,
Y vemos que la desfiguramos, cuando llamamos amor a:
- Relación entre personas, que solo busca el placer,
- Limosna a los otros, que se da de lo que nos sobra,
- Actitud religiosa, que no compromete ni transforma,
- Entrega a otros que no supone sacrificio o renuncia...
Necesitamos imitarte a ti, que eres la “fuente del amor”:
- Mirando a todos por igual y sin acepciones,
- Compartes lo que eres y lo que tienes,
- Ofreces un culto “en espíritu y en verdad”,
- Amas desde la “cruz” y el servicio...
Ayúdanos, Señor Jesús, a amar con sinceridad,
Y a ser testigos de tu Reino,
Pero no olvides que es en ti, donde encontramos luz,
Por eso te decimos:
“Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza”. Amén.
Preguntarse
Preguntarme cómo amo a Dios, cómo amo a las personas,
a las cercanas y a las lejanas.
Preguntarme qué nombres llevo escritos en el corazón,
qué personas me importan y cómo me importan.
Preguntarme por mis leyes y principios absolutos.
Preguntarme cómo amo,
y cómo voy a seguir amando hoy...
Florentino Ulibarri
a las cercanas y a las lejanas.
Preguntarme qué nombres llevo escritos en el corazón,
qué personas me importan y cómo me importan.
Preguntarme por mis leyes y principios absolutos.
Preguntarme cómo amo,
y cómo voy a seguir amando hoy...
Florentino Ulibarri
viernes, 21 de octubre de 2011
SEÑOR, AYÚDAME
Señor, ayúdame a decir la verdad
Delante de los fuertes
Y a no mentir para ganarme el aplauso
De los débiles.
Enséñame a perdonar,
Que es lo más grande del fuerte
Y a entender que la venganza
Es la señal primitiva del débil.
Ayúdame a dialogar
Con quienes no piensan como yo.
Enséñame a juzgar y a querer a los demás
Como a mí mismo.
Si yo faltara a la gente
Dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo,
Dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de ti
Tú no te olvides de mí. (A. Hurtado)
Delante de los fuertes
Y a no mentir para ganarme el aplauso
De los débiles.
Enséñame a perdonar,
Que es lo más grande del fuerte
Y a entender que la venganza
Es la señal primitiva del débil.
Ayúdame a dialogar
Con quienes no piensan como yo.
Enséñame a juzgar y a querer a los demás
Como a mí mismo.
Si yo faltara a la gente
Dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo,
Dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de ti
Tú no te olvides de mí. (A. Hurtado)
SUFRIR, AMAR, VIVIR
Indudablemente la prueba convincente de que uno ama de veras, es cuando sufre por la persona o por el ideal que ama.
El sufrimiento acrisola el amor y lo hace más puro y generoso; no debemos quejarnos nunca de que debamos sacrificarnos por aquellas cosas o personas que amamos.
Si no quieres sufrir, renuncia a amar.
Pero si no amas, ¿me puedes decir para qué quieres vivir?
Ahí tienes tres realidades que, en último término, no son más que una sola: sufrir, amar, vivir.
Cámbialas, si deseas, de orden: vivir, amar, sufrir... o como tú quieras; pero siempre habrá entre ellas una conexión que las vuelve inseparables.
No te fijes tanto en que estás sufriendo; fíjate más bien en que estás amando, o en que estás viviendo; entonces el sufrimiento tendrá otro sentido y tú cobrarás mayores fuerzas.
“La Iglesia Madre no cesa de orar, esperar y trabajar y exhorta a sus hijos a la purificación y renovación, a fin de que la señal de Cristo resplandezca con más claridad sobre la faz de la Iglesia” (LG 15). La purificación nunca se realiza sin dolor; acepta tu dolor, como acto de purificación.
El sufrimiento acrisola el amor y lo hace más puro y generoso; no debemos quejarnos nunca de que debamos sacrificarnos por aquellas cosas o personas que amamos.
Si no quieres sufrir, renuncia a amar.
Pero si no amas, ¿me puedes decir para qué quieres vivir?
Ahí tienes tres realidades que, en último término, no son más que una sola: sufrir, amar, vivir.
Cámbialas, si deseas, de orden: vivir, amar, sufrir... o como tú quieras; pero siempre habrá entre ellas una conexión que las vuelve inseparables.
No te fijes tanto en que estás sufriendo; fíjate más bien en que estás amando, o en que estás viviendo; entonces el sufrimiento tendrá otro sentido y tú cobrarás mayores fuerzas.
“La Iglesia Madre no cesa de orar, esperar y trabajar y exhorta a sus hijos a la purificación y renovación, a fin de que la señal de Cristo resplandezca con más claridad sobre la faz de la Iglesia” (LG 15). La purificación nunca se realiza sin dolor; acepta tu dolor, como acto de purificación.
jueves, 20 de octubre de 2011
EL SUEÑO DE UN CARDENAL
“He tenido un sueño: que a través de una familiaridad cada vez más grande de los hombres y mujeres europeos con la Sagrada Escritura, leída y rezada en la soledad, en los grupos y en las comunidades, se reavive aquella experiencia del fuego en el corazón que tuvieron los dos discípulos en el camino de Emaús... Por mi experiencia, la Biblia leída y rezada, en particular por los jóvenes, es el libro del futuro del continente europeo” (Cardenal M. Martini)
OJOS
¿Has pensado alguna vez en las maravillas que son tus ojos? En ellos cabe todo el universo, con ellos abarcas la inmensidad, pues puedes posarlos en la florecilla que crece a tu paso y en las estrellas que brillan sobre tu cabeza.
En esa florecilla, lo mismo que en esas estrellas... en las nubes arreboladas, lo mismo que en las montañas cubiertas con el turbante de la nieve bruñida, debes contemplar la grandeza de Dios, que pudo hacer la violeta humilde e insignificante y la montaña majestuosa.
Cada lucero en la noche es como una balada de amor, que se asoma a la ventana de la creación. Cada estrella es una firma divina, sobre el pergamino del cielo.
Es bueno que nos acostumbremos a saber leer las firmas de Dios en todo lo que nos rodea; al fin, Dios lo escribió para nosotros.
“Exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre al Espíritu Santo prometido, y ha derramado lo que vosotros veis y oís” (Hch 2,33). También en ti derramará Dios su Espíritu, si es que sabes disponer con verdadera humildad; y con el Espíritu de Dios podrás hacer y decir cosas que nunca soñaste.
En esa florecilla, lo mismo que en esas estrellas... en las nubes arreboladas, lo mismo que en las montañas cubiertas con el turbante de la nieve bruñida, debes contemplar la grandeza de Dios, que pudo hacer la violeta humilde e insignificante y la montaña majestuosa.
Cada lucero en la noche es como una balada de amor, que se asoma a la ventana de la creación. Cada estrella es una firma divina, sobre el pergamino del cielo.
Es bueno que nos acostumbremos a saber leer las firmas de Dios en todo lo que nos rodea; al fin, Dios lo escribió para nosotros.
“Exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre al Espíritu Santo prometido, y ha derramado lo que vosotros veis y oís” (Hch 2,33). También en ti derramará Dios su Espíritu, si es que sabes disponer con verdadera humildad; y con el Espíritu de Dios podrás hacer y decir cosas que nunca soñaste.
miércoles, 19 de octubre de 2011
EL SENTINELLA
Prop la frontera d´un pais molt llunyà s´alçava un petit castell, perdut enmig del desert. De tant en tant, s´hi aturaven les caravanes o bé algun caminant solitari s´hi acollia per una nit. Però la vida del castell era molt monòtona, i poques coses hi havia que fessin un dia diferent dels altres.
Un matí arribà un missatge del rei: “Estigueu a punt perquè ens han fet saber que Déu visitarà el nostre país i potser passsarà pel vostre castell. Sobretot estigueu preparats per rebre´l.”
Les autoritats del castell es disposaren a complir les ordres reials. Van cridar el sentinella. Li encomànaren que a partir d´aquell dia no perdés de vista el desert, i així que veiés cap senyal de la vinguda de Déu els ho fes saber.
El sentinella va rebre l´encàrrec; mai no li havien confiat una missió tant important. Dret dalt la torre, amb els ulls ben oberts, resseguia contínuament l´horitzó en espera del més petit indici. “Com deu ser Déu -pensava-. Segurament que vindrà amb una gran comitiva i el distinguiré de lluny, o potser apareixerà de cop, acompanyat d´un poderós exèrcit.” Il.lusionat com estava, no pensava en res més i es passava nits i dies al capdamunt de la torre.
Va transcòrrer el temps i poc a poc tothom anà oblidant el missatge de Déu. Fins i tot el rei hi va perdre l´interés. Al castell, els oficials i els soldats es cansaven d´esperar aquella visita i van deixar de parlar-ne. Només el sentinella es mantenia ben despert esperant, esperant sempre sota el sol i la pluja. Prou que veia venir caravanes i exèrcits, però cap d´ells no era la comitiva de Déu. De vegades, cansat de mirar, es preguntava si tot allò no era un engany... “Per què ha de venir Déu? I si ve, passarà per aquest lloc tan poc important? I encara, qui sap si vindrà?”
Però l´esperança vencia sempre els seus dubtes. I novament tornava a observar incansablement l´horitzó. Passaven els mesos i els anys. El sentinella es feia vell i els ulls li començaven a fer pampallugues. Sovint havia de seure perquè les cames no el sostenien.
L´un darrera l´altre, tots els soldats de la guarnició havien anat abandonant el castell enyorats de la ciutat, i el sentinella s´havia quedat sol.
Un dia s´aixecà com sempre per mirar el desert, però s´adonà que gairebé no es podia moure. Es sentí prop de la mort i una gran amargor li omplí l´ànima: “He estat tota la vida la visita de Déu i ara hauré de morir sense haver-lo vist”, exclamà amb dolor.
Aleshores sentí una veu al seu costat: “Que no em coneixes?”
Tot parat, el sentinella es girà i endevinà que Déu havia arribat. Ple d´alegria li va dir: “Oh, ja ets aquí! M´has fet esperar tant... per on has vingut, que no t´he pogut veure?”.
“Sempre he estat aquí, al teu costat, dintre teu. T´ha calgut un temps llarg per adonar-te´n, però ara ja ho saps. Aquest és el meu secret: “només els qui esperen poden veure´m.”
La veu callà i el sentinella sentí una immensa felicitat. S´alçà poc a poc i tornà a resseguir lentament, amorosament, la ratlla de l´horitzó.
Un matí arribà un missatge del rei: “Estigueu a punt perquè ens han fet saber que Déu visitarà el nostre país i potser passsarà pel vostre castell. Sobretot estigueu preparats per rebre´l.”
Les autoritats del castell es disposaren a complir les ordres reials. Van cridar el sentinella. Li encomànaren que a partir d´aquell dia no perdés de vista el desert, i així que veiés cap senyal de la vinguda de Déu els ho fes saber.
El sentinella va rebre l´encàrrec; mai no li havien confiat una missió tant important. Dret dalt la torre, amb els ulls ben oberts, resseguia contínuament l´horitzó en espera del més petit indici. “Com deu ser Déu -pensava-. Segurament que vindrà amb una gran comitiva i el distinguiré de lluny, o potser apareixerà de cop, acompanyat d´un poderós exèrcit.” Il.lusionat com estava, no pensava en res més i es passava nits i dies al capdamunt de la torre.
Va transcòrrer el temps i poc a poc tothom anà oblidant el missatge de Déu. Fins i tot el rei hi va perdre l´interés. Al castell, els oficials i els soldats es cansaven d´esperar aquella visita i van deixar de parlar-ne. Només el sentinella es mantenia ben despert esperant, esperant sempre sota el sol i la pluja. Prou que veia venir caravanes i exèrcits, però cap d´ells no era la comitiva de Déu. De vegades, cansat de mirar, es preguntava si tot allò no era un engany... “Per què ha de venir Déu? I si ve, passarà per aquest lloc tan poc important? I encara, qui sap si vindrà?”
Però l´esperança vencia sempre els seus dubtes. I novament tornava a observar incansablement l´horitzó. Passaven els mesos i els anys. El sentinella es feia vell i els ulls li començaven a fer pampallugues. Sovint havia de seure perquè les cames no el sostenien.
L´un darrera l´altre, tots els soldats de la guarnició havien anat abandonant el castell enyorats de la ciutat, i el sentinella s´havia quedat sol.
Un dia s´aixecà com sempre per mirar el desert, però s´adonà que gairebé no es podia moure. Es sentí prop de la mort i una gran amargor li omplí l´ànima: “He estat tota la vida la visita de Déu i ara hauré de morir sense haver-lo vist”, exclamà amb dolor.
Aleshores sentí una veu al seu costat: “Que no em coneixes?”
Tot parat, el sentinella es girà i endevinà que Déu havia arribat. Ple d´alegria li va dir: “Oh, ja ets aquí! M´has fet esperar tant... per on has vingut, que no t´he pogut veure?”.
“Sempre he estat aquí, al teu costat, dintre teu. T´ha calgut un temps llarg per adonar-te´n, però ara ja ho saps. Aquest és el meu secret: “només els qui esperen poden veure´m.”
La veu callà i el sentinella sentí una immensa felicitat. S´alçà poc a poc i tornà a resseguir lentament, amorosament, la ratlla de l´horitzó.
SERVIDORES
“Tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10,45). Y tú, como hombre cristiano, has de cobrar conciencia de que estás para eso: para servir y no para servirte de los demás; para servirles a ellos y no para que ellos te sirvan. Si esto lo tienes muy presente, cambiarán muchas de tus actitudes.
Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él. (Madre Teresa de Calcuta)
Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él. (Madre Teresa de Calcuta)
MONOTONÍA
A veces nos quejamos de que nuestra vida está resultando monótona y sin proyección y quizá seamos nosotros mismos los culpables de ello.
En efecto, perdemos el norte cuando pensamos que no está a nuestro alcance el hacer de nuestra vida algo maravilloso.
Piensa que nunca es poco, cuando lo que se da es todo lo que uno tiene. No mires a lo que das, sino al corazón con que lo das. Si lo que puedes dar es poco, ciertamente el corazón con que lo puedes dar nunca es poco.
El amor es el detalle de la fidelidad: la fidelidad es el amor en los detalles; y los detalles sueles ser pequeños y quizá pasan inadvertidos; sin embargo, en ellos consiste la perfección y en ellos hay que poner el amor, en ellos se debe vivir el amor, tanto el amor a Dios, como el amor a los hermanos.
El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento.
Erasmo de Rotterdam (1469-1536) Humanista neerlandés.
En efecto, perdemos el norte cuando pensamos que no está a nuestro alcance el hacer de nuestra vida algo maravilloso.
Piensa que nunca es poco, cuando lo que se da es todo lo que uno tiene. No mires a lo que das, sino al corazón con que lo das. Si lo que puedes dar es poco, ciertamente el corazón con que lo puedes dar nunca es poco.
El amor es el detalle de la fidelidad: la fidelidad es el amor en los detalles; y los detalles sueles ser pequeños y quizá pasan inadvertidos; sin embargo, en ellos consiste la perfección y en ellos hay que poner el amor, en ellos se debe vivir el amor, tanto el amor a Dios, como el amor a los hermanos.
El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento.
Erasmo de Rotterdam (1469-1536) Humanista neerlandés.
martes, 18 de octubre de 2011
ORACIÓN MISIONERA
Señor, que nos llamas a seguirte como discípulos,
Haz que respondamos con generosidad a tu llamada.
Haz que nuestras comunidades cristianas
Vivan el misterio de tu amor,
Irradien la luz de tu perdón y misericordia.
Danos fortaleza para superar las dificultades
Que como cristianos y misiones encontramos.
Sabemos que Tú estás siempre con nosotros,
Enséñanos a permanecer en ti,
Envíanos incesantemente tu Espíritu Santo.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre tuya y Madre nuestra.
Con ella te seguimos como discípulos y
Con ella caminamos
Hacia todos los pueblos
Como misioneros de tu Palabra.
Haz que respondamos con generosidad a tu llamada.
Haz que nuestras comunidades cristianas
Vivan el misterio de tu amor,
Irradien la luz de tu perdón y misericordia.
Danos fortaleza para superar las dificultades
Que como cristianos y misiones encontramos.
Sabemos que Tú estás siempre con nosotros,
Enséñanos a permanecer en ti,
Envíanos incesantemente tu Espíritu Santo.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre tuya y Madre nuestra.
Con ella te seguimos como discípulos y
Con ella caminamos
Hacia todos los pueblos
Como misioneros de tu Palabra.
VIVIR EL AHORA
La vida se desarrolla en una continua tensión entre el “ahora” y el “después”. Hay entre ambos una relación de dependencia muy íntima; el después depende del ahora. A un ahora lento, inactivo, cerrado, sin luz, habrá que corresponder necesariamente un después de tinieblas, de desilusión, de fracasos, de ostracismo.
En cambio, al ahora entregado, al ahora sacrificado en aras de los demás y de la propia perfección, sucederá infaliblemente el después del gozoso, satisfecho, feliz y pleno.
En resumidas cuentas, el después no se construye sino con los ahoras de cada momento y será imposible pretender un futuro después feliz y satisfecho, si los ahoras de cada momento no se realizan con toda plenitud de vida, con todo entusiasmo de acción, con toda la entrega de un amor verdadero y pleno.
Mañana será el proyecto de pasado mañana y así sucesivament.
“Ten piedad de nosotros, Dios, dueño de todas las naciones; mira y siembra tu temos sobre todas las naciones... Da su recompensa a los que te agradan.... Escucha la súplica de los que te imploran y todos los de la tierra reconozcan que Tú eres el Señor, el Dios Eterno”, pero Dios tiene determinado hacer todo eso por ti; tú serás su instrumento consciente y libre y, por eso, meritorio.
En cambio, al ahora entregado, al ahora sacrificado en aras de los demás y de la propia perfección, sucederá infaliblemente el después del gozoso, satisfecho, feliz y pleno.
En resumidas cuentas, el después no se construye sino con los ahoras de cada momento y será imposible pretender un futuro después feliz y satisfecho, si los ahoras de cada momento no se realizan con toda plenitud de vida, con todo entusiasmo de acción, con toda la entrega de un amor verdadero y pleno.
Mañana será el proyecto de pasado mañana y así sucesivament.
“Ten piedad de nosotros, Dios, dueño de todas las naciones; mira y siembra tu temos sobre todas las naciones... Da su recompensa a los que te agradan.... Escucha la súplica de los que te imploran y todos los de la tierra reconozcan que Tú eres el Señor, el Dios Eterno”, pero Dios tiene determinado hacer todo eso por ti; tú serás su instrumento consciente y libre y, por eso, meritorio.
El minuto de Dios
Son muchas las ocupaciones que tenemos a lo largo del día; si no sabemos ordenar nuestras obligaciones, llegaremos a vernos abrumados por ellas.
No pensemos en todo lo que debemos hacer a lo largo del día, porque no lo deberemos hacer todo en un solo momento, sino poco a poco, una cosa tras otra.
En cada momento hay que concentrarse únicamente en aquello que se debe hacer en ese instante. Nos esperarán luego otras cosas: visitas que hacer, cartas que contestar...; pero todo puede esperar; en cambio, no puede ser prorrogado lo que debes hacer en este preciso instante.
Más que preocuparnos por hacer muchas cosas, será preciso responsabilizarnos por hacer mejor y vivir mejor el momento presente.
No tanto más, sino mejor.
Sin olvidar lo único necesario: tu “minuto de Dios”.
No pensemos en todo lo que debemos hacer a lo largo del día, porque no lo deberemos hacer todo en un solo momento, sino poco a poco, una cosa tras otra.
En cada momento hay que concentrarse únicamente en aquello que se debe hacer en ese instante. Nos esperarán luego otras cosas: visitas que hacer, cartas que contestar...; pero todo puede esperar; en cambio, no puede ser prorrogado lo que debes hacer en este preciso instante.
Más que preocuparnos por hacer muchas cosas, será preciso responsabilizarnos por hacer mejor y vivir mejor el momento presente.
No tanto más, sino mejor.
Sin olvidar lo único necesario: tu “minuto de Dios”.
lunes, 17 de octubre de 2011
PAZ
Nada se busca hoy, nada se anhela tanto, como la paz. La paz para el mundo, la paz para nuestra familia, la paz para cada uno de nosotros. Pero hay varias clases de paz: la paz de los cipreses del cementerio; la paz de los silencios; la paz envuelta en canto de pájaros...
Ninguna de ellas es comparable a la paz que se produce en el interior de todo hombre el saber que en su vida se está cumpliendo la voluntad de Dios. Porque entonces la vida cobra sentido, la vida está fundamentada, asegurada, se halla pacífica.
Cuando todo está en su sitio, cumpliendo con su función, es cuando se goza de paz; si todo en mí se halla ordenado según la voluntad del Creador, podré gozar de una profunda y auténtica paz interior.
“La Iglesia está fortalecida con la virtud del Señor resucitado, para triunfar con paciencia y caridad de sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y revelar al mundo fielmente su misterio, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor al final de los tiempos” (LG 8)
Ninguna de ellas es comparable a la paz que se produce en el interior de todo hombre el saber que en su vida se está cumpliendo la voluntad de Dios. Porque entonces la vida cobra sentido, la vida está fundamentada, asegurada, se halla pacífica.
Cuando todo está en su sitio, cumpliendo con su función, es cuando se goza de paz; si todo en mí se halla ordenado según la voluntad del Creador, podré gozar de una profunda y auténtica paz interior.
“La Iglesia está fortalecida con la virtud del Señor resucitado, para triunfar con paciencia y caridad de sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y revelar al mundo fielmente su misterio, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor al final de los tiempos” (LG 8)
¿A partir de qué hora la misa vespertina?
Ésta es una cuestión que no siempre se sabe responder, cuando algunos listillos pretenden que una misa celebrada a las 13 h. – e incluso antes – ya pueda ser considerada como vespertina, especialmente en sábado y vigilia de fiesta.
Y es que, efectivamente, no han faltado iniciativas, en las décadas pasadas, para favorecer a los excursionistas, a los esquiadores, a los cazadores, a los turistas y a la tía Paca, muy ocupada en la cocina, han programado celebraciones eucarísticas en las primerísimas horas de la tarde de la vigilia. No obstante, ¿tiene este horario justificación legítima?
Si damos una ojeada a los libros litúrgicos del Vaticano II, nos damos cuenta que el punto de referencia para lo que estamos aquí tratando es el de la oración litúrgica vespertina. Se comprende que hemos entrado en el domingo o en una solemnidad cuando hemos celebrado las primeras Vísperas.
Y, ¿cuándo se pueden celebrar? That is the question. La Institutio de la Liturgia de las Horas nos dice, en el número 39, que “se celebran las Vísperas por la tarde, cuando atardece y el día va de caída”. Por otra parte, el mismo contenido de esta oración litúrgica nos indica que hay que celebrarla cuando realmente la jornada de luz, de actividad, etc., pueda darse por concluida. Dice la Institutio que rezamos las Vísperas “en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto”. Y las siguientes referencias a la luz que no conoce ocaso, la luz eterna que es Cristo, con la invocación de la “luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre...”, no dejan lugar a dudas. En este contexto, ¿cómo vamos a pedir que la luz retorne a nosotros, si el sol está entrando todavía con fuerza por la ventana? ¿Cómo vamos a dar gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada si todavía nos quedan horas de actividad?
Quien quiere comprenderlo lo comprende, pero siempre habrá quien esté dispuesto a “santificarnos” diciéndonos que, de hecho, el día va de caída desde que cruza el mediodía, y bla, bla, bla...con lo cual...
Pues bueno, también para ellos tenemos alguna cosilla, recordando aquí la Constitución apostólica Christus Dominus sobre el ayuno eucarístico, de Pio XII, donde afirma el Papa Pacelli que si las circunstancias lo exigen, los Ordinarios del lugar pueden conceder la celebración de la misa por la tarde, pero que ésta no debe empezar antes de las cuatro. Y ahora en latín, para que se entienda más: “Si rerum adiuncta id necessario postulant, locorum Ordinariis concedimus ut Missae celebrationem vespertinis, ut diximus, horis permittere queant, ita tamen ut haec initium non habeat ante horan IV post meridiem”.
¿Queda claro? ¿O hay que encender más lámparas? (JGP)
Y es que, efectivamente, no han faltado iniciativas, en las décadas pasadas, para favorecer a los excursionistas, a los esquiadores, a los cazadores, a los turistas y a la tía Paca, muy ocupada en la cocina, han programado celebraciones eucarísticas en las primerísimas horas de la tarde de la vigilia. No obstante, ¿tiene este horario justificación legítima?
Si damos una ojeada a los libros litúrgicos del Vaticano II, nos damos cuenta que el punto de referencia para lo que estamos aquí tratando es el de la oración litúrgica vespertina. Se comprende que hemos entrado en el domingo o en una solemnidad cuando hemos celebrado las primeras Vísperas.
Y, ¿cuándo se pueden celebrar? That is the question. La Institutio de la Liturgia de las Horas nos dice, en el número 39, que “se celebran las Vísperas por la tarde, cuando atardece y el día va de caída”. Por otra parte, el mismo contenido de esta oración litúrgica nos indica que hay que celebrarla cuando realmente la jornada de luz, de actividad, etc., pueda darse por concluida. Dice la Institutio que rezamos las Vísperas “en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto”. Y las siguientes referencias a la luz que no conoce ocaso, la luz eterna que es Cristo, con la invocación de la “luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre...”, no dejan lugar a dudas. En este contexto, ¿cómo vamos a pedir que la luz retorne a nosotros, si el sol está entrando todavía con fuerza por la ventana? ¿Cómo vamos a dar gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada si todavía nos quedan horas de actividad?
Quien quiere comprenderlo lo comprende, pero siempre habrá quien esté dispuesto a “santificarnos” diciéndonos que, de hecho, el día va de caída desde que cruza el mediodía, y bla, bla, bla...con lo cual...
Pues bueno, también para ellos tenemos alguna cosilla, recordando aquí la Constitución apostólica Christus Dominus sobre el ayuno eucarístico, de Pio XII, donde afirma el Papa Pacelli que si las circunstancias lo exigen, los Ordinarios del lugar pueden conceder la celebración de la misa por la tarde, pero que ésta no debe empezar antes de las cuatro. Y ahora en latín, para que se entienda más: “Si rerum adiuncta id necessario postulant, locorum Ordinariis concedimus ut Missae celebrationem vespertinis, ut diximus, horis permittere queant, ita tamen ut haec initium non habeat ante horan IV post meridiem”.
¿Queda claro? ¿O hay que encender más lámparas? (JGP)
domingo, 16 de octubre de 2011
TIEMPO DE RECOGIMIENTO
Un hermano monje venía a veces a la habitación donde me gustaba sentarme por las mañanas y me daba amistosamente los buenos días, con toda la potencia que le permitían sus cuerdas vocales. Luego se ponía a charlar sobre cualquier cosa, mientras afuera salía el sol. Al parecer no sentía necesidad de un cierto “tiempo de recogimiento” a esa hora. Yo, en cambio, sí que lo necesitaba, así que lo estuve pensando y busqué otro sitio a donde ir por las mañanas. Cada uno encontramos nuestra paz por separado.
ASUNTOS DE VIDA O MUERTE
Si pudiéramos hacer las paces con la muerte, con la pérdida, con la finitud, nuestra vida diaria sería mucho más feliz. En Cristo, la vida y la muerte son inseparables. No pueden existir la una sin la otra.
¿Qué cosas nacen de la muerte? La desaparición de un rencor, el amanecer de un nuevo día, la muerte de uno mismo, la resurrección a una nueva vida.
¿Qué cosas nacen de la muerte? La desaparición de un rencor, el amanecer de un nuevo día, la muerte de uno mismo, la resurrección a una nueva vida.
CORAZÓN
Un sol radiante y una atmósfera limpia y acariciadora. Pero, en lugar de disfrutarla, corremos el riesgo de desperdiciarla si en nuestro corazón no hay paz. Cuando no hay paz, hasta el sol parece desagradable y maligno; hasta la tranquilidad de la atmósfera molesta y desagrada. Un día de viento y lluvia pesado, molesto.
Pero teniendo paz en el corazón, podemos hacer que la lluvia deje de ser molesta y se convierta en canto y música; pegadas las narices contra el vidrio mojado y oyendo el tintineo de la lluvia, podemos hacer que sus gotas repiqueteen en nuestro corazón.
Quiere decir que no son las cosas, sino que es el corazón el que pone en nosotros alegría o tristeza, optimismo o derrotismo, amargura o paz.
“Os exhorto, por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados” (Ef 4,1). Indudablemente el Señor ha dado a cada uno su vocación personal, que debe cumplir; cada uno ha de ser fiel a esa vocación; si te ha llamado al apostolado, es inútil que vayas buscando otras formas de vida cristiana: no la hallarás.
Pero teniendo paz en el corazón, podemos hacer que la lluvia deje de ser molesta y se convierta en canto y música; pegadas las narices contra el vidrio mojado y oyendo el tintineo de la lluvia, podemos hacer que sus gotas repiqueteen en nuestro corazón.
Quiere decir que no son las cosas, sino que es el corazón el que pone en nosotros alegría o tristeza, optimismo o derrotismo, amargura o paz.
“Os exhorto, por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados” (Ef 4,1). Indudablemente el Señor ha dado a cada uno su vocación personal, que debe cumplir; cada uno ha de ser fiel a esa vocación; si te ha llamado al apostolado, es inútil que vayas buscando otras formas de vida cristiana: no la hallarás.
sábado, 15 de octubre de 2011
Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones - Domund 2011
«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21)
Con ocasión del Jubileo del año 2000, el venerable Juan Pablo II, al comienzo de un nuevo milenio de la era cristiana, reafirmó con fuerza la necesidad de renovar el compromiso de llevar a todos el anuncio del Evangelio «con el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos» (Novo millennio ineunte, 58). Es el servicio más valioso que la Iglesia puede prestar a la humanidad y a toda persona que busca las razones profundas para vivir en plenitud su existencia. Por ello, esta misma invitación resuena cada año en la celebración de la Jornada mundial de las misiones. En efecto, el incesante anuncio del Evangelio vivifica también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico; renueva sus métodos pastorales para que sean cada vez más apropiados a las nuevas situaciones —también las que requieren una nueva evangelización— y animados por el impulso misionero: «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 2).
Id y anunciad
Este objetivo se reaviva continuamente por la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía, que se concluye siempre recordando el mandato de Jesús resucitado a los Apóstoles: «Id...» (Mt 28, 19). La liturgia es siempre una llamada «desde el mundo» y un nuevo envío «al mundo» para dar testimonio de lo que se ha experimentado: el poder salvífico de la Palabra de Dios, el poder salvífico del Misterio pascual de Cristo. Todos aquellos que se han encontrado con el Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús. Después de reconocer al Señor al partir el pan, «y levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once» y refirieron lo que había sucedido durante el camino (Lc 24, 33-35). El Papa Juan Pablo II exhortaba a estar «vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!» (Novo millennio ineunte, 59).
A todos
Destinatarios del anuncio del Evangelio son todos los pueblos. La Iglesia «es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo, según el plan de Dios Padre» (Ad gentes, 2). Esta es «la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Existe para evangelizar» (Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 14). En consecuencia, no puede nunca cerrarse en sí misma. Arraiga en determinados lugares para ir más allá. Su acción, en adhesión a la palabra de Cristo y bajo la influencia de su gracia y de su caridad, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y a todos los pueblos para conducirlos a la fe en Cristo (cf. Ad gentes, 5).
Esta tarea no ha perdido su urgencia. Al contrario, «la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse... Una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio» (Redemptoris missio, 1). No podemos quedarnos tranquilos al pensar que, después de dos mil años, aún hay pueblos que no conocen a Cristo y no han escuchado aún su Mensaje de salvación.
No sólo; es cada vez mayor la multitud de aquellos que, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe. Está en marcha un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante, un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del Mensaje evangélico, como si Dios no existiese, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales.
Corresponsabilidad de todos
La misión universal implica a todos, todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido; es un don que se debe compartir, una buena noticia que es preciso comunicar. Y este don-compromiso está confiado no sólo a algunos, sino a todos los bautizados, los cuales son «linaje elegido, nación santa, pueblo adquirido por Dios» (1 P 2, 9), para que proclame sus grandes maravillas.
En ello están implicadas también todas las actividades. La atención y la cooperación en la obra evangelizadora de la Iglesia en el mundo no pueden limitarse a algunos momentos y ocasiones particulares, y tampoco pueden considerarse como una de las numerosas actividades pastorales: la dimensión misionera de la Iglesia es esencial y, por tanto, debe tenerse siempre presente. Es importante que tanto los bautizados de forma individual como las comunidades eclesiales se interesen no sólo de modo esporádico y ocasional en la misión, sino de modo constante, como forma de la vida cristiana. La misma Jornada mundial de las misiones no es un momento aislado en el curso del año, sino que es una valiosa ocasión para detenerse a reflexionar si respondemos a la vocación misionera y cómo lo hacemos; una respuesta esencial para la vida de la Iglesia.
Evangelización global
La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la animación misionera ha prestado siempre una atención peculiar a la solidaridad. Este es también uno de los objetivos de la Jornada mundial de las misiones, que a través de las Obras misionales pontificias, solicita ayuda para el desarrollo de las tareas de evangelización en los territorios de misión. Se trata de sostener instituciones necesarias para establecer y consolidar a la Iglesia mediante los catequistas, los seminarios, los sacerdotes; y también de dar la propia contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición sobre todo infantil, enfermedades, carencia de servicios sanitarios y para la educación. También esto forma parte de la misión de la Iglesia. Al anunciar el Evangelio, la Iglesia se toma en serio la vida humana en sentido pleno. No es aceptable, reafirmaba el siervo de Dios Pablo VI, que en la evangelización se descuiden los temas relacionados con la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente respetando la autonomía de la esfera política. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad significaría «ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor al prójimo que sufre o padece necesidad» (Evangelii nuntiandi, 31. cf. n. 34); no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús, el cual «recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena nueva del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias» (Mt 9, 35).
Así, a través de la participación corresponsable en la misión de la Iglesia, el cristiano se convierte en constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado, y colabora en la realización del plan salvífico de Dios para toda la humanidad. Los retos que esta encuentra llaman a los cristianos a caminar junto a los demás, y la misión es parte integrante de este camino con todos. En ella llevamos, aunque en vasijas de barro, nuestra vocación cristiana, el tesoro inestimable del Evangelio, el testimonio vivo de Jesús muerto y resucitado, encontrado y creído en la Iglesia.
Que la Jornada mundial de las misiones reavive en cada uno el deseo y la alegría de «ir» al encuentro de la humanidad llevando a todos a Cristo. En su nombre os imparto de corazón la bendición apostólica, en particular a quienes más se esfuerzan y sufren por el Evangelio.
Con ocasión del Jubileo del año 2000, el venerable Juan Pablo II, al comienzo de un nuevo milenio de la era cristiana, reafirmó con fuerza la necesidad de renovar el compromiso de llevar a todos el anuncio del Evangelio «con el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos» (Novo millennio ineunte, 58). Es el servicio más valioso que la Iglesia puede prestar a la humanidad y a toda persona que busca las razones profundas para vivir en plenitud su existencia. Por ello, esta misma invitación resuena cada año en la celebración de la Jornada mundial de las misiones. En efecto, el incesante anuncio del Evangelio vivifica también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico; renueva sus métodos pastorales para que sean cada vez más apropiados a las nuevas situaciones —también las que requieren una nueva evangelización— y animados por el impulso misionero: «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 2).
Id y anunciad
Este objetivo se reaviva continuamente por la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía, que se concluye siempre recordando el mandato de Jesús resucitado a los Apóstoles: «Id...» (Mt 28, 19). La liturgia es siempre una llamada «desde el mundo» y un nuevo envío «al mundo» para dar testimonio de lo que se ha experimentado: el poder salvífico de la Palabra de Dios, el poder salvífico del Misterio pascual de Cristo. Todos aquellos que se han encontrado con el Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús. Después de reconocer al Señor al partir el pan, «y levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once» y refirieron lo que había sucedido durante el camino (Lc 24, 33-35). El Papa Juan Pablo II exhortaba a estar «vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!» (Novo millennio ineunte, 59).
A todos
Destinatarios del anuncio del Evangelio son todos los pueblos. La Iglesia «es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo, según el plan de Dios Padre» (Ad gentes, 2). Esta es «la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Existe para evangelizar» (Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 14). En consecuencia, no puede nunca cerrarse en sí misma. Arraiga en determinados lugares para ir más allá. Su acción, en adhesión a la palabra de Cristo y bajo la influencia de su gracia y de su caridad, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y a todos los pueblos para conducirlos a la fe en Cristo (cf. Ad gentes, 5).
Esta tarea no ha perdido su urgencia. Al contrario, «la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse... Una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio» (Redemptoris missio, 1). No podemos quedarnos tranquilos al pensar que, después de dos mil años, aún hay pueblos que no conocen a Cristo y no han escuchado aún su Mensaje de salvación.
No sólo; es cada vez mayor la multitud de aquellos que, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe. Está en marcha un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante, un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del Mensaje evangélico, como si Dios no existiese, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales.
Corresponsabilidad de todos
La misión universal implica a todos, todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido; es un don que se debe compartir, una buena noticia que es preciso comunicar. Y este don-compromiso está confiado no sólo a algunos, sino a todos los bautizados, los cuales son «linaje elegido, nación santa, pueblo adquirido por Dios» (1 P 2, 9), para que proclame sus grandes maravillas.
En ello están implicadas también todas las actividades. La atención y la cooperación en la obra evangelizadora de la Iglesia en el mundo no pueden limitarse a algunos momentos y ocasiones particulares, y tampoco pueden considerarse como una de las numerosas actividades pastorales: la dimensión misionera de la Iglesia es esencial y, por tanto, debe tenerse siempre presente. Es importante que tanto los bautizados de forma individual como las comunidades eclesiales se interesen no sólo de modo esporádico y ocasional en la misión, sino de modo constante, como forma de la vida cristiana. La misma Jornada mundial de las misiones no es un momento aislado en el curso del año, sino que es una valiosa ocasión para detenerse a reflexionar si respondemos a la vocación misionera y cómo lo hacemos; una respuesta esencial para la vida de la Iglesia.
Evangelización global
La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la animación misionera ha prestado siempre una atención peculiar a la solidaridad. Este es también uno de los objetivos de la Jornada mundial de las misiones, que a través de las Obras misionales pontificias, solicita ayuda para el desarrollo de las tareas de evangelización en los territorios de misión. Se trata de sostener instituciones necesarias para establecer y consolidar a la Iglesia mediante los catequistas, los seminarios, los sacerdotes; y también de dar la propia contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición sobre todo infantil, enfermedades, carencia de servicios sanitarios y para la educación. También esto forma parte de la misión de la Iglesia. Al anunciar el Evangelio, la Iglesia se toma en serio la vida humana en sentido pleno. No es aceptable, reafirmaba el siervo de Dios Pablo VI, que en la evangelización se descuiden los temas relacionados con la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente respetando la autonomía de la esfera política. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad significaría «ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor al prójimo que sufre o padece necesidad» (Evangelii nuntiandi, 31. cf. n. 34); no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús, el cual «recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena nueva del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias» (Mt 9, 35).
Así, a través de la participación corresponsable en la misión de la Iglesia, el cristiano se convierte en constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado, y colabora en la realización del plan salvífico de Dios para toda la humanidad. Los retos que esta encuentra llaman a los cristianos a caminar junto a los demás, y la misión es parte integrante de este camino con todos. En ella llevamos, aunque en vasijas de barro, nuestra vocación cristiana, el tesoro inestimable del Evangelio, el testimonio vivo de Jesús muerto y resucitado, encontrado y creído en la Iglesia.
Que la Jornada mundial de las misiones reavive en cada uno el deseo y la alegría de «ir» al encuentro de la humanidad llevando a todos a Cristo. En su nombre os imparto de corazón la bendición apostólica, en particular a quienes más se esfuerzan y sufren por el Evangelio.
Aquel día que, mirándonos a los ojos, dijiste
“al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios”,
abriste una brecha en el horizonte:
proclamaste la soberanía de Dios Padre,
la autonomía de la creación entera,
la libertad de conciencia de las personas,
la repulsa de toda ideología política y religiosa
y el uso de Dios para nuestros intereses.
Ulibarri Fl.
“al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios”,
abriste una brecha en el horizonte:
proclamaste la soberanía de Dios Padre,
la autonomía de la creación entera,
la libertad de conciencia de las personas,
la repulsa de toda ideología política y religiosa
y el uso de Dios para nuestros intereses.
Ulibarri Fl.
ORACIÓN DE LOS TRANSMISORES DE LA FE
Señor Jesús,
Hemos recibido la fe y somos llamados a transmitirla.
¡Danos luz y coraje para presentar tu nombre
Ante el mundo, empezando por nuestro entorno social!
¡Haz crecer nuestra fe, especialmente en los momentos
En que nos encontramos más decepcionados por los males del mundo!
Buen dios, ¡haznos mensajeros de amor y esperanza!
¡Ayúdanos a amar a todo el mundo sin excepción,
A manifestar tu presencia con gestos
Que vuelvan los ojos de las personas hacia ti, Señor!
¡Pon en nuestros labios la palabra adecuada,
En nuestra mirada la expresión positiva,
En nuestros movimientos la alegría que nos libera!
¡Impúlsanos también, Señor nuestro, en el momento de afrontar
Aquellas situaciones en las que se niega o se ignora tu existencia!
¡Danos aquel empujón que muchas veces necesitamos
Para manifestar que creemos a ti!
Pedimos la protección de nuestra Madre.
¡Virgen María, Madre de Dios, sé transmisora de la paz
Que tu Hijo Jesús nos da
Y que puede hacer un gran bien en nuestra sociedad!
Te pedimos, Señor, que acojas y abraces a los que nos han dejado.
Ponemos en tus manos el futuro de los trabajadores,
De la gente sencilla que lucha cada día para ganarse el pan
Y compartirlo con su familia. Amén.
Hemos recibido la fe y somos llamados a transmitirla.
¡Danos luz y coraje para presentar tu nombre
Ante el mundo, empezando por nuestro entorno social!
¡Haz crecer nuestra fe, especialmente en los momentos
En que nos encontramos más decepcionados por los males del mundo!
Buen dios, ¡haznos mensajeros de amor y esperanza!
¡Ayúdanos a amar a todo el mundo sin excepción,
A manifestar tu presencia con gestos
Que vuelvan los ojos de las personas hacia ti, Señor!
¡Pon en nuestros labios la palabra adecuada,
En nuestra mirada la expresión positiva,
En nuestros movimientos la alegría que nos libera!
¡Impúlsanos también, Señor nuestro, en el momento de afrontar
Aquellas situaciones en las que se niega o se ignora tu existencia!
¡Danos aquel empujón que muchas veces necesitamos
Para manifestar que creemos a ti!
Pedimos la protección de nuestra Madre.
¡Virgen María, Madre de Dios, sé transmisora de la paz
Que tu Hijo Jesús nos da
Y que puede hacer un gran bien en nuestra sociedad!
Te pedimos, Señor, que acojas y abraces a los que nos han dejado.
Ponemos en tus manos el futuro de los trabajadores,
De la gente sencilla que lucha cada día para ganarse el pan
Y compartirlo con su familia. Amén.
SINCERIDAD
Señor Jesús:
“Te pedimos entregarnos a ti con fidelidad
Y servirte con sincero corazón”.
Sin embargo, nuestro corazón en ocasiones
Se divida y titubea, porque:
Damos prioridad a lo material sobre lo espiritual
Creamos alternativa entre lo humano y lo divino
Dedicamos más tiempo a la acción que a la oración
Hacemos disyuntiva entre Dios y los hombres
Luchamos entre lo personal y lo comunitario...
Lo mezclamos todo y hacemos un lío
O damos preferencia a unos aspectos sobre otros.
Tu respuesta a los fariseos y herodianos es clara:
“Pagadle al César lo que es del César,
Y a Dios lo que es de Dios”.
Nos pides un equilibrio sensato y prudente,
Pero sabiendo lo que nos ha recordado Isaías:
“Yo soy el Señor y no hay otro;
Fuera de mí no hay Dios”.
Actuar de forma adecuada a esta escala de valores,
Resulta difícil y exigente,
Pero la única manera de ser fieles a tu enseñanza,
Porque ser creyente responsable no supone ningún dualismo artificial,
Sino coherencia y nobleza en todos los aspectos
Y en cualquier circunstancia,
Para servirte “con un corazón libre”
En el que caben también los demás. Amén.
“Te pedimos entregarnos a ti con fidelidad
Y servirte con sincero corazón”.
Sin embargo, nuestro corazón en ocasiones
Se divida y titubea, porque:
Damos prioridad a lo material sobre lo espiritual
Creamos alternativa entre lo humano y lo divino
Dedicamos más tiempo a la acción que a la oración
Hacemos disyuntiva entre Dios y los hombres
Luchamos entre lo personal y lo comunitario...
Lo mezclamos todo y hacemos un lío
O damos preferencia a unos aspectos sobre otros.
Tu respuesta a los fariseos y herodianos es clara:
“Pagadle al César lo que es del César,
Y a Dios lo que es de Dios”.
Nos pides un equilibrio sensato y prudente,
Pero sabiendo lo que nos ha recordado Isaías:
“Yo soy el Señor y no hay otro;
Fuera de mí no hay Dios”.
Actuar de forma adecuada a esta escala de valores,
Resulta difícil y exigente,
Pero la única manera de ser fieles a tu enseñanza,
Porque ser creyente responsable no supone ningún dualismo artificial,
Sino coherencia y nobleza en todos los aspectos
Y en cualquier circunstancia,
Para servirte “con un corazón libre”
En el que caben también los demás. Amén.
Domingo XXIX Tiempo Ordinario
LOS IMPUESTOS DEL EGO
Quizás sea bueno contextualizar la cuestión planteada en este relato, para entender mejor la “pregunta envenenada” que le dirigen a Jesús, así como la respuesta de éste.
Por lo que se refiere al tema mismo del impuesto exigido por Roma, es sabido que constituía –además de una carga económica- una humillación permanente y sangrante para el pueblo judío, que no toleraba el reconocimiento de ningún “amo” fuera de Yhwh.
De hecho, a lo largo de todo el siglo I, tanto en Judea (año 17), como en Siria (año 36) y en otras partes del imperio estallaron revueltas a causa de la política de impuestos aplicada por los ocupantes romanos.
Entre los años 6 al 9, Judas el Galileo pidió al pueblo que no pagara el tributo a Roma, desde una motivación religiosa: el único Señor el pueblo era Yhwh; y no debían someterse a ningún otro “señor”.
Esta misma postura fue sostenida por su hijo Menahem, en la guerra del 66-70. Sin embargo, el rey Agripa hace saber al pueblo insurreccionado contra Floro (66) que no pagar el tributo es “un acto de guerra” contra Roma.
Se trataba, ciertamente, de una cuestión candente y de solución “imposible”. Como estratagema para atrapar a Jesús, no podían haber elegido otra más idónea.
Todo ello no era obstáculo para que los judíos utilizaran la moneda del imperio. El denario –la moneda que le muestran a Jesús- llevaba en el anverso la imagen de César Tiberio adornado con la guirnalda de laurel que indicaba la dignidad divina, junto con la inscripción “Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto”. Y en el reverso, la leyenda “Pontífice Máximo” y la figura de la madre del emperador sentada en un trono de dioses.
Esta incongruencia ofrecía a Jesús una “salida” airosa. Quienes hacen gala de no depender de nadie, sino de Dios, están utilizando la moneda idolátrica.
El relato empieza haciendo notar la alianza “extraña” entre fariseos y herodianos con el único objetivo de “comprometer” a Jesús. Aquí podría aplicarse aquello de que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”: todo parece valer para conseguir los propios propósitos, por mezquinos que sean.
Y este grupo se acerca adulando a Jesús. La ironía radica en el hecho de que los términos de su adulación constituyen –quizás sin saberlo ellos mismos- uno de los “retratos” más ajustados del maestro de Nazaret: un hombre “sincero y que enseña el camino de Dios conforme a la verdad; sin que le importe nadie, porque no se fija en las apariencias”.
No cabe duda de que la integridad, la coherencia y la libertad interior constituyeron “señas de identidad” de Jesús y guiaron su comportamiento a lo largo de toda su vida, a pesar de las consecuencias que le acarrearon.
Una coherencia que se pone más en relieve precisamente al contrastar con la mezquindad de quienes se acercan, con buenas palabras, para tratar de “comprometerlo”.
El dilema que le plantean no parecía tener escapatoria posible: o se caía en un delito grave frente a Roma o se renegaba de la fe del pueblo en la soberanía de su único Dios.
Jesús sortea la trampa, en dos niveles: remitiéndoles a ellos mismos y conduciéndolos a un plano más profundo, desde donde la perspectiva se modifica.
En el primer nivel, les hace caer en la cuenta, como decía antes, de su propia incongruencia: ¿qué hacen ellos con la moneda romana en su bolsillo? Si es de Roma –parece apuntar con ironía-, tendrán que devolvérsela.
Pero la fuerza del argumento se encuentra en el segundo nivel. De hecho, la conocida –y tantas veces repetida- respuesta de Jesús (“dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”) podría traducirse, como sugiere Francesc Riera, por “retirad al César lo que es de Dios” (F. RIERA, El evangelio de Mateo. La mirada a Jesús crea el difícil consenso en una iglesia plural (Mt 21,1-28,20; 1,1-2,23), Sal Terrae, Santander 2010, p.37. De él he tomado también los datos históricos con los que iniciaba este comentario).
Esa respuesta, sin optar expresamente por ninguna de las dos alternativas, plantea un principio de validez permanente: el rechazo manifiesto a absolutizar cualquier poder.
El poder tiende a absolutizarse, en una dinámica que refleja exactamente lo que es el funcionamiento del ego. De un modo parecido a como un sentimiento (real) de inferioridad suele producir, como mecanismo compensatorio, la apariencia contraria (el individuo necesita sentirse “superior”), así también el yo, al ser por sí mismo inconsistente, tiene necesidad de fortalecer su (precaria) seguridad. En consecuencia, tiende a absolutizar todo lo que tiene que ver con él: ser el centro, tener razón, tener poder, riqueza, imagen…
La respuesta de Jesús advierte de este riesgo. El único absoluto es Dios; todo lo demás es relativo.
Ahora bien, una lectura mítica hace de esas palabras la fuente de un dualismo insostenible y puede llevar incluso a una desvalorización de lo humano. Es lo que ocurre en un planteamiento religioso en clave de rivalidad (o Dios o el hombre), como se ha dado a veces en nuestra propia tradición.
Pero no va por ahí. Porque aquí no se habla de “Dios” como de un ser objetivado –tal como lo nombran, por ejemplo, las religiones-, sino del Misterio último de lo que es, que se expresa en infinidad de “formas” relativas, sin confusión, pero sin separación.
Lo absoluto, por tanto, no es el “dios” que la mente humana crea –el “dios pensado” nunca puede ser un absoluto, sino un objeto mental-, sino el Misterio inefable que a todos nos constituye.
El nivel relativo es el mundo de las formas, físicas y mentales; entre ellas, el yo. El absoluto, por el contrario, es nuestra identidad verdadera.
El primero de ellos es el mundo de los pensamientos, siempre variables, inestables y fluctuantes. El segundo es el de la Conciencia siempre estable, permanente y pacífica.
Detrás de cualquier pensamiento –cualquiera que sea su color-, está la conciencia. Y podemos apreciarla de un modo sencillo: observando las pausas entre los mismos pensamientos.
Hay un símil que puede ayudarnos a entenderlo. Sobre una pizarra permanente, escribimos líneas de muchas formas y colores; líneas que se suceden, se superponen, se entrecruzan… Las líneas varían constantemente. Sin embargo, la pizarra permanece estable. Y es la que hace que sea posible la escritura…, aunque ni siquiera reparemos en ella.
Nuestros pensamientos son las líneas que escribimos sobre la pizarra; ésta es la Conciencia. Aquéllos pertenecen al nivel relativo; ésta es lo absoluto. Pero, precisamente por ello, nadie se la puede apropiar. Tampoco puede ser pensada. Únicamente se la puede experimentar de un modo directo, preconceptual, cuando acallamos los pensamientos (cuando, en lugar de seguir dibujando líneas sobre la pizarra, depositamos en ella toda nuestra atención).
Todo esto desemboca en un interrogante. ¿Con quién nos identificamos: con la sucesión de pensamientos (el yo) o con la Conciencia estable e ilimitada? ¿Nos “conformamos” con nuestra identidad relativa, en la forma pasajera del yo inconsistente, pura creación mental…, o nos reconocemos como Conciencia pura, en el “disfraz” de esta forma? ¿Pagamos el “impuesto” al yo o lo “devolvemos” a Dios?
www.enriquemartinezlozano.com
Quizás sea bueno contextualizar la cuestión planteada en este relato, para entender mejor la “pregunta envenenada” que le dirigen a Jesús, así como la respuesta de éste.
Por lo que se refiere al tema mismo del impuesto exigido por Roma, es sabido que constituía –además de una carga económica- una humillación permanente y sangrante para el pueblo judío, que no toleraba el reconocimiento de ningún “amo” fuera de Yhwh.
De hecho, a lo largo de todo el siglo I, tanto en Judea (año 17), como en Siria (año 36) y en otras partes del imperio estallaron revueltas a causa de la política de impuestos aplicada por los ocupantes romanos.
Entre los años 6 al 9, Judas el Galileo pidió al pueblo que no pagara el tributo a Roma, desde una motivación religiosa: el único Señor el pueblo era Yhwh; y no debían someterse a ningún otro “señor”.
Esta misma postura fue sostenida por su hijo Menahem, en la guerra del 66-70. Sin embargo, el rey Agripa hace saber al pueblo insurreccionado contra Floro (66) que no pagar el tributo es “un acto de guerra” contra Roma.
Se trataba, ciertamente, de una cuestión candente y de solución “imposible”. Como estratagema para atrapar a Jesús, no podían haber elegido otra más idónea.
Todo ello no era obstáculo para que los judíos utilizaran la moneda del imperio. El denario –la moneda que le muestran a Jesús- llevaba en el anverso la imagen de César Tiberio adornado con la guirnalda de laurel que indicaba la dignidad divina, junto con la inscripción “Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto”. Y en el reverso, la leyenda “Pontífice Máximo” y la figura de la madre del emperador sentada en un trono de dioses.
Esta incongruencia ofrecía a Jesús una “salida” airosa. Quienes hacen gala de no depender de nadie, sino de Dios, están utilizando la moneda idolátrica.
El relato empieza haciendo notar la alianza “extraña” entre fariseos y herodianos con el único objetivo de “comprometer” a Jesús. Aquí podría aplicarse aquello de que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”: todo parece valer para conseguir los propios propósitos, por mezquinos que sean.
Y este grupo se acerca adulando a Jesús. La ironía radica en el hecho de que los términos de su adulación constituyen –quizás sin saberlo ellos mismos- uno de los “retratos” más ajustados del maestro de Nazaret: un hombre “sincero y que enseña el camino de Dios conforme a la verdad; sin que le importe nadie, porque no se fija en las apariencias”.
No cabe duda de que la integridad, la coherencia y la libertad interior constituyeron “señas de identidad” de Jesús y guiaron su comportamiento a lo largo de toda su vida, a pesar de las consecuencias que le acarrearon.
Una coherencia que se pone más en relieve precisamente al contrastar con la mezquindad de quienes se acercan, con buenas palabras, para tratar de “comprometerlo”.
El dilema que le plantean no parecía tener escapatoria posible: o se caía en un delito grave frente a Roma o se renegaba de la fe del pueblo en la soberanía de su único Dios.
Jesús sortea la trampa, en dos niveles: remitiéndoles a ellos mismos y conduciéndolos a un plano más profundo, desde donde la perspectiva se modifica.
En el primer nivel, les hace caer en la cuenta, como decía antes, de su propia incongruencia: ¿qué hacen ellos con la moneda romana en su bolsillo? Si es de Roma –parece apuntar con ironía-, tendrán que devolvérsela.
Pero la fuerza del argumento se encuentra en el segundo nivel. De hecho, la conocida –y tantas veces repetida- respuesta de Jesús (“dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”) podría traducirse, como sugiere Francesc Riera, por “retirad al César lo que es de Dios” (F. RIERA, El evangelio de Mateo. La mirada a Jesús crea el difícil consenso en una iglesia plural (Mt 21,1-28,20; 1,1-2,23), Sal Terrae, Santander 2010, p.37. De él he tomado también los datos históricos con los que iniciaba este comentario).
Esa respuesta, sin optar expresamente por ninguna de las dos alternativas, plantea un principio de validez permanente: el rechazo manifiesto a absolutizar cualquier poder.
El poder tiende a absolutizarse, en una dinámica que refleja exactamente lo que es el funcionamiento del ego. De un modo parecido a como un sentimiento (real) de inferioridad suele producir, como mecanismo compensatorio, la apariencia contraria (el individuo necesita sentirse “superior”), así también el yo, al ser por sí mismo inconsistente, tiene necesidad de fortalecer su (precaria) seguridad. En consecuencia, tiende a absolutizar todo lo que tiene que ver con él: ser el centro, tener razón, tener poder, riqueza, imagen…
La respuesta de Jesús advierte de este riesgo. El único absoluto es Dios; todo lo demás es relativo.
Ahora bien, una lectura mítica hace de esas palabras la fuente de un dualismo insostenible y puede llevar incluso a una desvalorización de lo humano. Es lo que ocurre en un planteamiento religioso en clave de rivalidad (o Dios o el hombre), como se ha dado a veces en nuestra propia tradición.
Pero no va por ahí. Porque aquí no se habla de “Dios” como de un ser objetivado –tal como lo nombran, por ejemplo, las religiones-, sino del Misterio último de lo que es, que se expresa en infinidad de “formas” relativas, sin confusión, pero sin separación.
Lo absoluto, por tanto, no es el “dios” que la mente humana crea –el “dios pensado” nunca puede ser un absoluto, sino un objeto mental-, sino el Misterio inefable que a todos nos constituye.
El nivel relativo es el mundo de las formas, físicas y mentales; entre ellas, el yo. El absoluto, por el contrario, es nuestra identidad verdadera.
El primero de ellos es el mundo de los pensamientos, siempre variables, inestables y fluctuantes. El segundo es el de la Conciencia siempre estable, permanente y pacífica.
Detrás de cualquier pensamiento –cualquiera que sea su color-, está la conciencia. Y podemos apreciarla de un modo sencillo: observando las pausas entre los mismos pensamientos.
Hay un símil que puede ayudarnos a entenderlo. Sobre una pizarra permanente, escribimos líneas de muchas formas y colores; líneas que se suceden, se superponen, se entrecruzan… Las líneas varían constantemente. Sin embargo, la pizarra permanece estable. Y es la que hace que sea posible la escritura…, aunque ni siquiera reparemos en ella.
Nuestros pensamientos son las líneas que escribimos sobre la pizarra; ésta es la Conciencia. Aquéllos pertenecen al nivel relativo; ésta es lo absoluto. Pero, precisamente por ello, nadie se la puede apropiar. Tampoco puede ser pensada. Únicamente se la puede experimentar de un modo directo, preconceptual, cuando acallamos los pensamientos (cuando, en lugar de seguir dibujando líneas sobre la pizarra, depositamos en ella toda nuestra atención).
Todo esto desemboca en un interrogante. ¿Con quién nos identificamos: con la sucesión de pensamientos (el yo) o con la Conciencia estable e ilimitada? ¿Nos “conformamos” con nuestra identidad relativa, en la forma pasajera del yo inconsistente, pura creación mental…, o nos reconocemos como Conciencia pura, en el “disfraz” de esta forma? ¿Pagamos el “impuesto” al yo o lo “devolvemos” a Dios?
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AMOR
Hoy se habla mucho del amor; no siempre del verdadero amor. Es que el mundo solamente se salvará con amor y no con odio.
Pero, eso sí, hay que amar a todos sin excepción; aun a los propios enemigos, como nos lo manda Cristo en el Evangelio.
Hay que amar sin desfallecimiento ni descanso. Lo mismo en las buenas que en las malas; en la primavera que en verano; a la persona que nos resulta simpática y a la que nos es antipática; a la que nos hace bien, como a la que nos persigue.
Hay que amar a todos sin excepción.
Se han estrenado muchos métodos para arreglar el mundo, y el mundo sigue desarreglado; ¿no será porque no se ha probado el método del amor? Las familias, las personas, ¿no serían más felices si en ellas reinara el amor, en lugar de la incomprensión?
Hay una sola bomba que al estallar no destruye, sino que construye: es la bomba del amor.
“Conoced el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios” (Ef 3,19). Cristo es el verdadero Pléroma del Padre, y el cristiano ha de constituirse en un Pléroma o Plenitud de Cristo; así el mundo irá a Cristo por el cristiano, y al Padre por Cristo.
Pero, eso sí, hay que amar a todos sin excepción; aun a los propios enemigos, como nos lo manda Cristo en el Evangelio.
Hay que amar sin desfallecimiento ni descanso. Lo mismo en las buenas que en las malas; en la primavera que en verano; a la persona que nos resulta simpática y a la que nos es antipática; a la que nos hace bien, como a la que nos persigue.
Hay que amar a todos sin excepción.
Se han estrenado muchos métodos para arreglar el mundo, y el mundo sigue desarreglado; ¿no será porque no se ha probado el método del amor? Las familias, las personas, ¿no serían más felices si en ellas reinara el amor, en lugar de la incomprensión?
Hay una sola bomba que al estallar no destruye, sino que construye: es la bomba del amor.
“Conoced el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios” (Ef 3,19). Cristo es el verdadero Pléroma del Padre, y el cristiano ha de constituirse en un Pléroma o Plenitud de Cristo; así el mundo irá a Cristo por el cristiano, y al Padre por Cristo.
NADA DE TURBE
Nada turbe,
Nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva tu pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.
Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.
Nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva tu pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.
Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.
TERESA DE JESÚS
Teresa de Ahumada nació en Ávila, el 28 de marzo de 1515. Desde sus más breves años comenzó a sentir mística exaltación, y a los 7 años huyó de su casa con un hermano, para ir a buscar martirio.
Vuelta al hogar, a los doce años pasó por el dolor de perder a su madre, lo que la afectó en extremo y pareció decidir su vocación religiosa.
A los 16 años entró en el convento de Santa María de Gracia, llevada por su padre a causa de sus malas frecuentaciones, entre ellas la de una su prima, y de las exageradas lecturas de libros de caballerías.
El tres de noviembre de 1534, a los 19 años de edad, profesó en el convento de la Encarnación de Ávila. Poco después cayó gravemente enferma y su padre la llevó a baños minerales: sentía los primeros síntomas de sus neurosis. En 1537, en casa de su padre, sufrió un ataque de parasismo, y durante dos años estuvo paralítica.
Curó, y durante bastantes años su fe anduvo bastante entibiada, hasta que volvió al pasado ardor religioso por que, según dice ella, Cristo se le apareció con airado semblante. Entonces creyó que la causa de su frialdad provenía de su demasiado frecuente trato con seglares, y resolvió reformar la orden del Carmelo, a la cual pertenecía, y fundar religiones de monjas descalzas y enclaustradas.
Hora era de que llegaran estas reformas, pues la orden estaba del todo relajada. En su empresa tuvo grandes dificultades que vencer, pero le ayudaron eficazmente una de sus hermanas, otros parientes, varios señores piadosos y la duquesa de Alba.
Sus principales obras son en prosa: amenas unas veces, especiosas otras, son pruebas de que la santa, que tanto se queja en ellas de su falta de letras, era una gran estilista. En cuanto a sus poesías, fueron compuestas en ciertos momentos de mayor ardor místico, por la que ella decía que la Divinidad se las inspiraba.
Santa Teresa murió, después de realizada su obra de reforma, el 4 de octubre de 1582, a los sesenta y siete años.
Vuelta al hogar, a los doce años pasó por el dolor de perder a su madre, lo que la afectó en extremo y pareció decidir su vocación religiosa.
A los 16 años entró en el convento de Santa María de Gracia, llevada por su padre a causa de sus malas frecuentaciones, entre ellas la de una su prima, y de las exageradas lecturas de libros de caballerías.
El tres de noviembre de 1534, a los 19 años de edad, profesó en el convento de la Encarnación de Ávila. Poco después cayó gravemente enferma y su padre la llevó a baños minerales: sentía los primeros síntomas de sus neurosis. En 1537, en casa de su padre, sufrió un ataque de parasismo, y durante dos años estuvo paralítica.
Curó, y durante bastantes años su fe anduvo bastante entibiada, hasta que volvió al pasado ardor religioso por que, según dice ella, Cristo se le apareció con airado semblante. Entonces creyó que la causa de su frialdad provenía de su demasiado frecuente trato con seglares, y resolvió reformar la orden del Carmelo, a la cual pertenecía, y fundar religiones de monjas descalzas y enclaustradas.
Hora era de que llegaran estas reformas, pues la orden estaba del todo relajada. En su empresa tuvo grandes dificultades que vencer, pero le ayudaron eficazmente una de sus hermanas, otros parientes, varios señores piadosos y la duquesa de Alba.
Sus principales obras son en prosa: amenas unas veces, especiosas otras, son pruebas de que la santa, que tanto se queja en ellas de su falta de letras, era una gran estilista. En cuanto a sus poesías, fueron compuestas en ciertos momentos de mayor ardor místico, por la que ella decía que la Divinidad se las inspiraba.
Santa Teresa murió, después de realizada su obra de reforma, el 4 de octubre de 1582, a los sesenta y siete años.
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