martes, 8 de noviembre de 2011

COMPLEJOS

Modernamente se está hablando mucho de complejos que alteran la vida del hombre.
Unos tienen complejos de inferioridad, que los anulan.
Otros, complejos de timidez, que los inhiben.
No faltan quienes experimentan el complejo de superioridad o de dominio, que los lanza a empresas desorbitadas que ineludiblemente terminan en fracasos desalentadores.
Dicen los psicólogos que, quien más quien menos, todos estamos en el ámbito de algún complejo.
¿Por qué entonces extrañarnos de tener el complejo de Dios?
Sí, al fin y al cabo, es el único complejo verdaderamente liberador, el único que no aplasta, sino que alienta, el único que no corta las alas sino que las extiende y aumenta su potencialidad.
Ver en todo a Dios no destruye la propia personalidad, sino que la reafirma, la orienta, la fundamenta y la robustece.


“Exaltándose a sí mismo el hombre como regla absoluta, o hundiéndose hasta la desesperación, la duda y la ansiedad se siguen en consecuencia... La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, con capacidad para conocer y amar a su Creador y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible, para gobernarla y usarla, glorificando a Dios” (GS 12)

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