lunes, 31 de agosto de 2009

MOMENTO DE DISCERNIR: ¿Qué es discernir?

«¡Conque sabéis discernir el aspecto del cielo
y no podéis discernir las señales de los tiempos!» (Mateo 16,3)


El desorden del entendimiento es fuente de desorden en la voluntad. Y la oscuridad en el entender anticipa la tiniebla en el obrar. El desorden es oscuro, porque impide ver, aunque haya luz. Y la oscuridad desordena, porque poco a poco nos lleva a olvidar el lugar de cada cosa.
Frente a ello, discernir es distinguir: el primer paso para ordenar. Discernir también es pronunciar un "sí" que conlleva un "no"; por lo mismo, es trazar una frontera, es comenzar a ver.
Como acto, el discernimiento supone, en general, unos diez pasos: acogida, escucha, examen, análisis, distinción, juicio, sentencia, revisión, verificación y autoevaluación. El proceso completo supone una especie de "espiral" ascendente.
Acogida es el acto por el que nos hacemos conscientes de nuestros propios límites, y nos disponemos del mejor modo posible a recibir un "algo" distinto a nosotros mismos. Implica la conciencia de los propios prejuicios, generales, particulares y singulares, y el deseo sincero de deponerlos.
Escucha es la recepción misma de los "datos" o de las versiones de un hecho o acontecimiento. Implica atención, esfuerzo de comprensión, preguntar inteligente, recurso a la experiencia, deseo de objetividad y claridad. Si se trata, pues, de un discernimiento cristiano, la revelación bíblica y la historia y el magisterio de la Iglesia tienen aquí su lugar.
Examen es el planteamiento de lo recibido en términos abstractos, más allá de las simpatías, antipatías y demás afectos, y también más allá de lo puramente anecdótico o circunstancial, tanto de la persona que habla como de quien la escucha. Lo esencial en esta fase es al amor a la verdad. En un discernimiento cristiano, aquí se invoca la gracia de la luz del Espíritu Santo.
Análisis es la discriminación de los elementos y actores; las causas y consecuencias; lo querido sin decirlo y lo dicho sin quererlo. Fruto de esta fase ha de ser la certeza moral de que los datos del problema forman un todo coherente y de que las posibles mentiras o medias verdades en las versiones han sido debidamente subsanadas.
Distinción es la jerarquización de aquello que ha sido fruto del análisis. Conviene intentar por lo menos tres jerarquías distintas: en el orden temporal, en el orden causal y en el orden moral.
Juicio es el acto mismo de discernir. Supone tomar aquella postura que al mismo tiempo nos parece razonable, sensata, oportuna y prudente, y que deja en el corazón una sensación de verdad, de paz y de libertad frente a las personas y frente a los datos.
Sentencia es simplemente el enunciado claro, sucinto y responsable de lo que ha sido alcanzado en el juicio.
Revisión es aquella primera fase de retroalimentación en la que devolvemos el proceso de modo crítico y sereno, como desconfiando de nosotros mismos, a la luz de nuestra propia fragilidad e ignorancia.
Verificación es el contraste entre nuestra sentencia y el hecho o persona que tenemos delante. Supone probablemente una nueva acogida, escucha y análisis, en un deseo de que los implicados sean tanm favorecidos e iluminados como sea posible. Implica, pues, amor a la verdad y gran misericordia. Sin complicidad pero sin innecesaria dureza.
Autoevaluación es el tercer paso en la retroalimentación. Supone una crítica a nuestro modo de criticar y un discernimiento de nuestra manera de discernir: como un examen de conciencia por el que deseamos también mirarnos como Dios nos mira y darle toda la gloria.
Porque discernir es constituirse en alabanza de la gloria de Jesucristo, es cerrar las puertas a la ignorancia, la duda, la perfidia, el escepticismo, el error y la malicia, para abrirlas para el Espíritu.

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