miércoles, 26 de agosto de 2009

LIBERTAD Y SOLEDAD

Tal como dice Emerson, el hombre tiene el deber consigo mismo de ser libre, libre y valiente. Libre hasta de la fe en la libertad. Pero reconozco que esta libertad asusta al hombre común, que recula ante ella porque intuye, de algún modo, que libertad y soledad van de la mano. Así es, la libertad total es soledad total, pero jubilosa y alegre. Aunque tal vez sería más correcto -dada la mala prensa que tiene la soledad- hablar de unicidad “completa” o “máxima” autonomía existencial. Quien se sabe parte de un universo infinito, aunque “esté” solo, no puede “sentirse” tristemente solo jamás, porque sabe que todo lo que necesita para ser feliz está en él.
No obstante, sería demasiado pretencioso creer que un ser humano finito no necesita cosas exteriores a él y que se basta a sí mismo para todo. No somos islas. Formamos parte del continente humano, de la Humanidad. Y la necesidad más apremiante para un hombre libre, después de hallar la felicidad plena, es encontrar al menos un alma gemela, un amigo del alma, igualmente libre, con quien compartir su dicha y, juntos, poder duplicarla.
Spinoza lo expresó maravillosamente cuando creyendo las palabras de un tal Blijenbergh, comerciante aficionado a la filosofía que decía estar consagrado a la búsqueda de la verdad, piensa que ha encontrado un amigo verdadero, ¡por fin!, y se confía emocionado con estas palabras: “De todas aquellas cosas que están fuera de mi poder, nada estimo más que tener el honor de trabar lazos de amistad con gentes que aman sinceramente la verdad; porque creo que nada de cuanto hay en el mundo podemos amarlo con más tranquilidad que a tales hombres. En efecto, es tan imposible destruir el amor que ellos mutuamente se profesan, por estar fundado en el amor que cada uno de ellos tiene por el conocimiento de la verdad, como no abrazar la verdad una vez percibida. Este amor es, además, el mayor y más grato que puede darse hacia cosas que están fuera de nuestro poder, ya que nada, fuera de la verdad, es capaz de unir totalmente distintos sentidos y espíritus”.
Si me perdonas una confidencia, cuando yo era joven anhelaba sólo dos cosas: sabiduría y amistad. Respecto a la primera, he hallado la necesaria y suficiente para ser libre y feliz. Nadie lo diría, si se juzgare mi vida por las cosas exteriores que me han ocurrido y que harían desdichados a casi todos. Respecto a la segunda, tengo muchas relaciones de amistad con personas que me aman y a las que amo sinceramente, pero aún no he hallado un amigo verdadero.
La amistad es un prodigio que surge de tarde en tarde, y yo, que no creo ya en los milagros, aún no he perdido la esperanza de encontrarla. Porque un amigo te alegra la vida y puedes apoyarte en él para perfeccionarte.

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