Lo que comenzó en el siglo IV siendo una memoria a los mártires, se convirtió más tarde en una celebración a todos los que fueron consecuentes con la fe. El Apocalipsis menciona 144.000, número que designa a todos. El Salmo reconoce que “éste es el grupo que busca al Señor”. Juan les llama “hijos de Dios”. Son todos aquellos que han elegido para sus vidas el camino trazado por Jesús en las bienaventuranzas: eligieron ser pobres porque descubrieron el verdadero tesoro; aprendieron a llorar porque creyeron que toda lágrima se transformará en gozo; escogieron ser mansos porque así se siembre bondad en la tierra; sufrieron el hambre y la sed de justicia porque creyeron en la igualdad de todos; la misericordia de Dios les movió a ser misericordiosos; aceptaron también ser insultados por causa de Jesús porque vieron en él que el camino de la luz pasa a través de la cruz.
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