miércoles, 11 de noviembre de 2009

SERENIDAD


La paz con uno mismo y con los demás es hermana gemela del equilibrio, y si de verdad deseamos la paz, necesariamente habremos de poner fin a las hostilidades, luchas e inquietudes que fatigan el cuerpo y el espíritu. El equilibrio nos vendrá siempre del interior, de la aceptaci6n propia y de la aceptaci6n de los demás. Por el contrario, la intranquilidad y el desasosiego tienen como fuente primordial la batalla que todos libramos en nuestra propia mente al proponemos objetivos incompatibles, en conflicto, ya que hacemos depender nuestra paz interior, nuestro equilibrio, de que los demás cambien.
Es frecuente que achaquemos nuestros estados depresivos, nuestro mal carácter, nuestra desidia o nuestra desgracia a que familiares. amigos, compañeros de trabajo, vecinos o conocidos no respondan exactamente con su conducta a las expectativas concretas que teníamos sobre ellos, ni persiguen el objetivo que nosotros les habíamos fijado. Perdemos los nervios, nos desequilibramos y atormentamos porque los demás no amoldan su vida y su conducta a la nuestra y por eso les acusamos de ser la causa de nuestras desdichas y de que vivamos tan alterados.
Es absurdo hacer depender nuestro equilibrio, nuestra felicidad, nuestra paz interior del cambio de conducta que lleven a cabo otras personas en relación con nosotros, sencillamente porque al proponemos como meta cambiar a otra persona, le estamos otorgando el poder de decidir si disfrutaremos o no de paz y de felicidad. No existe una pretensión o una actitud más inmadura e infantil y, sin embargo, pocos adultos llegan a comprender en su vida que la paz, la madurez mental y el equilibrio son siempre un proceso interior, dinámico y privativo de cada individuo.
Es cada persona quien decide, elige y crea su propio clima interior y exterior de equilibrio y de paz, precisamente fomentando en su mente pensamientos de paz, equilibradores, de acogida y de amor.
Si no aceptamos a los demás como son, con sus limitaciones y defectos, damos entrada en nuestro corazón al desasosiego, las lamentaciones y los sentimientos negativos y de destrucción- Es cada persona, ella solita, quien crea sus propios estados depresivos, de frustraci6n, de venganza, de confusi6n y de ira al plantearse objetivos en conflicto, uno de los cuales, quizá el más grave, sea el hacer depender el propio equilibrio, la paz mental de los cambios que realicen otras personas. Son nuestros pensamientos quienes deben cambiar para lograr el equilibrio.
¿Cómo puede encontrar cualquiera su propio equilibrio personal y mantenerlo? Con la auto observación, con la vigilancia interior Cada vez que te descubras a ti mismo culpando a otros de tus desgracias y problemas, pretendiendo cambiarles para que se amolden a tus deseos y pretensiones, estás alentando tu propio desequilibrio. Siempre que dentro de ti, en tu mente o en tu corazón se produzca una reacci6n desequilibrada, equilíbrala al instante recurriendo al amor, la comprensi6n, el perd6n y la generosidad.
Por una vez y sin que sirva de precedente, termino esta página con unas cuantas máximas que me ha mandado sobre el equilibrio un asiduo lector de Jerez de la Frontera, Manolo Rincón:
Ocuparme menos de mí mismo y prestar más atención a lo que necesiten los demás, sobre todo mi familia. Lo importante son los afectos que nos unen a nuestros seres queridos.
Renunciar a toda vanidad y pretensión de superioridad frente a los demás. Tratar de resolver mis problemas y progresar mediante el trabajo y el estudio.
Reconocer mis errores y tratar de corregirlos, sin dramatismo, pero con prontitud y firmeza.
Mantener siempre mi talante optimista para afrontar la vida con decisión, serenidad y alegría.
Conducirme en todo momento con rectitud y honestidad, respetando y aceptando a los demás.
No dejarme influir por ciertas pretensiones y actitudes apremiantes o descalificadoras de quienes necesitan autoafirmarse en detrimento de los demás.
No responder jamás a provocaciones, ni entrar en discusiones inútiles acerca de la valía personal.
Decir no cuantas veces sea preciso cuando no esté de acuerdo con aquello que se demande de mí.
Aceptar la vida con sus dudas e incertidumbres, tratando de mejorar aquello que de mí dependa y no agobiarme por dificultades y fracasos.
No perder el tiempo con quejas inútiles ni caer en la trampa de juzgar, criticar y descalificar a los demás.

2 comentarios:

  1. empezando por el final, no nos podemos quejar la mayoria de veces, pues hacemos caso de los consejos que nos dan, cuando son los que queremos oir, aunque despues nos arrepintamos.
    La paz siempre suele traernos felicidad, y la felicidad es interior, no exterior, por lo tanto, no depende de los demas, sino de nosotros mismos, no por lo que tenemos, sino por lo que somos.

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