Monseñor Castellanos es un obispo. Pero no uno cualquiera, uno especial, profético. Profético desde hace años, aunque a algunos no les guste que se utilice esta palabra. Se llama Nicolás, fue obispo de Palencia hasta 1992, año en que dejó todo. Dejó su diócesis y se fue a uno de los países más pobres de Latinoamérica: Bolivia. Allí fundó todo un imperio de la solidaridad y de la caridad.
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