Algunas personas describen a Dios como un dictador mezquino que está ansioso de encontrar una causa para abatir a la raza humana vil que ha creado. ¿Es esa la manera que la Biblia describe a Dios? Romanos 2:4 dice: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”. Romanos 15:5 enfatiza la paciencia de Dios: “Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús”. Pedro escribió: “[L]a paciencia de nuestro Señor es para salvación” (2 Pedro 3:15).
Dios es paciente porque no quiere que nadie se pierda eternamente. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Un significado de “paciencia”, según el Diccionario Ilustrado de Oxford, es “la capacidad de esperar calmadamente y serenamente”. Dios ha prometido que habrá un día en que los pecadores recibirán su condenación final (2 Pedro 2:9; 3:7), pero Dios está esperando que más pecadores puedan aceptar y obedecer al Evangelio. Wayne Jackson señaló ejemplos bíblicos de esa paciencia:
Dios no impone Su ira impulsivamente. En cambio, la historia ha demostrado repetidamente que Dios tiene “mucha paciencia” para los que merecen el castigo (Romanos 9:22). Su paciencia se demostró en la generación del tiempo de Noé (Génesis 6:3). Él esperó para destruir a la Sodoma corrupta (Génesis 18:26et.seq.). Jehová se reveló a Moisés como un Dios que es “tardo para la ira” (Éxodo 34:6; cf. Salmos 103:8). El Señor fue incluso paciente con un impío tan vil como Acab (1 Reyes 21:29). Por siglos fue tolerante con la nación arrogante y testaruda de Israel (Nehemías 9:17) [2000].
Nosotros necesitamos desesperadamente la paciencia de Dios, así como el apóstol Pablo la necesitó. Dios dio a Pablo la oportunidad de ser salvo, a pesar del hecho que fue “el primero” de los pecadores (1 Timoteo 1:15-16; vea Nicks, 1981, p. 190). El potencial de la salvación yace en la paciencia de Dios. En vez de destruir instantáneamente a la gente cuando peca, Él da providencialmente oportunidades y ánimo que debería guiar al arrepentimiento (Tito 2:11). Dios espera que pidamos Su paciencia continua cuando cometemos errores (1 Juan 1:9; Lucas 11:4), y Él demuestra Su paciencia al perdonar continuamente nuestros pecados (basado en el sacrificio de la sangre de Cristo y nuestra obediencia sincera a Su voluntad; vea 1 Juan 1:7).
Deberíamos imitar la paciencia de Dios. Romanos 2:6-7 enfatiza la necesidad de paciencia en las vidas de los cristianos: “[Dios—CC] pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (énfasis añadido). Pablo instruyó a los cristianos a ser pacientes: “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos” (1 Tesalonicenses 5:14, énfasis añadido; cf. la parábola de Cristo del siervo paciente en Mateo 18:23-35). La gente no puede salvarse a menos que tenga paciencia, ya que sin paciencia es imposible realizar la obra cristiana (vea Eclesiastés 7:8; Efesios 4:2; 2 Timoteo 2:24; Santiago 1:4). La paciencia también es necesaria porque otras virtudes cristianas, incluyendo la fe, la esperanza y el gozo, dependen de ella (Santiago 1:2-4; Romanos 5:3; 15:4; Colosenses 1:11; vea Nicks, 1981, pp. 191-192). William Barclay observó:
Si Dios hubiera sido un hombre, hubiera alzado su mano y arrasado con el mundo hace mucho tiempo atrás; pero Dios tiene esa paciencia que soporta a los pecadores y que no les destruirá. En nuestras vidas, en nuestra actitud y trato hacia nuestro prójimo, debemos reproducir esta actitud divina amorosa, tolerante, perdonadora y paciente hacia nosotros (1958, p. 56).
La paciencia de Dios está balanceada por Su justicia perfecta. Se castigará el pecado no perdonado, pero la paciencia de Dios concede tiempo para el arrepentimiento (Mateo 25:41; 2 Pedro 2:9; vea Colley, 2007). Isaías 30:18 clarifica: “Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él”. La paciencia generosa de Dios debería motivarnos a obedecerle.
Dios es paciente porque no quiere que nadie se pierda eternamente. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Un significado de “paciencia”, según el Diccionario Ilustrado de Oxford, es “la capacidad de esperar calmadamente y serenamente”. Dios ha prometido que habrá un día en que los pecadores recibirán su condenación final (2 Pedro 2:9; 3:7), pero Dios está esperando que más pecadores puedan aceptar y obedecer al Evangelio. Wayne Jackson señaló ejemplos bíblicos de esa paciencia:
Dios no impone Su ira impulsivamente. En cambio, la historia ha demostrado repetidamente que Dios tiene “mucha paciencia” para los que merecen el castigo (Romanos 9:22). Su paciencia se demostró en la generación del tiempo de Noé (Génesis 6:3). Él esperó para destruir a la Sodoma corrupta (Génesis 18:26et.seq.). Jehová se reveló a Moisés como un Dios que es “tardo para la ira” (Éxodo 34:6; cf. Salmos 103:8). El Señor fue incluso paciente con un impío tan vil como Acab (1 Reyes 21:29). Por siglos fue tolerante con la nación arrogante y testaruda de Israel (Nehemías 9:17) [2000].
Nosotros necesitamos desesperadamente la paciencia de Dios, así como el apóstol Pablo la necesitó. Dios dio a Pablo la oportunidad de ser salvo, a pesar del hecho que fue “el primero” de los pecadores (1 Timoteo 1:15-16; vea Nicks, 1981, p. 190). El potencial de la salvación yace en la paciencia de Dios. En vez de destruir instantáneamente a la gente cuando peca, Él da providencialmente oportunidades y ánimo que debería guiar al arrepentimiento (Tito 2:11). Dios espera que pidamos Su paciencia continua cuando cometemos errores (1 Juan 1:9; Lucas 11:4), y Él demuestra Su paciencia al perdonar continuamente nuestros pecados (basado en el sacrificio de la sangre de Cristo y nuestra obediencia sincera a Su voluntad; vea 1 Juan 1:7).
Deberíamos imitar la paciencia de Dios. Romanos 2:6-7 enfatiza la necesidad de paciencia en las vidas de los cristianos: “[Dios—CC] pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (énfasis añadido). Pablo instruyó a los cristianos a ser pacientes: “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos” (1 Tesalonicenses 5:14, énfasis añadido; cf. la parábola de Cristo del siervo paciente en Mateo 18:23-35). La gente no puede salvarse a menos que tenga paciencia, ya que sin paciencia es imposible realizar la obra cristiana (vea Eclesiastés 7:8; Efesios 4:2; 2 Timoteo 2:24; Santiago 1:4). La paciencia también es necesaria porque otras virtudes cristianas, incluyendo la fe, la esperanza y el gozo, dependen de ella (Santiago 1:2-4; Romanos 5:3; 15:4; Colosenses 1:11; vea Nicks, 1981, pp. 191-192). William Barclay observó:
Si Dios hubiera sido un hombre, hubiera alzado su mano y arrasado con el mundo hace mucho tiempo atrás; pero Dios tiene esa paciencia que soporta a los pecadores y que no les destruirá. En nuestras vidas, en nuestra actitud y trato hacia nuestro prójimo, debemos reproducir esta actitud divina amorosa, tolerante, perdonadora y paciente hacia nosotros (1958, p. 56).
La paciencia de Dios está balanceada por Su justicia perfecta. Se castigará el pecado no perdonado, pero la paciencia de Dios concede tiempo para el arrepentimiento (Mateo 25:41; 2 Pedro 2:9; vea Colley, 2007). Isaías 30:18 clarifica: “Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él”. La paciencia generosa de Dios debería motivarnos a obedecerle.
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