viernes, 5 de febrero de 2010

LA ALEGRÍA: SIGNO DEL CRISTIANO


La vida cristiana y la alegría son dos realidades íntimamente unidas. La alegría cristiana nace de la opción fundamental por el Señor Jesús, es fruto de una experiencia de fe en El y de comunión con Aquel que es Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6), que me muestra cuál es el sentido de mi vida en el mundo, la grandeza de mi destino. El Evangelio es, ante todo, un mensaje de alegría, pues se trata de una Buena Noticia: estamos invitados a vivir el amor y es posible vivirlo aquí y ahora porque el Señor Jesús nos amó primero; el Hijo de Santa María nos muestra el verdadero significado y alcance del amor y nos invita a vivirlo. La auténtica alegría es un primer efecto del amor. Y este amor, el mismo amor de Cristo, ha sido infundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rom 5, 5). Por eso afirma San Pablo que el fruto del Espíritu es la alegría (Gal 5, 22). La alegría es un signo presente en la existencia cristiana. Nuestra alegría testimonia la profundidad de nuestro compromiso con el Plan divino. Quien vive su fe con tristeza y abatimiento, no ha comprendido el núcleo del mensaje del Señor Jesús. En la Anunciación-Encarnación, el ángel invita a María a vivir la alegría mesiánica: "Alégrate, llena de gracia..." (Lc 1, 28). María se llena de gozo en el Señor pues el Mesías nacerá de Ella por obra del Espíritu Santo. El cántico del Magníficat es una hermosa expresión de alegría humilde, limpia, transparente, profunda. María exulta de gozo "en Dios mi salvador porque ha hecho en mí grandes maravillas" (Lc 1, 47.49). Cuando María y José presentan al niño en el templo, tanto el anciano Simeón como Ana se gozan en el Espíritu ante la presencia del Reconciliador (Lc 2, 29-38). El Señor Jesús llama felices a los discípulos porque "vuestros ojos ven y vuestros oídos oyen" (Mt 13, 16), es decir, porque ellos han acogido la Buena Nueva, porque están abiertos al mensaje del Señor. En el momento de la Transfiguración, ese encuentro íntimo con el Señor mueve a Pedro a exclamar: Señor, qué bueno es estar aquí (Mt 17, 4). Sólo el Señor Jesús puede ofrecer la alegría que nadie nos podrá arrebatar (Jn 16, 22).

1 comentario:

  1. Es muy dificil tener alegria, por la sencilla razon, que miramos más lo material, las apariencias, el acercarnos al que creemos que es mas influyente, y muchas veces no vamos a las celebraciones por estar en oración, sino para ver, si la persona de turno a la que le tenemos algo de mania hace algo por lo que la podamos recriminar.Y todos esos pensamientos, hacen que no seamos felices, y casi imposible transmitir alegria.creo que es el ambiente que se detecta en algunas comunidades, por lo tanto en lugar de atraer auyentamos.Tenemos que buscar la formula para unirnos y aparte de tener una sonrisa para los demás, tender una mano, mano sincera en la que se pueda confiar.

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