miércoles, 29 de julio de 2009

San Juan María Vianney (Cura de Ars)

DE SAN JUAN MARÍA VIANNEY

Frases sobre el sacerdote
Si uno tuviera suficiente fe, vería a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras su fanal, como un vino mezclado con el agua.
Hay que mirar al sacerdote, cuando está en el altar o en el púlpito, como si de Dios mismo se tratara.
¡Oh! ¡Qué gran cosa es el sacerdote! Si él se percatara de ello, moriría... Dios le obedece: dice dos palabras y nuestro Señor desciende del cielo!
¡No se comprenderá la dicha que hay en decir la misa más que en el cielo!
El sacerdote no es sacerdote para sí mismo. Él no se da la absolución. No se administra los sacramentos. No es para sí mismo, lo es para vosotros.
Si un sacerdote llegara a morir a fuerza de trabajos y de sufrimientos soportados para la gloria de Dios y la salud de las almas, eso no estaría mal.
Sea como fuere el sacerdote, es siempre el instrumento del que se sirve el buen Dios para distribuir su Palabra.

Frases sobre el sufrimiento
Nosotros nos quejamos de nuestros sufrimientos; sería más razonable que nos quejáramos de no tenerlos, ya que nada nos hace más semejantes a nuestros Señor.
Es preciso tener siempre presente a Dios, a Jesucristo en realidad, incluso en el sacrificio.
Si amáramos a Dios, seríamos dichosos de sufrir por el amor de aquel que ha querido, voluntariamente, sufrir por nosotros.
La cruz es la escalera para el cielo.
La cruz es la llave que abre la puerta del cielo.
La cruz es la lámpara que ilumina el cielo y la tierra.

Frases sobre la pobreza
Cuanto más pobre se hace uno por amor de Dios, ¡más rico es en realidad!
Jamás he visto yo arruinarse a nadie por hacer obras buenas...
Los amigos de los pobres son los amigos de Dios.
Nunca se debe menospreciar a los pobres, porque tal menosprecio recae sobre Dios.
Si tenéis mucho, dad mucho; si tenéis poco, dad poco; pero dad de corazón y con alegría.

Frases sobre la oración
La oración no es otra cosa que la unión con Dios.
En esa íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos juntos.
Tendríamos que tener el mismo cuidado en no perder la presencia de Dios que el que tenemos en no perder la respiración.
Hay quienes se abandonan en la oración como un pez en el agua.
Para rezar bien no es preciso hablar mucho. Sabemos que el buen Dios está allí, en el tabernáculo santo; le abre uno su corazón y se complace en su santa presencia. Ésa es la mejor oración.
Al buen Dios le gusta ser importunado.
El hombre es un pobre que precisa pedir todo a Dios.
Frases sobre el amor de Dios
¡Qué hermoso es tener un Padre en el cielo!
¡Oh, buen Jesús, conoceros es amaros!... Si supiéramos cuánto nos quiere nuestro Señor, moriríamos de placer. No creo que existan corazones tan duros que no sean capaces de amar al verse tan amados.
¡Qué desgraciados son los pobres pecadores al no amar al buen Dios!
¡Pobres pecadores! Cuando pienso que hay quienes mueren sin haber disfrutado ni una sola hora la dicha de amar a Dios...
En el cielo nosotros seremos dichosos según la dicha de Dios, y hermosos según la hermosura de Dios.
¡Dios mío! ¿Qué podemos amar si no amamos el amor?



o El pan es necesario, pero basta con poco.
o El buen Dios es la alegría del que le ama.
o Dios mío, si mi lengua no es capaz de decir a cada momento que os amo, quiero que mi corazón lo diga tantas veces cuanto respiro. Dios mío, concededme la gracia de sufrir amándoos y de amaros sufriendo. Yo os amo, oh divino salvador mío, porque vos habéis sido crucificado por mí. Yo os amo, oh Dios mío, porque vos me tenéis aquí abajo crucificado por vos... concededme la gracia de morir amándoos y sintiendo que os amo...
o La asistencia a misa es la acción más grande que podemos llevar a cabo.
o ¡Si tuviéramos fe, si estuviéramos lo suficientemente convencidos de la presencia de nuestros Señor, que está en nuestros altares con sus manos llenas de gracias, siempre dispuesto a dispensarlas, con qué respeto intentaríamos estar en su santa presencia!
o El buen Dios pedirá cuentas de si nos hemos esforzado en servir al prójimo.El buen Dios lo sabe todo. Sabe de antemano que después de confesaros pecaréis de nuevo y, sin embargo, os perdona. ¡Qué amor el de nuestro Dios, que llega a olvidar voluntariamente el futuro para perdonarnos!

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