domingo, 10 de enero de 2010

BAUTISMO DEL SEÑOR


Isaías 40,1-5.9-11
Aquí está vuestro Dios.

Salmo 103
Bendice alma mía al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!

Tito 2,11-14; 3,4-7
Ha aparecido la gracia de Dios entre los hombres.

Lucas 3,15-16.21-22En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se pregun­taban si no seria Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: —«Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.» En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: —«Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»

PADRE E HIJO

En una escena de hondo significado simbólico, el evangelista Lucas describe la experiencia que sostiene a Jesús en s predicación de la buena noticia: la certeza de ser el Hijo amado del Padre. De esta experiencia inigualable brotaron dos actitudes que le acompañaron toda la vida, incluso en los momentos de mayor dificultad: la confianza absoluta en el “Abbà” y el deseo de hacer en todo su voluntad. Porque Jesús ha experimentado lo que significa ser Hijo querido, se abandona sin cálculos al Padre y pide a sus seguidores que confíen sin límites: “No andéis preocupados... vuestro Padre ya sabe lo que necesitáis”. Porque Jesús vive identificado con la voluntad del Abbá, enseña lo mismo a los suyos: “Sed misericordiosos como vuestro padre es misericordioso”. Todo un programa para ser hijos al estilo de Jesús.

1 comentario:

  1. Yo como hija, me he sentido muy querida y mis padres me han demostrado que, la medida del amor, es amar sin medida.

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