La Biblia es palabra de Dios: porque Dios habla, ¡vaya si habla! Tanto es así que, cuando san Juan quiere mostrarnos al enviado de Dios, le llama Palabra. En Jesús, Dios se ha hecho para nosotros palabra. Y no una palabra cualquiera, sino la Palabra. Más aún: Dios es palabra dirigida a mí. En Jesús Dios se hace Palabra para mí. Para muchos de nosotros, Dios es todavía un ser sordo y mudo. No nos dice nada ni le decimos nada nosotros. Es un algo, o a lo más un “Él”. Él nos manda... Él nos exige... incluso Él nos ama... desde lejos. No es un Tú. Pero Dios es un Tú, y por eso, además de hablar, ama. Nos ama ¡Me ama!
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