miércoles, 7 de abril de 2010

El sentido de nuestra vocación humana, cristiana, religiosa


La vocación de todo ser humano es ser persona, descubrir el sentido profundo de su vida, de su cultura y de su fin trascendente. La vida cristiana reviste diversos modelos, ya sea desde la perspectiva laical, consagrada o clerical, pero todos están orientados a la santidad, es decir, a vivir en el amor. El llamado de Jesús es seguirle a Él y el camino para descubrir la propia vocación cristiana requiere de un encuentro íntimo con Cristo, sabiendo que tenemos todos la misma meta: la santidad. Así lo reconoce la Iglesia al proponernos santos como modelo de todas las condiciones: hombres y mujeres, fundadores y matrimonios, médicos y mendigos, abogados y monjes, príncipes y esclavos, mercaderes y obreros, papas y campesinos, etc. Estamos acostumbrados frecuentemente en nuestra pastoral a buscar objetivos finales: "El Reino de Dios", "la salvación de las almas", etc. Pero hay varias formas de trabajar por el Reino, existen diversas funciones o mediaciones para realizar la pastoral: servicio, celebración y liturgia, comunión, anuncio. Hay diversas instancias o estructuras donde realizamos el apostolado: instituciones, familias, parroquias, colegios, organizaciones, movimientos, comunidades, lugares de trabajo... ¿Consideramos nuestro trabajo como un apostolado? ¿Buscamos en nuestra vida el reino de Dios y su justicia? Cada una de las acciones que hacemos y de las dimensiones en que trabajamos y de las estructuras y medios que utilizamos para nuestro apostolado puede ser una instancia vocacional si realmente tiende a buscar el Reino de Dios. Por eso, podemos decir que la Pastoral vocacional se genera y realiza desde todas las dimensiones de la Pastoral (anuncio, celebración, servicio, comunión). En el lenguaje de la reforma educativa podríamos decir que la Pastoral vocacional es un "objetivo transversal" en nuestro quehacer apostólico, como laicos o como religiosos. La promoción de las vocaciones cristianas es una tarea de todos los integrantes de la Iglesia. A la hora de plantearnos la pastoral vocacional tendríamos que preguntarnos no sólo qué cosas podemos hacer, sino cómo hacer de un modo nuevo, con una actitud distinta, lo que estamos haciendo en los diversos frentes de nuestras actividades apostólicas. No se trata de aumentar la cantidad de acciones sino la calidad de nuestra presencia como educadores maristas, religiosos y laicos.El Señor llama a quien quiere, su gracia actúa por encima de nuestras previsiones, pero podemos observar ciertas constantes en los medios humanos de los cuales El se sirve para llamar. Observamos que detrás de cada persona bautizada o consagrada hay un cristiano comprometido, un padrino, un maestro, un guía que influyó como modelo de identificación en su opción vocacional. También hay modelos y testigos que ayudaron, personas que oraron por su fidelidad, otras que fueron ejemplos creíbles de servicio y disponibilidad para responder a Dios. Detrás de cada hombre o mujer con una vocación de servicio están quienes motivaron con cariño su entrega a los pobres, a los niños, a los enfermos... ayudándole a discernir la voluntad del Señor con su palabra y con su ejemplo.En la pastoral vocacional no intervienen sólo sacerdotes, religiosas, religiosos y profesionales de la orientación, sino toda una cadena de amigos y familiares que permiten formar un hábitat o ambiente vocacional para que surja la respuesta a la vocación específica como laico, religiosa, sacerdote, religioso. A este ambiente favorable, podríamos llamarlo "cultura vocacional" porque favorece la formación de hombres y mujeres capaces de consagrarse a Cristo. Por otra parte, Dios puede llamar y dar su gracia excepcionalmente a quien desee, por encima de los cálculos humanos, pero normalmente se sirve de instrumentos humanos. Por eso, podemos delimitar la pastoral vocacional al campo donde nos encontremos trabajando, siempre que exista y propiciemos un ambiente o "cultura" vocacional. ¿Existe en nuestros colegios una cultura vocacional? ¿Favorecemos la búsqueda de lo que Dios quiera para cada persona? ¿Ayudamos a dar respuestas libres y generosas al plan de Dios sobre cada uno?Una cultura vocacional será ese tejido de personas que encarnan valores y concepciones de la vida que hacen realidad los criterios pastorales, que motivan a los jóvenes a descentrarse de sí mismos, a mirar más allá de los propios proyectos personales, a sentir la vida cristiana como vocación, a escuchar las llamadas de Dios y abrirse a la alternativa de la vida religiosa o sacerdotal como posibilidad real. Entendemos por vocación todo estado de vida elegido como fruto de un proceso de discernimiento para responder a la voluntad de Dios. En un ambiente vocacional, la promoción comenzará por despertar el deseo de ser fieles a las llamadas de Jesucristo y a la misión que Dios desee para cada uno. Sólo en ese contexto se hace significativa la propuesta de un determinado modo de vida, incluyendo la vida consagrada, como posible vocación. Por eso, en la promoción de las vocaciones cristianas, los laicos, los religiosos, los sacerdotes hemos de sumar esfuerzos y no interferir ni restar. Es una acción eclesial y no sectaria ni personalista. Todas las vocaciones surgen en la Iglesia y son para la Iglesia. En el apostolado de cada uno de nosotros descubriremos que la familia juega un papel muy importante. También la parroquia, las comunidades eclesiales, los movimientos, los colegios, los grupos juveniles, etc. Por otra parte, influyen los medios de comunicación, el ambiente, los amigos, los valores y antivalores, las actividades y la ocupación del tiempo libre, etc. En definitiva, la gracia no destruye la naturaleza.Influyen también las comunidades religiosas y el modo de entender en ellas los valores, la vida, la relación con Dios y con los demás. Una comunidad religiosa será vocacional si refleja la gratuidad de Dios, el servicio y la sencillez. Será testimonio si entiende la vida como un modo de dar las gracias, la libertad como posibilidad de fidelidad y compromiso, el amor como entrega oblativa y generosa, el pecado y la enfermedad como lugares donde se manifiesta el poder de Dios, etc.

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