La oración consiste en llamar a la puerta de Dios e invocarlo con insistente y devoto ardor de corazón. El deber de la oración se cumple mejor con gemidos que con las palabras, mejor con lágrimas que con discursos. Dios, en efecto, "recoge nuestras lágrimas en su odre" (Salmo 55,9), y nuestros gemidos no quedan olvidados (Salmo 37,10) por él, que ha creado todo por medio de su Palabra, y que no busca las palabras de los hombres.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario